Los fuegos de Madrid no son artificiales

Si toda España fuera Madrid, o sea votara como Madrid, la brecha entre derecha e izquierda estaría menos desequilibrada hacia la derecha

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso / EFE
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso / EFE

Batalla cruenta, la desencadenada en Madrid, aunque no va a ser el preludio del vuelco que muchos suponen. Madrid es Madrid y España es España. Madrid es plural y anda dividida. España es más plural y está más dividida todavía.

Si toda España fuera Madrid, o sea votara como Madrid, la brecha entre derecha e izquierda estaría menos desequilibrada hacia la derecha. En otras palabras, la España que sigue a pes juntillas los vientos que soplan desde Madrid, es más de derechas que Madrid.

En cambio y con la excepción de Galicia, la España periférica es menos de derechas, y desde luego mucho menos sumisa a los designios capitalinos. En ella, la derecha rancia está muy lejos de campar a sus anchas.

Sirva el cuadro general tanto para enmarcar la batalla de Madrid en sus justos términos como para enfriar las expectativas de quienes, imitando a la lechera, transforman por anticipado la victoria de Isabel Díaz Ayuso en una cabalgada, felina por supuesto, que reconquiste España.

Las cosas no son, no serán tan fáciles. En primer lugar, está por ver el resultado en Madrid. En segundo, una posible alianza entre Ayuso y la extrema derecha no haría más que alejar, en vez de aproximar, el asalto del PP a la Moncloa.

Tal como se han planteado, con el hundimiento previsto de Ciudadanos, los fuegos dividen Madrid en dos bloques tan irreconciliables como siempre pero más alejados que nunca en tiempos recientes.

En efecto, si la extrema derecha de Vox tira de la derecha sin cortapisas, y sin quejas por parte de quien sufre los tirones, en la otra orilla es Podemos, y en su caso su hermanastro de Más Madrid, quien empuja al PSOE lejos del centro.

O con Vox o con Pablo Iglesias (e Íñigo Errejón). O contra el lobo de Vox o contra el diablo de Podemos, no hay pues lugar en Madrid para el voto centrista y moderado. Que no haya urnas para tal voto no significa, como avanzaba Fèlix Riera en este digital, que los votantes se hayan esfumado.

Lo previsible es que los fuegos de Madrid no incendien La Moncloa

Al contrario, deben de estar contemplando el cielo nocturno de Madrid con un sentimiento ambiguo de admiración y estupor. Toda megàpolis debe de ser cosmopolita so pena de perder comba a escala global.

Debe por lo tanto estar lo más exenta posible de caspa localista. En vez de regodearse en él, debe de sobrevolar por encima de su propio nacionalismo. Un afán común de modernidad y abertura debe impregnar su atmosfera.

En cambio, la batalla de Madrid está presidida por la confrontación entre los restos de una ideología izquierdista trasnochada que no acierta a desprenderse de su lastre para tomar ejemplo, pongamos por caso de los Verdes en Alemania, y la derechona de siempre revestida de trumpismo.

Esos fuegos sobre un cielo de tan postizo como eficaz azul en tiempos de Tierno Galván no traerán nada bueno. La batalla de Madrid es crepuscular. Y ya será mucho si los dos grandes partidos consiguen evitar desgarros de mayor calibre.

La mayoría de los que se presentan son poco presentables. Si los que se aprestan a influir, a marcar el rumbo del futuro, se salen con la suya, Madrid, en vez de subir al cielo, corre el riego de encaminarse hacia el infierno.

En la finiquitada legislatura el bloque que apoyó a Ayuso gozaba de un diputado más que la suma de las izquierdas, por lo que, de haber presentado Cs su moción de censura sin cometer la tontería de avisar en Murcia, el cambio de Ayuso por Ángel Gabilondo estaba cantado, sin posibilidad de transfuguismo efectivo.

En vez de una legislatura estable o de un giro que podía haber resultado bastante tranquilo, campan a sus anchas por Madrid todos los demonios que pugnaban por salir de sus alcantarillas. Desde luego, no está a la vista el héroe capaz de devolverlos al subsuelo.

Sea como sea, se imponga quien se imponga al final y por mucho que Ayuso consiguiera salirse con la suya, lo previsible es que los fuegos de Madrid no incendien La Moncloa. A veces, a la estabilidad la llaman resistencia. También atrincheramiento ante el peligro.

En Madrid, y en toda España, no hay puentes ni cambios en la gran correlación de fuerzas

Un peligro, el de la entronización de la extrema derecha, que si Madrid fuera España sería evidente. Pero como se ha apuntado al principio, eso no es así. A la derecha no le salen los números, jamás le han salido en esta democracia sin desactivar los temores o los resquemores de la periferia.

O sea que medítenlo bien quienes desde un madricentrismo que se revela miope, babean con una vicepresidencia de Vox en los próximos tiempos como consecuencia de que Ayuso revalide la presidencia.

Medítenlo bien, porque con la pérdida de peso de Cs, a más Vox, menos ganas en la variopinta amalgama contraria de ceder el paso a la derecha. En Madrid, y en toda España, puede haber mucho movimiento en cada ribera, pero lo que no hay son ni puentes ni cambios en la gran correlación de fuerzas.

Si a la suma de PP, Vox y Cs le faltan más de veinte escaños, lo previsible es que esta insalvable diferencia no disminuya sino todo lo contrario si Vox marca el rumbo del PP.

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