Los peligros del click ¿Por qué Gutenberg es mejor que Zuckerberg?
Las redes como mecanismo de coordinación social han existido desde siempre, en paralelo a jerarquía y mercado. Así, la jerarquía se da cuando dos nodos (como por ejemplo grupos, personas u organizaciones) tienen una relación de propiedad, de trabajo o de subordinación explícita entre sí: una matriz propietaria de una filial, un contratado con una relación laboral de subordinación a un superior o un monarca con autoridad sobre sus súbditos.
El mercado, en cambio, se da cuando dos nodos llevan a cabo un intercambio puntual en base exclusivamente a precio. Por último, la red se da cuando dos nodos autónomos (sin relación jerárquica entre sí) mantienen relaciones continuas en el tiempo, basadas en la comunicación y la coordinación recíproca.
La invención de la imprenta, su rápida popularización y la red de impresores distribuidos que dinamizó, tiene semblantes parecidos al fenómeno Facebook—tal y como nos ilustra magistralmente Nial Ferguson en su última obra La plaza y la torre. Desde su (re)invención en Mainz por Johannes Gutenberg en 1439, la imprenta se popularizó a formidable velocidad: en 1480 había más de 110 imprentas distribuidas por Europa. Ambos fenómenos han tenido un efecto enorme en la transmisión de la información, reduciendo exponencialmente el coste de acceso, producción y distribución de la misma. Ambos han tenido también un efecto enorme en la política. La imprenta facilitó el terremoto de la reforma luterana y Facebook ha favorecido el éxito de Donald Trump, el brexit o Matteo Salvini, entre otros.
Por evolución psicológica reaccionamos más ante información extrema que frente a información confirmada.
Las diferencias entre la imprenta y Facebook son también muy importantes y todas tienen que ver con que Facebook es una plataforma que facilita una red social, mientras que la imprenta facilitó que la red ya existente de impresores se ampliara y comunicara de manera mucho más intensa. Facebook tiene un dueño claro, mientras que cada nodo era propietario de su propia imprenta. Ello genera dos diferencias mayúsculas entre las respectivas redes: una red puede ser controlada al depender de una plataforma con dueño, la otra no; una red es fuente de generación de rentas para el propietario de la plataforma, la otra red genera beneficios individuales para cada uno de los nodos.
Facebook no es una red sino una plataforma que permite que exista la red social: Facebook es el medio. Y esta semántica diferencia entre red y plataforma es fundamental. En Facebook cada uno puede decidir con quién conectar y formar su red, pero en última instancia, la plataforma que permite que los nodos se conecten entre sí es de propiedad privada.
La red de relaciones y transacciones que permitieron, primero, que la imprenta se popularizara entre editores y luego que se compartieran publicaciones, no dependía de una plataforma. Esa red era una red pura, donde nodos completamente autónomos entre sí se relacionaban mediante relaciones no-mediadas ni facilitadas por un monopolio comunicativo (es decir, la plataforma). Además, mientras la plataforma permite a los nodos conectarse entre sí libremente, la información que la plataforma proporciona a cada nodo está dirigida.
Aquí juega un papel fundamental el modelo de negocio de las plataformas comerciales: sus ingresos dependen de que terceros paguen por publicitarse. Es decir, de que las plataformas vendan a sus clientes (los anunciantes) la posibilidad de comunicarse con los nodos (los usuarios).
Por otro lado, la prueba para el anunciante del impacto publicitario proviene de los clicks de los usuarios. He aquí el problema: por evolución psicológica, como personas, reaccionamos más ante información extrema que ante información confirmada o conocida. Con tal de maximizar el número de clicks, las plataformas alimentan a sus nodos con información extrema. Pero como lo extremo es relativo y distinto para cada uno de los nodos, los algoritmos de inteligencia artificial son capaces de optimizar la noticia extrema, personalizándola a las características de cada usuario.
El producto que vende la plataforma a sus clientes es la atención de la gente. De esta forma, un tuit de Salvini o Trump se propaga rápidamente en las redes sociales. Un estudio de Science muestra cómo las noticias falsas se transmiten más rápidamente que las verdaderas. La alimentación de información dirigida basada en personalización y extremismo, tiene un efecto socio-político muy nocivo, pues en lugar de cohesionar a la red social, la plataforma la fragmenta, convirtiendo leves preferencias de cada uno de los nodos en posiciones radicales.
Por ejemplo, dos lectores moderados, relativamente cercanos en sus posiciones, uno con un leve sesgo progresista y el otro conservador, acaban radicalizando su posición al ser alimentados constantemente con información cada vez más extrema, uno hacia la izquierda y el otro hacia la derecha. El mecanismo subyacente que incentiva a la plataforma a mostrar información incrementalmente extrema es la necesidad del click. Es decir: la de maximizar nuestra atención. Los impresores del siglo XV hablaban entre sí, se comunicaban mediante las tradicionales cartas, hablaban con conocidos creando una red de comunicación. Esas relaciones creaban una correa de transmisión de información. Así, un impresor podía intercambiar tecnología, ideas y libros, como siempre había hecho, pero la imprenta facilitó enormemente la posibilidad de compartir y replicar obras.
No había una plataforma dueña de la red de impresores, monopolio de pro-visión de información, ni un modelo de negocio. Nadie disponía de una visión holística de toda la red. Nadie tenía la capacidad de alimentar a cada nodo con una información personalizada e incrementalmente extrema. Los impresores se pasaban información, seguramente aquellas noticias más extremas viajasen más rápido y más lejos, pero el contenido de la información transmitida no estaba optimizada para aumentar el número de clicks y reenvíos.
Es justamente esta característica, la de plataforma-modelo-de-negocio, la que hace muy poco creíble que la auto-regulación que manifiestan las plataformas vaya a poder mejorar el sistema. Si el modelo de negocio se basa en vender clicks, parece difícil que las plataformas no vayan a maximizar los clicks de sus usuarios.
Lo grave es que no está nada claro que las democracias sean capaces de funcionar sin un único foro de discusión y sin un mínimo de información compartida. Los medios hasta ahora concentraban la información y la con-versación era única. Los medios tradicionales formaban un oligopolio que hacía converger el pensamiento, para bien y para mal. La personalización y el extremismo actual generan múltiples conversaciones, foros independientes, clanes informacionales separados. Está por ver si la democracia es funcional bajo estas fuerzas divergentes.
Ante este terremoto tecnológico y político vemos tres estrategias distintas:
1.—La China autoritaria adopta un enfoque donde las plataformas se subordinan al Estado. Ello es posible justamente por su estatus totalitario, por lo que las plataformas chinas no tienen capacidad para objetar.
2.—La estrategia americana combina la relativa independencia de las plataformas con colaboraciones informales (más o menos forzadas)con las agencias de seguridad.
3.—Europa, con su tradición regulatoria, impone un marco regulatorio donde a las plataformas se les obliga a gestionar los datos de los usuarios con transparencia y ciertas garantías individuales. Aún está por ver si la implementación (el enforcement) de esta regulación es efectiva, en particular sin que haya ninguna plataforma con base en la UE. Además, se supervisan de cerca los comportamientos monopolísticos de las plataformas.
Ninguna parece sostenible a largo plazo: el autoritarismo chino que subordina a las plataformas campeonas nacionales; el libertario americano con colaboración de las plataformas privadas con los servicios de inteligencia; el regulatorio europeo pero sin plataformas propias.
La revolución Mark Zuckerberg -crear una plataforma que controla la red social- es distinta de la de Guttenberg, una tecnología que dinamizó la red europea de imprentas. El reto es doble.