Los »tiburones» financieros siguen desbocados
El periodista Joris Luyendijk se sumerge en la city de Londres y asegura que la "cabina de mando" de los bancos de inversión "está vacía" y que los excesos que provocaron la crisis se siguen cometiendo
Un avión a toda velocidad. Y sin nadie en la cabina. Con muchos pasajeros a bordo, la mayoría ganando cifras astronómicas, y sin saber muy bien los mecanismos que aseguran el éxito o que llevan al fracaso. Así define el periodista holandés Joris Luyendijk los bancos de inversión, el mundo de las finanzas que ha diseccionado en el libro Entre tiburones (El hombre del tres, Malpaso).
Son «tiburones» que mantienen las mismas prácticas que las que provocaron la crisis de 2008.
Fue una propuesta del director de The Guardian, Alan Rusbridger, a Luyendijk, que comenzó a realizar entrevistas, la mayoría anónimas, a los banqueros de la city, y que colgaba en un blog en el periódico.
El ensayo tiene su miga, porque Luyendijk es antropólogo, además de periodista, y no sabía nada del mundo de las finanzas. Había trabajado en Oriente Medio, pero recaló en Londres para actuar como un confesor, dispuesto a conocer todas las miserias del sector. Este miércoles presentará el libro en Barcelona.
Sin «murallas» entre la banca de inversión y la comercial
Los banqueros se muestran cautos. Anulan entrevistas poco antes de que tengan lugar. Se retractan. Pero también llaman después porque creen que deben contar más cosas. Y la radiografía deja a Luyendijk con mal sabor de boca.
Lo que se descubrió en 2008, que los directivos de los megabancos estaban especulando con los ahorros que la gente gente de la calle había confiado a la división comercial, no ha cambiado ahora. «Uno esperaría que los megabancos tuvieran ahora que dividirse y separar las dos partes: la división de inversiones, que asume altos riesgos, y la más tradicional división comercial, que gestiona los pagos y las cuentas de ahorro de la gente. Pero no es así. Lo que va a haber, al menos en el Reino Unido, es una simple ‘valla electrificada’ entre esas dos secciones, y no ahora, sino dentro de algunos años», asegura el periodista en su libro.
Los banqueros entrevistados admiten que esas «murallas chinas», como las llaman, no existen en la práctica, y que se confunden los papeles. La ambición de ganar el máximo dinero posible sigue vigente, y sólo algunos casos, pocos, deciden abandonar la profesión y buscar otra vida menos agitada.
Una industria para el Reino Unido
Para el Reino Unido se trata de una industria enorme. Hay alrededor de un millón de personas trabajando en el sector financiero, y las agencias reguladoras cuentan con unos 5.000 trabajadores. «Así es difícil hacer un marcaje individual, ¿no? Los bancos siempre van a tener muchos más recursos», le espeta un regulador junior, de 35 años, que se define de «centro-izquierda».
El mismo profesional señala que el problema no son los banqueros, sino la cultura que los rodea. «Lo malvado no son las personas, sino la cultura que fomenta esas expectativas materiales. La gente viene, ve cómo los que tienen éxito son unos canallas y acaba imitando a esos bocazas intolerantes pensando que así va a salir adelante», asegura.
Y es que lo que Luyendijk desvela es un mundo de profesionales que ganan millones de libras al año, pero que viven sin ninguna red, y siempre pendientes de los despidos. En pocos minutos se puede pasar del éxito, porque se ha colocado un producto a un cliente, o se ha logrado que tal cliente no pierda una barbaridad en una operación, a una llamada que comporta que, en ese mismo instante, se bloquee la cuenta del correo y el servicio telefónico. Sencillamente está en la calle.
Porque yo lo «valgo»
Los entrevistados comparan sus sueldos con sus amigos, maestros o empleados, que pueden ganar sólo unas 22.000 libras anuales. El desequilibrio es enorme, y reaccionan de forma distinta a esa realidad, en función de la vanidad de cada uno. Si cobran esos sueldos millonarios es porque tienen «ese valor». El periodista antropólogo disecciona a esos profesionales que han acabado asumiendo que forman parte de una rueda gigantesca.
«Los bancos siguen contratando las mismas empresas de auditoría que no pudieron o no quisieron ver todos los errores o falsedades que había en sus balances contables, y lo mismo ocurre con las agencias de calificación de riesgos. Lo cierto es que los bancos no se han aliado para pedir a nivel global un aumento obligatorio de las reservas de capital. De hecho, han gastado millones presionando a los políticos para que ese inevitable aumento de las reservas fuera el mínimo posible», señala Luyendijk.
Los «millones» de Blair
¿Los políticos? No salen muy reforzados. El periodista recopila información, que le ofrecen los propios entrevistados. «El ex primer ministro laborista Tony Blair gana como mínimo dos millones y medio de libras al año como consejero de JP Morgan. Hector Sans, jefe de la agencia reguladora cuando se produjo la repentina caída de su sector en 2008, recibió una oferta para trabajar en el megabanco Barclays. Se calcula que su ‘compensación’ era de tres millones de libras al año».
«¡Joder! Exclama Luyendijk