Los poderes de Carme Forcadell
Lo menos que puede decirse de la figura de Carme Forcadell al frente de la ANC es que tiene una forma representativa inusual. Convoca manifestaciones, presiona, recluta voluntarios para hacer proselitismo de casa en casa y propagar los eslóganes del populismo independentista. Cuesta cuantificar la representatividad de Carme Forcadell.
Por ahora lo que puede decirse es que la organización de la ANC tiene una naturaleza informal, poco jurídica y de transparencia muy circunstancial.
Los mecanismos por los cuales una figura de muy escasa entidad pública pasa a liderar un movimiento en la calle no son, en este caso, muy sofisticados. Tampoco lo es el perfil político de Carme Forcadell. Pero no es una cuestión de pedigrí ni de diplomas.
Es una cuestión mucho más elemental: ¿Quién es Carme Forcadell? Algún día querremos saber qué ha pasado para que el mundo político catalán se viese desbordado en la calle, en las calles, en virtud de una inoperancia que sea por los motivos que sean está erosionando las formas institucionales. La credibilidad institucional pudiera ir a la baja, pero posiblemente la precederán las organizaciones asamblearias, tan rupturistas como históricamente ingenuas.
Cuando en una sociedad hay un vacío de autoridad alguien lo ocupa o lo usurpa. También puede ser un vacío de poder o un vacío político. Para todas las eventualidades, Carme Forcadell se muestra disponible. Tras el ejercicio democrático normal desde hace décadas, es como si la política catalana entrase en fase regresiva, en una lucha mercantil por el poder en la que la ANC quiere arbitrar los destinos de Cataluña.
Es como si Carme Forcadell fuese la única voz del pueblo mientras todos los días ejercen sus funciones representativas algún millar de concejales electos, alcaldes y regidores, diputados autonómicos, senadores, diputados a Cortes. En fin, la confusión es tan pronunciada que es como si Carme Forcadell, rodeada por un puñado de fieles entusiastas, fuese a darse una vuelta por la Plaça de Sant Jaume para que el poder democrático le sea entregado con autenticidad civil y de forma espontánea.
Quien sabe en qué queda lo que se llamaba sociedad civil catalana. Es anómalo que la expectación se concentre en lo que haga o deje de hacer la ANC cuando lo que se está viendo es que el célebre choque no va a ser entre la Generalitat y Estado –no entre Cataluña y España, por supuesto– sino entre ERC y CiU. O más exactamente entre quienes intentan reconducir la situación aún a riesgo de que activistas como Carme Forcadell lo consideren una traición a Cataluña y quienes niegan que pueda plantearse un pacto con el Estado.
En esta segunda tesis está Oriol Junqueras, cuyo liderato pierde sentido a buen ritmo, en la medida en que tan solo ejerce de estadista sentimental, rudimentario y de horizontes poco abiertos. Experto en líneas rojas, es probable que acabe traspasándolas todas, las suyas, las de CiU y las del Estado, aunque ya será desde una cierta inocuidad. Ahora dice que los tiempos se han acelerado cuando la única unanimidad del momento es que los tiempos se han ralentizado. Extraña el mapa político en el que ERC sustituya a CiU y la ANC de Carme Forcadell tenga más poderes que ERC.