Los presupuestos de 2017 se van a aprobar

Cataluña tendrá presupuesto. Después de que la negociación haya sido más larga de lo previsto, la presidencia de la Generalitat se ha asegurado de que las cuentas se aprueben con las gesticulaciones habituales a derecha e izquierda. Lo extraño ha sido, en todo caso, que las negociaciones las hayan protagonizado los responsables políticos más que los económicos de la Generalitat. Pero es que el presidente Puigdemont tiene perfectamente atada esta negociación, lo que comparte con su partido, el PDECAT, sin las fisuras que predicen los agoreros habituales y los inmorales de la derecha que viven del cuento y de sus antiguas corruptelas.

Además, todo el mundo sabe que sin presupuesto, la legislatura se acaba a finales de enero y no quedaría otra que convocar elecciones. «Si no los hay, no habrá referéndum» — sentenció hace poco el presidente Puigdemont. ¿Quién va asumir el coste de acabar con una legislatura que se puso en marcha sin otro objetivo que convocar el referendo? ¡Nadie! Incluso la siempre imprevisible CUP no puede cargar con la responsabilidad de cortar por lo sano con Junts pel Sí y facilitar el desencanto independentista. ¡Qué más quisiera la izquierda unionista! Domènech y Coscubiela están intentando seducirles por tierra, mar y aire con el anzuelo de la Revolución española.

El cuento sobre las supuestas concesiones de Junts pel Sí a la CUP en la elaboración del presupuesto es una exageración del conservadurismo catalán, que está desesperado porque lleva años sin dar pie con bola, y lo que le preocupa es recuperar el elefante metafórico de Lakoff, obsesión que comparte, pero por razones opuestas, con los izquierdistas de Podemos y su confluencia catalana. Lo relevante no es lo que uno sea en realidad, sino como tus adversarios consiguen activar estructuras mentales inconscientes para que seas visto por los demás como ellos quieren, normalmente en negativo.

Lo que debe evitar a toda costa el PDECAT es, precisamente, que se les identifique con esos conservadores que sueñan con un Estado débil y con impuestos bajos. Ese mundo es el de Trump y no representa ni tiene nada en común con Marta Pascal y su grupo. Después de lo visto estos últimos años, defender que haya más progresividad fiscal y que se grave a las grandes fortunas no debería ser considerado de ninguna manera patrimonio de la izquierda, como tampoco lo es combatir otra posible burbuja inmobiliaria con medidas para favorecer el alquiler frente al endeudamiento exagerado de las familias jóvenes para comprar un piso, que es lo que quiere evitar, sea dicho de paso, las medidas que está preparando al respecto la consejera Meritxell Borràs. Cualquier liberal con un poco de sentido común defiende eso y mucho más sin montar ningún escándalo.

Lo sustancial de las cuentas que se presentan para su aprobación no es que contemplen la subida de unos cuantos impuestos menores, que se eliminen deducciones y ayudas según el nivel de la renda, que se grave la compraventa de inmuebles de más de un millón de euros o que esas medidas se acompañen con la derogación de la ya innecesaria Ley de Estabilidad Presupuestaria que implantó el consejero Andreu Mas-Colell obligado por las circunstancias y la coyuntura económica.

Lo verdaderamente importante es que son unos presupuestos que protegen a las clases medias porque, dentro de lo que cabe, aumentan el gasto social y gravan a las rentas más altas para poder paliar el déficit fiscal que arrastra la Generalitat.

Los Presupuestos de la Generalitat para el 2017 registrarán un aumento de 1.050 millones de euros con respecto a las cuentas del 2015 (prorrogadas en la actualidad) en los departamentos de Enseñanza, Salud, Trabajo, Asuntos Sociales y Familias, el primero en manos del PDECAT y los dos últimos de ERC. Pero eso da igual, porque el partidismo aquí no importa. El objetivo de esta medida es revertir los recortes realizados durante el periodo de crisis. Subsanar los déficits no debería comportar caer en los mismos errores de otras épocas. La recaída podría ser mortal.

En la XXI Trobada d’Economia de S’Agaró, el vicepresidente de la Generalitat afirmó que si se mantiene el ritmo actual de crecimiento, el producto interior bruto (PIB) de Catalunya alcanzará los 230.000 millones de euros a finales del 2018. Se trata de un salto de 30.000 millones en dos años, tras permanecer anclados en torno a los 200.000 millones durante los años de crisis. De confirmarse, esa sería una muy buena noticia, aunque no paliaría las bolsas de pobreza existentes en Cataluña, algo que debería preocupar por igual a los dos socios de Junts pel Sí, ERC y PDECAT.

Cataluña tendrá presupuesto para el 2017. Y si los independentistas no consiguen aprobarlos, entonces merecerán la reprobación de quienes les han apoyado año tras año a pesar de su incompetencia y de las grandes putadas que la dirigencia independentista no ha podido evitar que todos viéramos que se hacían. El independentismo moderado, pragmático y liberal, debe combatir con uñas y dientes a los derrotistas de la izquierda y a los conservadores de la derecha, aliados circunstanciales para hundir conjuntamente al Gobierno que está comprometido con los electores hasta que se celebre el referendo.