Los empresarios catalanes salen del armario
Ya dicen lo que piensan tanto en privado como en público. Parecerá una menudencia, pero nos hemos pasado dos años en los que oíamos un discurso en privado y otro diferente en público. Poco a poco la normalidad regresa a un mundo empresarial que ha pasado del miedo escénico a la necesidad de situar sobre la mesa los beneficios y problemas que la espiral soberanista acarrean.
Miquel Valls, presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona y del organismo catalán que reúne al resto de entidades, es uno de los últimos que se ha despachado a gusto sobre el particular. Pero no es el único. Patronales, gremios, asociaciones de diferente signo abandonan el silencio cómplice con el Govern de la Generalitat para resituar el problema político abierto en sus justos términos. Lo ha hecho también en los últimos días el presidente de Fira de Barcelona, Josep Lluís Bonet, a la sazón patrón de Freixenet.
Hay un antes y un después del editorial de La Vanguardia. Aquel artículo enfureció al independentismo más tacticista porque enseguida se apercibió de que en aquellas palabras había mucho más que la postura de un grupo editorial que coqueteaba con ellos hasta aquel momento. Hoy, casi todos los empresarios que tenían algo que decir lo han manifestado públicamente. Y habrán todavía más pronunciamientos invitando a la negociación política, tanto en Barcelona como en Madrid.
Sí, hablan con toda la prudencia del mundo, para no exaltar ánimos y sentimientos ni mezclarse con estrategias político-electorales. Son empresarios y prefieren la discrepancia amable al enfrentamiento frontal, la complacencia indulgente al descaro. Son tibios, sí, pero ya hay más fuera del armario de silencio que dentro.