¿Los otomanos del oeste?
Rajoy, expresión del tardofranquismo gobernante, volverá a ganar las elecciones. Con el apoyo de Ciudadanos. Comparto lo que dice Suso de Toro en un reciente artículo en eldiario.es «les conozco, tengo edad para ello, son franquistas. No franquistas sociológicos o algo por el estilo, lo son ideológicos y también de corazón». Es el partido sucesor del fundado por siete ministros franquistas, representando la alta burocracia de Estado, el poder financiero, el poder terrateniente y las corrientes católicas más reaccionarios, el Movimiento Nacional en pleno, apoyado por la Falange, pasada por ESADE, que es Ciudadanos.
Cómo le define un experto en comunicación, Luis Arroyo, hablando de la vestimenta de los líderes: «Albert Rivera viste como el arquetipo que representa: un aseado conservador que estudió en ESADE, y que luego lideró un partido conservador en Cataluña y ahora en España«.
El cuestionamiento de este régimen secular sólo se ha hecho con intensidad en Cataluña. Aquí existe la convicción mayoritaria de que es imposible modificarlo y que su pervivencia traerá de forma inmediata graves consecuencias sociales, económicas y culturales, empezando por los territorios más marginados, que a la vez son los más productivos: Cataluña, Valencia y Baleares.
Esta insurrección popular contra el tardofranquismo imperante sólo se puede sofocar, como dijo Margallo. Y en la medida que la ruptura del régimen es imposible en España, se convierte en ruptura del Estado en Cataluña, la casta hegemónica en Madrid retroalimenta el discurso que le facilita la hegemonía. Unidos por España. Pacto por España. Y la izquierda del régimen, el PSOE, se encuentra bien, haciendo de mamporrero del franquismo dual.
Guerra ya dio la receta esta semana. Actuar como en el 34: Govern de la Generalitat en la prisión, Parlament disuelto, presidencia administrativa de la Generalitat suspensa; que entonces fue cedida al financiero Ignasi Villalonga y ahora podría ir a parar a Duran i Lleida, Miquel Iceta, Fernández Díaz, Llanos de Luna. O directamente al Oso del Madroño. Total, ¡para hacer el papel de virrey!
Y reflexionando sobre este panorama, buscaba otras referencias internacionales. Y me venía a la mente la jugada de Erdogan en Turquía. Ha conseguido la mayoría absoluta con la bandera contra el secesionismo kurdo, la otra gran nación sin estado, junto a la catalana, en el entorno del Mediterráneo. Ha fomentado el yihadismo, como ha intentado Fernández Díaz en Cataluña, para después golpear al independentismo kurdo (o catalán).
Kurdos y catalanes, los únicos que han vinculado la construcción de un nuevo estado con la ruptura democrática, representan de verdad una opción de cambio en profundidad, y por lo tanto, de estabilidad social y paz a largo plazo, en los dos extremos del Mediterráneo. Una zona con suficientes riesgos desestabilizadores: éxodo, islamismo radical, estados fallidos económicamente como los PIGs…
Erdogan se ha revestido de nacionalista turco y ha utilizado el Corán como libro de cabecera, interpretado por los ulemas a sueldo del Estado. Rajoy se ha revestido de nacionalista español con la Constitución como libro de cabecera, interpretado por los ulemes del Tribunal Constitucional al dictado del PP.
Hasta aquí se acaban las similitudes. El imperio español y el otomano (Felipe II y Selim II) que se enfrentaron en Lepanto tenían orígenes similares. Un imperio sometido a las leyes castellanas de reinos como el de Aragón (los Germanos, els Segadors y finalmente la Guerra de Secesión) y el otro sometido los eslavos, los griegos y los armenios, que son quienes mantenían comercialmente el Imperio. Pero ya en aquel tiempo los otomanos, a diferencia de los castellanos, fueron tolerantes con las minorías religiosas, incluidas la judía, que fue acogida después de la diáspora sefardita hispánica.
Estos imperios ahora, ya no existen. ¿Seguro? Mustafà Kemal Atatürk en octubre de 1923 elimina la monarquía, europeíza las costumbres y el alfabeto y establece una República laica. Propugna un nacionalismo de Estado con envoltorio democrático y de progreso. En la II Guerra Mundial Turquía mantiene una neutralidad oscilante pero nítida. Hacia el final declaró la guerra a Alemania y Japón. Y su política para salvar judíos fue clara.
En cambio en España, en el mismo momento que Atatürk, el General Primo de Rivera (septiembre de 1923), implanta una dictadura al servicio de la monarquía pútrida y de las clases aristocráticas que lo habían apoyado, con confesionalismo y alejamiento de Europa. Después del efímero paréntesis normalizado de la República del 31 al 34, en España se implanta la segunda parte de la dictadura con el apoyo nazi-fascista. En la II G.M., Franco envolvió de neutralidad su política de alianza con Hitler y Mussolini (División Azul, rechazo al refugio de los judíos sefarditas).
De hecho en España, las clases dominantes del Antiguo Régimen se perpetuaron en los siglos XIX y XX, con pequeños retoques y con pequeños episodios democráticos: bienios progresistas y repúblicas efímeras. Quien manda siempre es el cuadrilátero formado por la aristocracia latifundista, el poder financiero vinculado al aparato del Estado, el alta burguesía siderúrgica y subsidiariamente, la textil.
Por lo tanto, a pesar de que Rajoy, ahora mismo, hace de Erdogan, los fundamentos de los dos Estados marcan diferencias. En Turquía el nuevo estado se basa en un hecho inicial revolucionario: la eliminación de una monarquía feudal, la europeización y laicización. En España, el nuevo Estado, del que el actual marco legal es una derivada evolutiva, no una ruptura, se basa en una victoria contrarrevolucionaria, antidemocrática, criptoconfesional y al servicio de la casta de siempre. Y así nos va.