Los referéndums y las repúblicas no se regalan
El nuevo gobierno de Sánchez deja muchas dudas, sobre todo respecto a su relación con un Govern dispuesto a conseguir la república gratuitamente
La moción de censura –un procedimiento extraordinario- que ha llevado a Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno del Reino de España genera dudas y expectativas.
Hay quien duda de que dicha moción de censura, cuyo objeto es el de dotar de un gobierno estable y duradero al Estado, cumpla su cometido a tenor de un ejecutivo socialista en minoría que está al albur de Podemos, ERC, PDeCAT, PNV y otras fuerzas minoritarias.
También generan dudas y expectativas el tipo de medidas que el gobierno de Pedro Sánchez pueda desarrollar durante su mandato.
Las preguntas de Sánchez
¿Qué alianzas o qué geometría variable en el Congreso? ¿Un gobierno para tejer o destejer? ¿Se gobernará por la vía del Decreto?
¿Se mantendrá la política de estabilidad presupuestaria? ¿Se ejecutarán las medidas restrictivas que en materia de economía recomienda la Unión Europea?
¿Se calcularán las pensiones en función del IPC o del factor de sostenibilidad? ¿Qué techo de gasto para los Presupuestos de 2019?
¿Qué ocurrirá con aquellas leyes aprobadas en el parlamento de Cataluña hoy recurridas y suspendidas temporalmente?
¿Se retocará o modificará una reforma laboral que ha contribuido a la superación en curso de la crisis? ¿Se impulsará un pacto entre la patronal y los sindicatos en pro del aumento salarial?
¿Se reformará la Ley de Seguridad Ciudadana o el Código Penal? ¿Qué Fiscal General del Estado? ¿Cambios en la Ley de Extranjería?
¿Qué ocurrirá con aquellas leyes aprobadas en el parlamento de Cataluña hoy recurridas y suspendidas temporalmente –cuestiones como la pobreza energética, los refugiados o la conservación del medio ambiente- en algunos de sus artículos?
¿Qué sistema de financiación de las Comunidades Autónomas? ¿Quizá una propuesta de reforma de la Constitución? ¿Qué actitud ante una reforma del Estatuto –o un nuevo Estatuto– del País Vasco?
El problema catalán
Las dudas y expectativas que despierta el gobierno de Pedro Sánchez aparecen también en la cuestión del “proceso”. Hay que tener en cuenta que el secesionismo catalán –hoy por hoy – es retórica, gestualidad y folclore.
El holograma de Berlín, el paripé del presidente Torra y sus consejeros con el sainete de la restitución, el referéndum de autodeterminación, el mandato del 1 de octubre, la construcción de la república, los presos políticos, los exiliados, las calles siempre serán nuestras o los lazos amarillos.
Mantiene la estrategia de la tensión, la confrontación y el desafío; si tenemos en cuenta que parece envalentonado y con la intención de aprovechar cualquier debilidad del Estado para cuadrarlo.
También sigue avivando las esperanzas de la fiel infantería independentista; si tenemos en cuenta que sigue alimentando el cuanto peor mejor con la probable intención -¡que siga la ficción!
¡Que siga el engaño!- de convocar nuevas elecciones autonómicas en otoño coincidiendo con el juicio a los secesionistas imputados por diversos presuntos delitos.
Si tenemos en cuenta todo eso, ¿qué clase de diálogo podrá mantener Pedro Sánchez?
Cómo dialogar con quien asegura que es absurdo decir que abandonen la unilateralidad y la desobediencia
¿Qué cabe esperar de una un presidente de la Generalitat de Cataluña que ha colgado un pancarta –con lazo amarillo incorporado- en el balcón del Palacio de Generalitat en donde puede leerse –en catalán e inglés- “Libertad presos políticos y exiliados”.
¿Puede entrar Pedro Sánchez en el Palacio de la Generalitat pasando por debajo de semejante balcón?
¿De qué puede dialogar Pedro Sánchez con un Joaquim Torra –lacito en solapa- que exige hacerlo de “gobierno a gobierno” y dice “que no se rendirá”?
¿De gobierno a gobierno como si España y la Comunidad Autónoma de Cataluña fueran dos entidades soberanas del mismo nivel?
Y, dialogar, ¿sobre qué? ¿El Referéndum? ¿La República? ¿Un nuevo Estatuto? ¿Una reforma de la Constitución?
Más. Cómo dialogar con una consejera de Presidencia de la Generalitat de Cataluña que, ni corta ni perezosa, asegura que “es absurdo decir que abandonen la unilateralidad y la desobediencia” y que “nuestra propuesta pasa por el derecho de autodeterminación y por un objetivo republicano y de independencia de Cataluña”.
Si lo dice en serio, ¿en qué planeta vive? En el Estado de derecho, cualquier diálogo se mantiene en el marco de la legalidad constitucional.
Queda claro que ningún Estado de derecho regala referéndums o repúblicas inconstitucionales. Queda claro que el secesionismo catalán –además de aterrizar en la realidad: mando y tropa- ha de asumir el orden constitucional.
No están difícil entenderlo: en el Estado de derecho se cumple y se hace cumplir la ley.