Los mercados elevan su confianza en España

La bolsa donde cotizan las empresas españolas, y su índice principal, el Ibex 35, ha mejorado en los últimos días hasta situarse en un nivel desconocido desde hacia algún año. Puede ser un espejismo, un sucedáneo de brote verde, pero siempre se nos ha educado en que la bolsa era un auténtico termómetro de la economía. Se sacralizó el papel de los mercados financieros en la economía real, pero lo cierto es que sí existe un mercado que se mueva por criterios de confianza, la bolsa es el principal de ellos.

Y no es el único que pinta bien. Ayer una empresa barcelonesa con importante implantación y a medio camino entre el siglo pasado y el presente, lograba que los mercados le dieran el espaldarazo. Se trata de Cirsa, una empresa familiar especializada en el juego y propiedad de Manuel Lao.

Decidió hace ya algún tiempo que fueran los mercados internacionales y no los nuevos accionistas (bolsa) o la banca quienes lo hiciera. Cirsa se dedicó a emitir bonos para inversores que decidían financiarla. Acumula casi 900 millones de deuda emitida con esas características y ayer hizo una nueva emisión ante la cual el mercado reaccionó de forma positiva: pidió más bonos y por tanto los compró a un interés más bajo.

 
No debe extrañarnos que los mercados hayan perdido el miedo a lo español como emblema de la crisis europea

Irlanda ha conseguido superar su crisis. Hace días que no oímos casi nada de Portugal. Hoy sólo Francia e Italia parecen amenazadas por la recesión. En España, la banca ha hecho los deberes de saneamiento que sus colegas europeos tienen pendiente. En consecuencia, tampoco debe extrañarnos que los mercados hayan perdido el miedo a lo español como emblema de la crisis europea. Ni somos el modelo ni tan siquiera quienes peor estamos en estos momentos o podemos estarlo. Ese es el mensaje del mercado.

Que la crisis pasaría estaba claro, que no sabíamos cuándo llegaría, también. Así que ahora que nos salpican los primeros síntomas de recuperación deberíamos alegrarnos del cambio de tendencia. No será inmediato ni del todo benéfico. Al contrario, seguirá la sociedad instalada al menos de forma parcial en el desencanto. Pero se desvanecerá, con lentitud, y acabará dejando paso a la luz de la recuperación. Es cuestión de no desfallecer y de paciencia. Hoy, España ya es algo más que un chicharro para los mercados y los mercaderes.