Los nuevos políticos dan la cara (en la papeleta)
Los partidos políticos clásicos no sólo caen por haber sido incapaces de regenerarse ellos y modernizar su entorno. Caen, es obvio, por su insuficiencia para aportar alternativas contra la crisis política y económica de los últimos años, por la incapacidad de acotar la corrupción y acortar la distancia entre el país real y sus élites.
También, y eso es menos comentado, por no saber dar la cara. Entre el Mariano Rajoy que hablaba a través de un plasma y los mediáticos Pablo Iglesias y Albert Rivera (ambos parece que nacieron dentro del plasma) dista un abismo. Los políticos de la nueva era han aprendido que hay que dar la cara sin demasiados tapujos.
Rivera fue el primero. No nos acordamos, pero salió casi desnudo en su primer cartel electoral. Luego le siguió Iglesias, que en las elecciones europeas sustituyó el logotipo del partido por su fotografía en las papeletas de Podemos. Ahora sabemos que la propia Ada Colau (Barcelona en Comú) hará lo propio en las elecciones locales del próximo mayo.
Los liderazgos siempre han sido un activo de las formaciones políticas. Sin embargo, jamás se explotaron en tono personal, sino colectivo. Mucho de culpa tienen algunos complejos de la izquierda sobre los aspectos formales de la política que la derecha tampoco superó. Del «puedo prometer y prometo» del malogrado Adolfo Suárez ha pasado ya mucho tiempo y sólo Jordi Pujol y Felipe González han conseguido en su carrera identificar los proyectos que representaban con su propia imagen.
Hoy ya nadie duda. Rivera, Colau e Iglesias dan un nuevo sentido unipersonal al liderazgo político. Está bien que lo hagan, porque son nuevos y aún desconocidos en algunos ámbitos. Pero si se ponen a dar la cara en política que lo hagan en serio, con todas sus consecuencias, no sólo en la papeleta.