Los retos del clan Pujol para 2015 (5)

Son tiempos de nieve y, por tanto, de esquí. Son muchos los que disfrutan del deporte y la naturaleza en paradisíacos enclaves de montaña. Hay otros en el Pirineo aragonés, pero Andorra y Suiza son dos de los más privilegiados rincones para gozar de los deportes de invierno en estas fechas.

Hay muchos españoles y no pocos catalanes que viajan a estos dos lugares a la que comienza el invierno. Las estaciones de alta montaña y sus instalaciones hoteleras se convierten en refugio de bolsillos acomodados procedentes de toda Europa. En ambos lugares, la actividad bancaria también se incrementa aprovechando la presencia de un flujo anormal de visitantes.

En Cataluña, por proximidad e idioma, el viaje a Andorra ha sido durante muchos años una especie de reliquia familiar. En los años de bajísima fiscalidad y antes de la entrada en vigor del euro, los quesos, la mantequilla, el tabaco, algún fármaco y varias botellas de licor poblaban los maleteros de los vehículos que retornaban por la frontera de manera muy asidua.

Algunos de nuestros gobernantes, sin embargo, no tenían idéntica propensión al consumo. Los hombres y mujeres que con el acta de diputado o el cargo público bajo el brazo viajaban al país del Pirineo eran más aficionados al ahorro personal que al esquí, el tabaco o el queso. Sobre todo, aquellos que más mandaron durante más de dos décadas. La familia, el clan Pujol, eran visitantes regulares de las oficinas bancarias. Gastaban poco en el país pero aportaban riqueza en forma de imposiciones en las cuentas corrientes de su sistema financiero. Y sus amigos, muchos de ellos, les seguían. Por ejemplo, Lluís Prenafeta, que fuera el número dos de Pujol durante largo tiempo, y Macià Alavedra, otro de los hombres fuertes de CDC ligado de manera muy estrecha al que fuera presidente catalán. El fiscal de Anticorrupción pide para ambos una pena de cárcel de siete años por operaciones urbanísticas irregulares, cuyo fruto acababa residiendo en Suiza o en Andorra por vía conyugal.

Pese a las dificultades de la justicia con sus casos deben afrontar el rechazo popular y la pérdida de recursos

El año que se abre para el clan de los Pujol y sus allegados políticos es oscuro. La justicia afronta grandes dificultades para obtener información de los paraísos fiscales donde ha residido el dinero no declarado a Hacienda u obtenido por procedimientos supuestamente al margen de la ley. El padre, la madre y todos los hijos menos uno tienen procesos judiciales abiertos con diferente sesgo e intensidad. Incluso, puede decirse, con diferentes gradaciones a la hora de evaluar cómo podrían prosperar.

Jordi Pujol Ferrusola, pese a la leonina defensa que desempeñan Albert Carrillo y Cristóbal Martell, tiene algunos flancos descuidados y todavía desconocidos, pero sobre los cuales trabaja la justicia que examina las idas y venidas del hijo mayor del clan. Oriol, otro de los descendientes, lo tiene peor. En los sumarios en que está inmerso las pruebas factuales son más aplastantes y toda defensa legal será insuficiente para que la justicia determine a su favor. Es probable que por el calendario electoral en ciernes ninguno de ellos tenga que volver al Parlamento catalán a responder a la teatral comisión de investigación que el experto diputado de la sandalia ha montado para que sirva de bien poco.

La familia deberá recomponerse del chasco que les ha supuesto después de tantos años la obligación exprés de soltar el dinero a Hacienda. Fue una decisión inevitable para evitar que algún juez inmisericorde tuviera la ocurrencia de imponer una prisión preventiva por delito fiscal. Han perdido más de lo que tenían en las cuentas que movieron (no será, seguro, la totalidad de lo que posean, por supuesto) en su regularización fiscal. Y eso, duele. Como es improbable que tengan propósito de enmienda, los Pujol deberán emplearse a fondo el próximo año en la conllevancia del rechazo mayoritario que despiertan como clan en una sociedad anonadada y que se siente hasta traicionada por sus líderes. Lo pueden hacer aquí (y no será muy fácil) o en algún destino de los que han frecuentado estos años cerca del esquí (si es que les quedan posibles). Un buen reto sería buscar domicilios alejados de los focos, como dijo en su día Xavier Trias. Casi que parece lo más recomendable.