Los grandes empresarios también son astutos

Por mucho que la crisis de Cataluña y la subida a los altares de Podemos centren la atención mediática, resulta imposible pasar por alto el informe de la gran empresa para solucionar el problema del paro. Las 18 mayores empresas españolas han presentado –a lo grande, faltaría más– la propuesta de su fábrica de ideas (pomposa y eufemísticamente llamado Consejo Empresarial para la Competitividad) para coger por los cuernos el toro del paro. Unas cuantas y astutas ideas “para reflexionar”.

Viniendo de quien vienen, es fácil intuir qué tipo de propuestas se lanzan a la opinión pública. Pero el fantasioso señuelo de que se crearían nada menos que 2,3 millones de puestos de trabajo y, por tanto, se reduciría 10 puntos la tasa de paro ¡en sólo cuatro años! ejerce una poderosa atracción, hay que reconocerlo.

La realidad es que el estudio no decepciona. Los grandes empresarios han tardado años en descubrir la panacea, pero la bolita mágica les ha funcionado a pedir de boca. Bastan tres pinceladas para hacernos una composición de lugar sobre el escenario que proponen los magnates del neliberalismo desmelenado.

Así es que –dicen– habría que afrontar un nuevo ajuste fiscal de 30.000 millones de euros. Subimos los impuestos indirectos –no los que afectan a las empresas, claro– y metemos un nuevo tajo al gasto público, que incluye un amplio plan de privatizaciones. Más y más duros recortes, como si no nos hubiese llegado la dosis y España no luciese ya el dudoso honor de figurar en la cola de Europa en gasto público respecto al Producto Interior Bruto. La sanidad y la educación públicas son bocados muy apetitosos para los que buscan grandes espacios de negocio y se orientan con las luces todopoderosas de la Organización Mundial del Comercio.

También les parece a los Alierta, Isla, Botín y cía. que hay que mejorar la educación. No con más recursos, menos recortes y garantizando la igualdad de oportunidades. No. Mejor introduciendo la competencia entre centros educativos, como si fueran centros comerciales regidos por las simples reglas del mercado. Han de competir y han de tener autonomía para seleccionar mejor el mercado. Un disparo a la línea de flotación de la enseñanza pública y a las políticas progresistas.

Hay que aumentar el tamaño de las empresas y para una “política energética sostenible” creen que lo mejor es invertir en la dañina y peligrosa técnica del “fracking”. Fantástico.

En general, las propuestas demandan menos impuestos, más flexibilidad laboral y, por supuesto, mayor control sobre los vagos españoles con más inspectores de trabajo. No para controlar los abusos esclavistas en salarios, horarios y condiciones laborales que se han extendido como setas a la sombra de la crisis. No. Para combatir el fraude laboral, que parece preocuparles más que el fraude al país que implica buscarse paraísos donde pagar menos impuestos empresariales.

Este es el tipo de cosas que se le ocurren a los grandes mientras subimos peldaños y encabezamos el ránking europeo de desigualdad social. Pero en estas menudencias no hay que detenerse.