Los tres errores que han acabado con Ciudadanos

Quince años es lo que ha durado Cs a causa de sus errores, como la falta de un ideario claro y la elección de Inés Arrimadas como líder tras la salida de Albert Rivera

Quince años, eso es lo que ha durado la historia de Ciudadanos en la política española, desde que la formación naranja fue fundada en Barcelona en 2006 hasta que en marzo de 2021 decidió suicidarse de forma definitiva en Murcia con una fracasada moción de censura. Son muchos los factores que explican el auge y posterior caída de este partido, pero son tres, básicamente, los que han determinado su fin.

El primero y más importante es la ausencia de un ideario claro. El votante medio necesita unas referencias mínimamente identificables y estables a lo largo del tiempo para poder determinar el sentido de su voto. Ciudadanos, sin embargo, se ha caracterizado por una volatilidad constante en función de sus particulares intereses electoralistas. Los bandazos han sido, sin duda, una de sus señas de identidad desde que irrumpió en la política nacional.

Sus fundadores aprovecharon la gran ventana de oportunidad que habían dejado abierta los partidos constitucionalistas en Cataluña tras la desnortada deriva que había emprendido especialmente el PSC y, en menor medida, el PP catalán, incapaces de construir una alternativa sólida al nacionalismo imperante. Ciudadanos cogió la bandera que habían abandonado otros y supo armar una opción coherente contra el proceso soberanista que arrancó en 2012.

El punto de inflexión se produce entre 2014 y 2015 con el salto de la formación y su entonces líder, Albert Rivera, a la política nacional. Ciudadanos, que siempre se había definido como un partido socialdemócrata, ubicado, por tanto, en el centro izquierda, mantuvo inicialmente este cariz, pero pronto viró hacia el “liberalismo progresista” para cambiar de rumbo.

Cs no tiene un ideario claro, se ha caracterizado por una volatilidad constante en función de sus particulares intereses electoralistas

En 2017, abandonaron su intención de consolidarse como partido bisagra, capaz de pactar a izquierda y derecha en sustitución de las fuerzas nacionalistas, y apostaron por conquistar el espacio del centro derecha que había dejado vacío el PP de Mariano Rajoy.

La estrategia, aunque arriesgada, dio sus frutos en las elecciones generales que se celebraron en abril de 2019, cita en la que Ciudadanos obtuvo 57 escaños, quedándose a tan sólo 9 diputados de lograr el ansiado sorpasso al PP, que entonces, con Pablo Casado a la cabeza, pagó los platos rotos de la enorme desilusión y desidia que dejó en herencia Rajoy entre su electorado tradicional.

Pero Rivera insistió erróneamente en su estrategia de querer superar a los populares en su ambición de alcanzar algún día la presidencia del Gobierno, negándose así a pactar con el PSOE de Pedro Sánchez, sin percatarse de que esa posibilidad desapareció tras la salida de Rajoy y la llegada de Vox.

Su negativa a formar una coalición moderada con el PSOE, ejerciendo su función natural de bisagra, fue duramente castigada en los comicios que tuvieron lugar en noviembre de ese mismo año, tras la famosa “foto de Colón” que tan sabiamente supo explotar Iván Redondo. Ciudadanos dejó entonces de ser un partido útil y comenzó su actual declive.

La elección de Arrimadas, otro error

El segundo gran error fue el nombramiento de Inés Arrimadas al frente del partido tras la dimisión de Rivera. Arrimadas es una excelente segunda, pero una pésima primera espada.

Los votantes no perdonan la traición y en eso Inés tiene experiencia. Prueba de ello es que abandonó a sus electores tras la histórica victoria que obtuvo en las catalanas de 2017 para dedicarse a la política nacional, y esa huida explica el posterior derrumbe que acaba de experimentar en las regionales de febrero, pasando de 36 a tan sólo 6 escaños en el Parlament.

Inés Arrimadas, con Albert Rivera. EFE

Y el tercero, consecuencia directa del anterior, es la ausencia total de sentido político. Si algo ha demostrado Arrimadas es que siempre ha primado su interés personal sobre el de su partido.

Lleva meses negociando una posible salida con el PSOE ante el riesgo, hoy ya cierto, de que Ciudadanos desaparezca, y fruto de esas conversaciones es la jugada que tuvo lugar en Murcia la semana pasada y que, en forma de moción de censura, pretendía extender a otras comunidades autónomas, como es el caso de Madrid o Castilla y León.

Si algo ha demostrado Inés Arrimadas es que siempre ha primado su interés personal sobre el de su partido.

Semejante puñalada no sólo carece de justificación desde el punto de vista político, sino que resulta incomprensible para muchos de sus votantes, de modo que Ciudadanos ha cavado su propia tumba.

La única duda ahora es cuánto tiempo tardará en celebrarse el sepelio y en qué partido, PP o PSOE, terminarán recolocándose los cuadros que hayan sobrevivido al naufragio.

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