Luis Delso: la gauche caviar viaja en Alta Velocidad
Cuando Bárcenas pone en marcha el ventilador de heces, España entera cierra puertas y ventanas. Sus antiguos contactos han de proteger incluso las contraventanas, como le ocurre a Luis Delso, un empresario de la órbita socialista que aparentemente acabó enlodado en la Gürtel primigenia de Correa y de Luis el Cabrón. Delso empezó en el Citibank y, en los primeros momentos de Felipe González, pasó a ser el consejero delegado de Caja Postal, una reliquia del pasado. Fogueado en las finanzas, abrió su trayectoria empresarial en la presidencia de Transmediterránea, aquella línea de ferrys en la que su amigo Carlos Solchaga y otros altos cargos con destino vacacional en Baleares viajaban gratis, incluidos hijos, coches y guardaespaldas. Delso se graduó el día de 1994 en que Alfredo Saénz Abad le nombró presidente de Isolux, una constructora participada por Banesto. Finalmente, sentó cátedra al lado de Hernández Moltó, el fontanero que presidió y hundió Caja Castilla-La Mancha y que respaldó el cesarismo populista de José María Barreda, ex presidente de aquella comunidad.
Isolux es ahora la constructora que está en el punto de mira de la Fiscalía por irregularidades en varios tramos del AVE. Pero ya no es la Isolux de Banesto (de Corporación Industrial, la antigua holding del banco, para ser más exactos), sino la que lidera Delso desde el grupo inversor que se hizo con el control de la empresa. Delso diversificó y de qué manera. Desde Global Cartera, un fondo compartido con Domingo Díaz de Mera (castellano viejo, ex consejero de Metrovacesa y medalla de oro del Balonmano), entró en el capital de Inmobiliaria Colonial. Con Isolux llegó a tener el 16% del Aeropuerto de Ciudad Real en la etapa en la que Caja Castilla La Mancha se hizo con el 33% de la misma infraestructura. Aquel aeropuerto de efímera gloria está hoy desprovisto de vuelos y convertido en un museo de la melancolía.
Su salto de izquierda a derecha se produjo en 2004, el año en que Delso tomó el 7,5% del fondo inmobiliario de Francisco Correa, un vehículo de inversión bautizado con la pomposa cursilada de Real Estate Equity Portfolio. Aquel vigoroso instrumento del equity había sido creado por Jacobo Gordon, también imputado, testigo de la mítica boda de Alejandro Agag en El Escorial y uno de los principales socios de Correa. Tocar a Correa es como mentar la bicha. Gürtel es la instrucción más larga de la historia de España, incluso más que la de Barcelona Traction, la eléctrica de Juan March, el financiero mallorquín que le costeó la Guerra al General y que salió de una cárcel republicana con chófer de guante blanco y sirvientes con librea. Gürtel es la historia interminable de Pablo Ruz, un juez sepultado por montañas de papeles y requerimientos. Es la vergüenza pública de una democracia astillada y hecha jirones.
El verano aprieta antes de tiempo. Los rigores de mayo encuentran protección en barras ventiladas de los aledaños de Plaza Castilla. En la Ciutat de la Justícia de Barcelona, en la Gran Vía de l’Hospitalet, la caña y la horchata ralentizan las instrucciones. La lentitud es el credo del Derecho. Por el juzgado han pasado varios técnicos de Isolux, pero de Delso ni se habla. No tiene nada que ver con los tejemanejes de los ingenieros de su propia empresa. Sin embargo, su trayectoria quedó empañada el día no tan lejano en que Luis Bárcenas se refirió al presidente de Isolux como socio del fondo de inversión de Correa. Jugando al escondite con la identidad de Luis el Cabrón (enigma del intrincado sumario que apunta al PP), Bárcenas convirtió las siglas LB en LD. Pero el juez Antonio Pedreira le mostró al ex gerente del PP la parte del sumario con un documento que demostraba que era el propio Bárcenas quien estaba vinculado a este fondo. A partir de aquella declaración, un complejísimo entramado de empresas formalizadas en paraísos fiscales delimita la tangente entre Gürtel y Bárcenas. Son dos casos embarrados, dos sumarios concomitantes que han convertido a España en un corral de gallos amaestrados en Génova.
Delso contestó a Bárcenas que no ha tenido nada que ver con Gürtel. Fundamentó su defensa en un buen equipo de juristas asesores. Pero, ahora, las obras del AVE a su paso por Barcelona están bajo sospecha. Un juzgado investiga si responsables de Adif (la empresa pública que gestiona las infraestructuras ferroviarias) malversaron seis millones de euros a favor de la constructora Isolux Corsan. La llamada Operación Yogui, que está bajo secreto de sumario, estalló el pasado lunes con nueve detenidos entre funcionarios de Adif y trabajadores de Isolux, la adjudicataria de las obras junto a la futura estación de Sagrera.
Si la política es el mejor ascensor social, a la economía le cabe el dudoso honor de democratizar las oportunidades: de un negocio de la izquierda se salta a otro de la derecha o viceversa. Delso ha sabido entenderlo. La gauche caviar construye andenes y viaja en Alta Velocidad.