El jueves pasado estuve en la presentación del diario Ara, el proyecto periodístico que impulsan Albert Om, Toni Soler, Xavier Bosch, el grupo de comunicación Cultura 03 y algunos notables del empresariado catalán como Artur Carulla, de la familia propietaria de Agrolimen; Ferran Rodés, consejero delegado de Mediaplanning, y Daniel Martínez, de la productora y empresa de servicios Focus, entre otros.
Aunque un refrán muy extendido entre la profesión periodística asegura que “perro no come carne de perro”, la verdad es que muchas personas me han pedido mi opinión sobre el porvenir de esta iniciativa y como no he rehuido hacerlo en privado no me parece honesto callar en público por lo que aquí van cuáles son mis ideas acerca de diario que verá la luz el mismo día de las elecciones catalanas, el 28 de noviembre.
De entrada, algunas pinceladas sobre la citada presentación del jueves en el Palau de la Música. El acto fue elegante, bien concebido, con una entretenida conducción final a cargo del que será el director del medio, Carles Capdevila. Como invitado especial, Stephen Dumbar-Johnson, editor del Internacional Herald Tribune, diario perteneciente al mítico The New York Times, que anunció un acuerdo entre ambas empresas por el que Ara podrá acceder a los contenidos y algunas de las firmas del IHT.
La presencia en el acto de este editor era una de las cosas que más me motivaba a asistir esa noche al Palau, pero su discurso fue un tanto manido, con muy poca relevancia, quizás porque no era el momento para una sesuda ponencia sobre la dialéctica entre la prensa de papel y la digital, pero sus palabras no aportaron nada nuevo. Hubieron frases como la necesidad de un periodismo de calidad, la necesidad de compatibilizarlo con las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, etc., etc.
Capdevila y no sé si Soler u Om definieron Ara como un diario generacional y me pareció una descripción adecuada. No había más que ver la gente que se había dado cita en el Palau: mucha gente joven, mucha ropa informal y muy pocos trajes. El peso de los seguidores de Minoría Absoluta, Polònia… era evidente. Del establishment, la verdad no ví a muchas personas. Entre los políticos, ERC y el sector nacionalista del PSC, y muy poco más. Del empresariado u otros sectores del poder del país, apenas nada.
En esa característica de diario generacional entiendo que están la virtud y el pecado de este nuevo medio aún por nacer formalmente. La virtud, porque realmente ese nicho de mercado parece existir y su tamaño parece interesante desde una perspectiva empresarial. Ahí está el éxito masivo de los mencionados programas de radio y televisivos o el carisma de sus promotores. El pecado porque, sinceramente, me cuesta trabajo creer que esa generación esté dispuesta a pagar cada día por comprar un periódico.
Y un periódico en papel, ¡ay!, es una máquina que consume dinero con una voracidad exasperante. Carles Flo, que fue durante 4 años director general de la Corporación Catalana de Comunicación, editora del diario Avui, hasta que fue comprado por El Punt, situaba en unos 50.000 euros diarios el coste de poner cada mañana un periódico en los kioskos. De cada ejemplar vendido, apenas le quedan a la empresa unos 50 céntimos de beneficio. Flo hacía estos cálculos pensando en los 30.000 ó 35.000 ejemplares que tiraba el Avui y aunque Ara haya anunciado que inicialmente se limitará a sacar al mercado unos 8.000 ó 10.000 ejemplares, con lo que reducirá los gastos, no está claro que los pueda minorar en la misma proporción que lo harán a su vez los ingresos por ventas y publicidad por la más baja tirada. Si a ello le sumamos las dificultades que está viviendo la publicidad en medios escritos, una situación que a juicio de algunos de sus protagonistas va a agravarse aún más en 2011, pues la verdad es que el proyecto de Ara en papel tiene un futuro complicado.
Digo esto y, de verdad, me gustaría equivocarme. Aunque de alguna forma competidores, la iniciativa puesta en marcha por los promotores de Ara es digna de elogio y me gustaría sinceramente que superarán las dificultades que se les van a presentar y lograran un rotundo éxito. Por dos razones: una, porque un mercado más grande es mejor para todos los que estamos; dos, porque este país necesita nuevos medios, necesita proyectos que aporten nuevas ideas, un aire fresco, a un panorama demasiado viciado actualmente.
Pero no quisiera acabar esta crónica sin referirme a un hecho que me parece desolador y que no es imputable a los dueños de Ara. Como el propio diario reconoce en su página web en el apartado de buenas prácticas, en un gesto más que les honra, este proyecto ha recibido una ayuda de la Generalitat de 980.000 euros. Según afirma, en la banda baja de las ayudas que recibieron en su momento otros proyectos como la edición de El Periódico en catalán o El 9 Esportiu. Esa subvención directa forma parte de un paquete de… ¡14 millones de euros!, que la Generalitat ha destinado este año a los medios de comunicación.
Al contrario de lo que defienden los editores de Ara, nosotros somos rotundamente contrarios a estas ayudas, lo que no quita para que, como también ellos mismos defienden, mientras persista esta situación nos presentemos a todos las convocatorias, para no agravar las desventajas en que hay que competir. Este año, XiZ La plaza S.L., editora de Economía Digital ha recibido un préstamo subvencionado de la Generalitat por importe de 55.000 euros. Estamos dispuestos a renunciar a él si ese gesto contribuye a aclarar este panorama mediático viciado.
Creemos que no existe nada, absolutamente nada, que en estos difíciles momentos justifique esos 14 millones de euros de la Generalitat en subvenciones a los medios de comunicación. Ni siquiera la tan manida necesidad de apoyar la prensa en catalán, pues entendemos que actualmente ya existe una sociedad civil con suficientes recursos para poner en marcha los proyectos que consideren necesarios. Esas subvenciones de las que sólo una parte absolutamente marginal se reparten en base a criterios objetivables constituyen un claro ejemplo de clientelismo, falseamiento del mercado y la libre competencia y arbitrariedad que hipotecan a la sociedad catalana.
En la presentación, Xavier Bosch explicó una historia: a punto de finalizar la Segunda Guerra Mundial, el ejército norteamericano decidió organizar una tournée de periodistas por el Japón vencido para que vieran los prolegómenos del triunfo militar que habrían de anunciar unos pocos meses después. De ese autobús de periodistas que viajaban por el país nipón viendo las cosas y los sitios que el departamento de prensa del mayor ejército del mundo les había preparado se bajó un periodista que decidió que prefería ver el mundo por sus propios ojos y no a través de una ruta guiada. Ese periodista, cuyo nombre no recuerdo ahora, descubrió y narró al mundo el horror de Hiroshima, devastada por una bomba atómica, una ciudad que obviamente no estaba en el camino trazado por la Armada norteamericana.
Los 14 millones de euros en subvenciones a los medios de comunicación constituyen un autobús demasiado lujoso y cómodo para los medios de este país. O aprendemos a bajarnos o será difícil que descubramos lo que no está en los bellos folletos turísticos que el poder siempre coloca delante de nuestros ojos.