Los trabucaires y las simpáticas tradiciones
El pasado 17 de agosto, sobre las siete de la mañana, una colla trabucaire (unos hombres disfrazados y pertrechados con unos trabucos) estuvo unos 15 minutos frente a la casa de Jaime Gelada, concejal del PP en Cardedeu (Barcelona), motivo por el cual este cursó una denuncia.
Los medios empezaron a hacerse eco del suceso y desde sectores catalanistas se apresuraron a difundir fotos para demostrar que los trabucaires estaban frente a un parque y, por supuesto, a llamar mentiroso a todo aquel que afirmara lo contrario. Sin embargo, una simple visita a Google Maps dejaba en evidencia que los que mentían eran ellos. Entonces, cambiaron el discurso y ahora lo importante no era donde estaban sino hacia dónde señalaban los trabucos que aseguraban que era hacia el parque.
Yo no sé a ustedes, pero tengo frente a mi balcón a una docena de personas disparando salvas de pólvora durante más de quinces minutos y la orientación exacta de los trabucos me da igual. Y aunque se diera por buena la explicación de que, en realidad, apuntaban al parque, aun así quedaban preguntas por responder.
¿Por qué estuvieron tanto tiempo frente a la casa del PP? Según declaraciones de Xavier Navarro, director del “Nas de Cardedeu” al diario digital independentista Directe.cat “la colla estuvo un poco más de rato delante de la casa del concejal que mantiene un pulso con la ciudad”. Estas mismas palabras aparecen también recogidas en la página web de la agrupación.
Más preguntas: ¿por qué silbaban el himno del PP? ¿Por qué se desviaron de la ruta prevista sin avisar? ¿De verdad todo esto no resulta intimidatorio?
Cabe recordar que los actos contra las personas o partidos contrarios a la secesión no son infrecuentes en Cataluña. Albert Rivera, líder de C‘s, ya sufrió una amenaza de muerte por unos jóvenes militantes de ERC, hecho probado por la sentencia a su favor.
Además de eso, su partido sufre constantes agresiones a sus sedes (algo que se repite en las de PP, PSC y UPyD) así como los “escarnios” por parte de la CUP a los que, según el diputado de dicha formación, Quim Arrufat, en sede parlamentaria: “vais a tener que ir acostumbrándoos a actos así porque habrá más”.
Por otra parte, hace poco más de un año, Carme Forcadell, la presidenta de la Assemblea Nacional Catalana, señaló a PP y C’s como adversarios de Cataluña. Joaquim Maria Puya, citando a Jordi Mir, dijo que “los enemigos de Cataluña, en Cataluña, manifiestan sus puntos de vista en catalán” mientras defendía la política lingüística catalana. Y, como ya sabemos qué dos partidos están contra dicha política, parece evidente que los ataques, descalificaciones y otros actos de “escarnio” contra los partidos constitucionalistas en Cataluña son el pan nuestro de cada día.
Me parece evidente que en un país democrático no se puede aceptar que haya un grupo de personas disfrazados de bandoleros que, trabuco en ristre, disparan salvas durante más de quince minutos frente a una casa y que un acto así merece la más absoluta condena.
En lugar de eso, hemos visto como los nacionalistas se han apresurado a defender la acción y a cargar contra todo a aquel que se posicionaba en contra.
Así, por ejemplo, Carina Mejías, Jordi Cañas y, sobre todo, Juan Carlos Girauta, tuvieron que soportar un auténtico acoso en Twitter, especialmente este último, hasta el punto que, en su defensa, se creó el hastag #YotambiénsoyGirauta.
Los defensores de los trabucaires, además de caer infinidad de veces en el insulto y las amenazas, los acusaban, sobre todo, de mentirosos y recurrían a los montajes fotográficos ya comentados. Sin embargo, al día, los propios trabucaires reconocieron que sí estaban frente a la casa del político pero que se trataba de “una broma”. Curioso sentido del humor.
Otro de los argumentos para defender tan infame acto, era recurrir a que se trata de una tradición catalana y que aquellos que la critican es porque no entienden ni respetan Cataluña.
Es triste que esa Cataluña que siempre se ha presentado como la vanguardia de España, especialmente Barcelona, considerada la ciudad más cosmopolita del país, sea ahora la defensora de las esencias patrias llegando a cotas de ridículo como las que hemos tenido que vivir este mes de agosto con el presidente Artur Mas pasando revista a los “miquelets”. O, lo que es lo mismo, a unos señores disfrazados de paramilitares del siglos XVIII con pelucas y trabucos.
Y luego se atreven a acusar de caverna a los demás y presumen de que van a crear un “país nou”.