Los impuestos de Montoro o la negación de la crisis
Hay que reconocer que el ministro ha aprendido. Tras las subidas imprevistas, «aquí te pillo, aquí te mato» de la pasada legislatura, en la que Montoro subió impuestos en 30 ocasiones, el ministro lleva un mes avisando. Por eso, cuando se anunciaba esta semana la subida de los impuestos especiales y el de Sociedades, no ha habido desmayos en el auditorio. Si acaso, la desconfianza habitual que sobrecoge a muchos economistas cuando oímos a Montoro transmitir el mensaje de que aquí no pasa nada. En esta ocasión, ha dicho que no se suben los impuestos ni a las PYMES, ni las familias, ni los consumidores. Muchos se habrán dejado seducir por el canto de sirena de Montoro. Yo no. Cuando leí «alcohol, tabaco y bebidas carbonatadas edulcoradas» pensé en los bares. Deben estar llenos de júbilo. Ya se preparan para ofrecer zumo de piña sin azúcar.
Claro que no hay un impuesto a las familias, solamente faltaría eso. Pero las sociedades no son extraterrestres, sino instituciones que dan de comer a muchas familias. Y también lo son aquellas que lleven bares, que en nuestro país son muchísimas (260.000 bares) y no son exactamente las más pudientes, se van a ver afectadas muy negativamente.
Y sí, ya sé que el azúcar es veneno, que el tabaco mata, y que el alcohol crea muchos problemas consumido en grandes dosis. Pero es que con la crisis desaparecieron 30.000 bares y se estaban empezando a recuperar. Tanto si repercuten la subida del impuesto en el precio como si se la comen, los bares españoles van a vivir un momento muy complicado. Y con ellos, los negocios de restauración, normalmente microempresas y PYMES, donde se ofrezcan cubatas, gin-tonics, Coca-cola, Fanta, y refrescos en general.
Es decir, la base del turismo, a la sazón el negocio fuerte de nuestro país. Un golazo navideño, Montoro. Ni familias, ni consumidores, ni PYMES, ni micro empresas afectadas.
Nos daremos al vino y las cervezas, que es lo que nos dejas. Porque es cierto que tampoco la subida es un hachazo (eso lo ha dejado para Sociedades) pero el consumo en España es frágil, no hemos salido del agujero, y parece que Montoro no lo ve. La excusa de la obesidad y la salud hace tiempo que no cuela. ¿Por qué? Porque el alcohol también está en el vino y la cerveza.
Luego está el impuesto de sociedades. El pasado mes se subieron los anticipos que las empresas pagan al gobierno poniendo a los empresarios en el papel de sospechosos habituales. Ahora, entre otras cosas, además se eliminan deducciones y compensaciones por bases imponibles negativas de ejercicios anteriores, esos años de crisis en los que un 30% de tejido empresarial se destruyó y muchas empresas resistieron con mucho dolor. Y, sin aviso, les cambian las reglas del juego y se descarga sobre su espalda todo el peso de las pérdidas que asumieron pensando que tendrían unas compensaciones que ahora ya no disfrutan. Claro, dice Montoro que con esto se recaudarán unos 25 o 26 mil millones de euros, «muy lejos de las cifras anteriores a la crisis cuando se recaudaban 44 mil millones de euros». Pues sí, es que las empresas están muy lejos. Y el empleo, que recordemos que es creado por las empresas. Por si fuera poco, se incrementa el coste de gestión exigiendo la presentación de facturas diarias de lo que pagan y cobran las empresas.
En el paquete de medidas hay que destacar restricción en aplazamiento de pago del IVA y la prohibición de pagos en efectivo de cantidades mayores a mil euros. ¿El argumento? El fraude fiscal. Y lo propone Montoro mentando cada diez palabras a Bruselas, que nos tiene amenazados por el incumplimiento de la palabra firmada por su propio gobierno. Porque no somos los españoles los que incumplimos con Bruselas, no es a nosotros a quienes se nos fija el techo de gasto. Es al Gobierno, al mismo que limita la capacidad de actuación de las empresas, les trata como culpables a priori, y además nos miente a todos mirándonos a la cara. Resultado: de los 4.650 mil millones de euros que se va a ingresar, 4.300 mil millones serán fruto de exprimir a las empresas.
Y lo más sangrante no es el diagnóstico económico con hilo fino, sino la confirmación de que la economía se va improvisando en función de la necesidad política. Que el PSOE acepta el techo de gasto (antes de ser anunciado oficialmente) a cambio de una subida de salario mínimo. Y no seré yo quien piense que es por amor al trabajador, que en los libros de 1º de economía ya se estudia que la subida del salario mínimo lleva a mayores niveles de desempleo. El intercambio de cromos es un gesto de cara al escaparate del propio partido, que está hecho un desastre.
Así que estamos pagando los españolitos de a pie los desaguisados de los partidos políticos. Y dando las gracias porque, como nos ha restregado Montoro, no ha tocado ni el IRPF ni el IVA. Y a mí me ha sonado a amenaza en toda regla. Al tiempo.