Luces y sombras de Feijóo
Las otrora aguas triunfales del Partido Popular se enturbian. De nuevo, en el fragor de las batallas internas, el nombre del presidente gallego, Alberto Núñez Feijoo, ha aparecido en el primer renglón de las quinielas para sustituir a Dolores de Cospedal en la secretaría general del partido.
No es novedad. Tampoco sorpresa. Feijoo siempre ha mimado con astucia su imagen española, con oportunas y bien planificadas apariciones en el foro político y mediático madrileño, donde cuenta a su favor con una buena imagen. Allí lo perciben como un político con futuro, de temperamento centrista, con discurso propio y experiencia en la gestión. Asuntos como el «affaire» de las fotos con un histórico del contrabando y el narcotráfico no parecen haber mermado sus opciones en la política española.
De puertas adentro, el partido no sufre grandes turbulencias en Galicia y los escándalos de corrupción son de baja intensidad y se prorratean en imagen pública con los que afectan a miembros del PSOE. Se brujulea con habilidad para sortear –aplicando la táctica rajoyana del «xa escampará»– espectáculos como el de la alcaldía de Compostela o el paso por los juzgados del «cacique» Baltar, sin cuyas habilidades electorales él mismo no habría llegado al mando en San Caetano.
Nada parece inquietar al presidente gallego en su plácida gestión. Al PSOE le cuesta retomar el aliento y las otras izquierdas se debaten en sus propias crisis. La oposición está con flojera. UPyD, o lo que de ella quede, no existe en Galicia y Ciudadanos, con tono más débil que en otros ámbitos, no inquieta su hegemonía en el espacio político del centro derecha. En todo caso, ya se está creando el clima para un posible entendimiento con la tropa de Rivera, por si fuera preciso.
Pero si le aplicamos a Feijoo la plantilla del modelo Rajoy (ese que establece que lo que le importa a la gente es la economía y lo demás son solo pequeñas cosas), el presidente de la Xunta sale muy desenfocado en el retrato.
Los datos de actividad económica y empleo arrojan constantes nubarrones sobre su gestión. A bombo y platillo, se ha publicitado mucho humo y se han vendido pieles de oso antes de cazarlos. El informe de coyuntura que acaba de presentar el solvente Foro Económico de Galicia, que preside el expresidente socialista y catedrático de la UDC Fernando González Laxe, avisa de que Galicia está saliendo de la recesión mucho peor que el conjunto de España. El PIB regional arrojó en 2014 un muy pobre 0,5, frente a un 1,4% del conjunto de la economía española. La atonía de la demanda y un parón en el sector exterior condicionan esa divergencia gallega a peor. Además, los datos de la EPA (los más fiables en materia de ocupación) indican que la ocupación bajó un 0,8%, aunque descienda el paro registrado por la caída de población activa.
Entre los «elementos preocupantes» señalados por el análisis del Foro llama poderosamente la atención uno del que no se suele hablar: por primera vez desde 2009, disminuye el número de empresas que venden en el extranjero. Algo no funciona.
No, los datos no acompañan la gestión de Feijoo, más parecida a la de un super-contable que ajusta balances que a la de un político audaz que emprende políticas sólidas para reactivar la economía. Ni siquiera las que iban en su programa electoral.
No basta con sacar el paraguas y esperar a que escampe. La economía gallega renquea ostensiblemente y en la Xunta parece fallar el pulso.