Los idus de marzo en Crimea

El 15 de marzo estamos en los idus de marzo. Según el calendario romano este día era una jornada de buenas noticias. Sin embargo, en esa fecha del año 44 a.C. fue asesinado Julio César.

De hecho, según apuntaba el griego Plutarco, César fue advertido del peligro, pero lo obvió y el idus de marzo de ese año se tiñó de sangre: “Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado, llamó al vidente y riendo le dijo: «Los idus de marzo ya han llegado»; a lo que el vidente contestó compasivamente: «Sí, pero aún no han acabado».

El 15 de marzo de 1939 fue el día en que, durante el XVIII Congreso del PCUS, Stalin subió a la tribuna de oradores para advertir a las potencias aliadas que, en cualquier caso, “los imperialistas no esperen que les saquemos las castañas del fuego en una próxima guerra”.

Entonces no se comprendió lo que más tarde se comprendería claramente. En aquel idus de marzo el dictador bolchevique anunciaba a los países democráticos y libres otra mala noticia: su intención de llegar a un entente con la Alemania hitleriana. Después del desastre español, que acabó en aquella batalla campal entre los partidarios de negociar con Franco y los resistentes auspiciados por los asesores soviéticos, el anuncio del georgiano era un gran mazazo.

Los intereses soviéticos eran los intereses de Rusia. Como actualmente los intereses de Crimea también lo son. Desde la anexión de Crimea al Imperio Ruso en 1783 siempre lo han sido. Y aún lo fueron más después de la guerra que libraron Gran Bretaña, Francia y la Turquía otomana en la década de 1850 contra Rusia.

La historia de Crimea es intensa, pero la más reciente es fruto de la arbitrariedad autárquica comunista. Lo que en estos momentos esgrimen los críticos con el nuevo poder de Kiev es que Crimea es una península que Nikita Kruschev transfirió de Rusia a Ucrania en 1954 para conmemorar el 300 aniversario de la incorporación de esta última al imperio zarista. Por lo tanto, en opinión de esos palmeros de Putin, Crimea es un territorio ruso porque al fin y al cabo históricamente sólo lleva sesenta años bajo el dominio de Ucrania. Las cosas no son así de simples.

Hoy por hoy, hay tres grupos principales en Crimea: las etnias ucranianas del norte, las rusas en el sur y los tártaros, en el centro. Los tártaros representan entre de un 15% a un 20% de la población y sufrieron mucho durante el gobierno de Stalin y, en general, durante la era soviética, porque fueron perseguidos y deportados a las tierras de Asia Central por su presunta colaboración con los nazis.

Los tártaros son actualmente los opositores más acérrimos de la anexión a Rusia, puesto que la consideran una verdadera amenaza para su identidad, ya muy mermada. En National movements and national identity among the Crimean Tatars: (1905-1916), Hakan Kırımlı explica muy bien cómo Crimea fue colonizada por los rusos destruyendo sin ningún miramiento la identidad originaria de la península. Lean este libro y se darán cuenta de la magnitud del desastre. La colonización no fue un fenómeno exclusivamente africano o suramericano.

Si el referéndum que tendrá lugar este domingo se hubiese celebrado este sábado, este idus de marzo se teñiría también de malas noticias. El referéndum de secesión está instigado por las autoridades rusas para amenazar a los nuevos gobernantes ucranianos.

Ahora bien, la pregunta a la que debemos responder es: ¿por qué Putin quiere apoderarse de Crimea? Con la excusa del derecho a proteger a sus habitantes de lengua y etnia rusa y en nombre de un renacimiento de la civilización ortodoxa y eslava, Putin quiere apoderarse de Crimea para recuperar Rusia un protagonismo que cree perdido en la actual era de la globalización.

El desastroso final de la guerra fría engendró un nacionalismo ruso que recupera el sentido imperial de antaño de acuerdo con la filosofía mística de Ivan Ilyin (1883-1954), que es uno de los pensadores que Putin toma prestado del conservadurismo monárquico pre-revolucionario, para enaltecer la preponderancia de lo ruso por encima de cualquier otra identidad. “Confiamos en que llegue un día en el que Rusia se alce desde la desintegración y la humillación y comience una nueva era de desarrollo y grandeza”, escribió Ilyin hace muchos años y no obstante parece como si lo hubiese escrito en estos momentos, a raíz de esta penosa crisis.

Los idus de marzo son una fecha siniestra desde que Brutus asesinara a Julio César. La que se avecina en Crimea no parece que vaya a romper con el maleficio.