Los indecisos y las sorpresas a la inglesa

Posiblemente el «impasse» no sería el que es en Andalucía si la elección de la presidenta no se cruzase con la campaña electoral para las municipales. No se está actuando con criterio andaluz, sino con tácticas y estrategias puramente partidistas, pensando en el 24-M y las generales de fin de año. Por eso Felipe González reclama a los nuevos que «pierdan la virginidad» en aquella comunidad autónoma y los partidos jóvenes quieren llegar íntegros, puros y castos a los comicios siguientes.

Así es que nada de lo que sucede en Andalucía estos días nos es ajeno en Galicia. Concurren formaciones políticas emergentes, nuevas e inmaculadas. Fuerzas igualadas en muchos ámbitos. Electorado cabreado. Propuestas volátiles. Desfondamientos inesperados. Y dudas, muchas dudas, con un porcentaje llamativamente elevado de ciudadanos indecisos/as (más del 30%), lo que hace que, una vez más, las elecciones sean trascendentes. Volatilidad, dicen los politólogos de guardia.

Las encuestas insisten en buscar tendencias generales (que las hay, claro), pero unas elecciones locales ofrecen una amplia gama de matices solo interpretables si se conoce la realidad del pueblo o ciudad en cuestión. Por ejemplo: Si consideramos la encuesta de Sondaxe de hace unos días, no parece que el electorado se vaya a ensañar con el PP en A Coruña o en Ferrol. En Ourense (en la oposición) incluso tendrán un escaño más. El castiguillo es un poco más firme en Santiago y quizás aquí no baste con el apoyo de Ciudadanos para conservar el poder. Las expectativas del Bloque son negras, sin embargo sube en Pontevedra. ¿Acaso el censo de nacionalistas pontevedreses es infinitamente superior al de otras ciudades? ¿Por qué recula el PSOE en Ourense y mejora en Vigo? Dinámicas y claves locales, que operan al margen del contexto más allá de cada concello.

Ya se verá hasta qué punto y en qué grado los electores trasladan o no su enfado a las urnas. Porque, además de las dinámicas locales, al final siempre pueden darse sorpresas como la que saltó en el Reino Unido. Mucho malestar ambiental, pero en las urnas, a la hora de la verdad, apoyo mayoritario al jefe de los recortes en sanidad, educación, protección de los trabajadores y servicios sociales.

La derecha siempre muestra habilidad para activar estructuras mentales inconscientes de su electorado. «La gente no vota necesariamente por sus intereses, vota por su identidad», recordaba G. Lakoff en No pienses en un elefante.

Las izquierdas gallegas y españolas, incapaces de pactos básicos de mínimos, pueden ir tomando nota, porque en el último minuto, y aunque voten contra sus intereses, a muchos indecisos y a muchos cabreados les puede más ese determinado sentido de la identidad (y de la seguridad) que los conservadores agitan con eficiencia y profusión de amplificadores.