Los rusos ya están en Londongrado
La división de Europa beneficia a Rusia, por eso Londres vuelve a su histórica posición de sólido socio atlantista. Los acontecimientos les colocan de nuevo frente a los enemigos de la democracia. Pero ahora los tienen en casa.
Hace ya unos años que los rusos desembarcaron en Londres y la convirtieron en “Londongrado”. Fortunas multimillonarias de dudoso origen que entraron en el país sin que nadie les hiciera preguntas. Amigos y enemigos de Vladimir Putin que han ajustado sus cuentas en suelo británico para escándalo de algunos y enriquecimiento de otros. Boris Johnson tiene el enemigo en casa. Y ni él es Margaret Thatcher ni Ucrania las Malvinas.
En esta crisis con tambores de guerra de fondo cada país va tomando posiciones. Los más fuertes de la Unión Europea, es decir Alemania y Francia, no están por la labor de enfrascarse en ninguna aventura bélica, por más que sus compromisos internacionales con la OTAN les puedan obligar a mancharse las botas de barro y nieve en las fronteras del Este. La falta de unidad y de acción conjunta en el plano militar cuestiona seriamente el proyecto europeo y deja al viejo continente convertido en una potencia cortocircuitada. Moscú lo sabe y actúa en consecuencia desde hace tiempo.
Quienes más contribuyen al mantenimiento de la OTAN, EE.UU. y Reino Unido, siempre han recelado de la solidez de la UE, y no solo en materia de defensa. Los británicos que votaron a favor del Brexit tienen ahora más argumentos para justificar la decisión que adoptaron en el referéndum de 2016. La relación entre en Reino Unido y Rusia es más que tensa y en Londres siempre han pensado que esa batalla la iban a tener que librar solos, sin la ayuda de Bruselas y los socios comunitarios.
Los problemas vienen de lejos. La caída de la URSS y el desmoronamiento de toda su gigantesca estructura convirtió en millonarios a viejos dirigentes, hombres de negocios y líderes sin escrúpulos del régimen soviético. Los que no se sometieron al dictado de Vladimir Putin acabaron buscando refugio para ellos y sus sospechosas fortunas en distintos lugares del mundo. La capital británica fue el lugar ideal. Hasta el punto de convertirla en Londongrado. La lista es larga, si bien algunos apellidos se hicieron tristemente famosos entre la opinión pública internacional.
Seguro que se acuerdan del caso Litvinenko. Ex miembro de la KGB envenenado en el hotel Milenium de Londres con polonio en 2006. Murió tras 23 días de agonía. O de Boris Berezovsky, un multimillonario que pasó de tener influencia en el Kremlin a convertirse en enemigo de Putin. Apareció ahorcado en la ducha de su casa de Chelsea en 2013.
Más reciente, de 2018, es el caso de envenenamiento también en Londres de Sergey Skripal y su hija con Novichok, una sustancia venenosa fabricada en Rusia que los mandó al hospital. Y así hasta 14 muertes en suelo británico de personas con vínculos rusos que en su día parecieron “accidentes” pero que los Servicios de Inteligencia y Scotland Yard atribuyen a un entramado relacionado directamente con el Kremlin.
Ya el gobierno de Theresa May protestó airadamente contra el régimen de Vladimir Putin por ajustar sus cuentas particulares dejando cadáveres en las orillas del Támesis. Pero de poco le sirvió. Los tentáculos rusos, tanto de los enemigos como de los amigos de Moscú, están tan extendidos en el Reino Unido que se sospecha que muchos sectores económicos y políticos dependen en gran medida del capital blanqueado de la antigua URSS.
Informes del propio Parlamento de Westminster y de Transparency International han denunciado recientemente la excesiva tolerancia mostrada por el Gobierno británico hacia fortunas rusas por valor de miles de millones de libras esterlinas. Las inversiones multimillonarias iban al sector inmobiliario de lujo en Londres, a escuelas de elite o históricas instituciones de prestigio…Pero también a políticos o despachos de abogados influyentes.
La facilidad con que estos magnates se han instalado en sus lujosas mansiones de Londres y sus opacas donaciones para las causas más diversas han servido a Putin para influir en muchas esferas de la vida en las islas. Especialistas británicos en política rusa creen que el Kremlin está obsesionado con debilitar al Reino Unido. No hay pruebas irrefutables, pero todo apunta a que Rusia interfirió en la campaña del referéndum de independencia de Escocia y en el Brexit.
La división de Europa beneficia a Rusia. Está claro. Y por eso Londres vuelve a su histórica posición de sólido socio atlantista. Los acontecimientos les colocan de nuevo frente a los enemigos de la democracia. Pero ahora los tienen en casa.