M de mentira
Dice el informe Montoro que Madrid es el paradigma del déficit fiscal. Y rebaja la aportación de los ciudadanos catalanes a un 3,75% del PIB. La nariz del señor de la Fuente Pinocho ha crecido sobremanera. Pero, como decimos en catalán, antes se atrapa a un mentiroso que a un cojo. Los mismos que practican la magia con las balanzas fiscales, cuando quieren amenazar con el Armaggedon de la independencia de Cataluña, reconocen sin rubos alguno que España perdería en el asunto 16.000 millones de euros, 9.000 más de los reconocidos oficialmente por las seudo balanzas fiscales.
Pese a la torticera cocina, valencianos, baleares y catalanes continúan recibiendo mucho menos de lo que aportan. Los valencianos, pese a quedar por debajo del nivel medio de pobreza, también contribuyen.
De este modo, si dejamos Madrid a un lado, que es la gran mentira de la estadística en España, solo los territorios que hablan variantes dialectales del catalán tienen déficit con el Estado. Un saldo negativo conjunto de 10.222 millones de euros. El Estado roba, de media, 757 euros por habitante a valencianos, mallorquines y catalanes.
Fijémonos ahora en la gran mentira estadística con M de Madrid (y de Montoro). El invento de la Comunidad Autónoma de Madrid vino con mala leche. Para camuflar la realidad histórica e inmanente que Madrid es la capital de la Gran Castilla, y para aumentar el peso político castellano en el conjunto del mapa de la España autonómica, se constituyeron seis comunidades autónomas, cuando habría bastado con una sola.
Aun así, existe aún un efecto más perverso: el camuflaje estadístico de la concentración del poder económico. Si ustedes colocan un compás sobre Barcelona y lo abren hasta el punto más distante de Cataluña, apuntarán a Lés, en el Valle de Arán. Este círculo representaría el área de influencia de la capital catalana. Área que no sería la misma si se hubiera creado una comunidad autónoma llamada Barcelona, que solo englobara la actual provincia.
Pues bien. Si cogen el mismo compás, y lo colocan sobre Madrid, verán que el área definida por sus agujas comprende casi la totalidad de Castilla y León, toda Castilla-La Mancha y casi la mitad de Extremadura. O sea, que si tuviéramos que homologar ambas zonas para realizar comparaciones serias, deberíamos tomar todo este ámbito. De hecho, la UE recomienda dicha medida cuando a menudo planifica a golpe de NUT2, macrorregiones. La Gran Castilla y los Països Catalans mueven entre 10 y 12 millones de personas.
Si cogemos esta nueva óptica, ¿qué nos encontramos? Ya que estadísticamente las periferias madrileñas están por debajo de cierto nivel de riqueza, al tener personalidad política diferenciada, tienen acceso a ayudas extraordinarias de la Unión Europea y a la caja de seudo solidaridad del Estado español. Es un auténtico escándalo lo que ha ocurrido durante dos décadas cuando la Unión Europea y los fondos catalanes han financiado el desarrollo de las infraestructuras y el desarrollo industrial del área metropolitana de Madrid: Guadalajara, Toledo, Segovia, Ávila; por el simple hecho de que formalmente no forman parte de la comunidad madrileña.
Según datos de la balanza corregida, la zona de influencia de Madrid (Castilla sin Madrid) recibe 7.879 millones de euros. Lo que significa unos 1.390 euros por habitante de superávit, contra el déficit de 757 euros de cada catalán, valenciano o balear.¡Y esto haciendo trampas!
Pero, qué otras trampas, se preguntarán. El efecto sede, en primer lugar. Madrid aparenta pagar más impuestos porque la centralización de la capital del Estado de las sedes de compañías multinacionales, y especialmente las del capitalismo de BOE, hacen que empresas que tienen a sus clientes, y hasta sus áreas de producción en la periferia del Estado, ingresen sus impuestos en Madrid. Es el caso de, por ejemplo, Endesa, que tiene un 40% de clientes en Andalucía y otro 40% en Cataluña. La compañía tiene la sede en Madrid, con un millar de altos cargos viviendo a costa de la nacionalización y centralización que el Estado del capitalismo de la casta hizo en su momento.
Segundo efecto sede. España, a diferencia de Francia, no es sólo un estado centralista –con decorado autonómico–, sino que es un Estado concentrado. En Francia, un número importante de instalaciones nacionales están instaladas en las capitales periféricas. En Madrid se concentra todo lo ‘nacional’: teatro, ópera, museo, etc. Como consecuencia, a efectos contables se reparten los costes de estas instalaciones y sus beneficios proporcionalmente entre los habitantes de todo el Estado. Es de trilero de Las Ramblas. Porque, díganme: ¿qué porcentaje de catalanes ha usado alguna vez estas instalaciones?
Díganme, ¿cuántos trabajadores valencianos tienen un salario vinculado a alguna de estas instalaciones nacionales? ¿Cuántos mallorquines son suministradores habituales de estas instituciones o dan servicio a los trabajadores que les dan empleo?. Es muy, muy claro que esta fórmula rebaja a Madrid –y de forma brutal, además– la partida de lo que reciben los madrileños en servicios, puestos de trabajo y actividad económica inducida. Por ello, las cifras de un supuesto déficit fiscal en Madrid no son creíbles en ningún caso.
Finalmente, se constata un efecto coyuntural perfectamente documentado. En situaciones de crisis económica, Cataluña tiene menos déficit fiscal porque ingresa menos. Por contra, en Madrid, donde se concentra el capitalismo financiero y del BOE, no se experimentan nunca los niveles de crisis de una economía productiva.
Esta gran mentira del Madrid solidario tuve la ocasión de denunciarla en el Parlamento de Cataluña en un momento en el que los independentistas éramos sólo un 7% del electorado, siendo optimistas. Era a mediados de los años 90, consulten los archivos parlamentarios si no me creen. ¿Conocen qué es la sensación de soledad ante la denuncia?
Ahora, en cualquier caso, un día antes de publicar las cifras de esta gran mentira, ha aparecido otro informe sobre el nivel de riqueza territorializado en paridad de poder adquisitivo. Esto significa rectificar los fríos datos estadísticos que adjudican un PIB por cápita sin tener en cuenta el coste de vida en cada territorio.
Es muy diferente. Cataluña tiene menos poder adquisitivo por culpa de su desarrollo inflacionario, pero, sobre todo, por el sobrecoste de servicios sanitarios, escolares y culturales, no subvencionados y más privatizados como en otros lugares del estado. Conclusión: Cataluña es el farolillo rojo en capacidad de poder adquisitivo. Por contra, Extremadura tiene un 30% más de capacidad adquisitiva.
Así las cosas, y recordando la intervención que hizo el nuevo presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, quizá sería necesario reescribir el himno valenciano, que reza así: «Para ofrendar nuevas glorias a España…». La melodía podría pasar a ser el himno común de los países que hablan catalán/valenciano, con la letra cambiada: «Para ofrendar nuestro expolio a España…».