Los cuatro pilares que debería defender la derecha en materia económica

La derecha, tanto en España como en buena parte de Europa, hace décadas que abrazó la socialdemocracia, dando así por perdida la fundamental batalla de las ideas. Desde Margaret Thatcher, cuya carrera como primera ministra del Reino Unido culminó en 1990, el Viejo Continente se ha visto huérfano del liderazgo moral e ideológico que deberían infundir los máximos responsables de los partidos ubicados en el amplio espectro liberal conservador, razón por la cual no es de extrañar que tal movimiento atraviese hoy una profunda crisis tras el surgimiento y desarrollo de la denominada “alt-right (derecha alternativa)” a uno y otro lado del Atlántico.

El problema de fondo es que la derecha tradicional ha ido renegando paulatinamente de sus principios y fundamentos básicos, asumiendo como propios buena parte de los postulados socialdemócratas, hasta el punto de reducir a la mínima expresión las grandes diferencias que separaban a ambos bloques. Y todo ello bajo el falaz y engañoso argumento de que es en el centro donde se ganan las elecciones, pues es ahí donde se ubica la mayoría de votantes, olvidando, por desgracia, que la primera y principal tarea de todo aspirante a liderar un país no consiste en adaptarse a la siempre voluble voluntad popular, sino en defender un proyecto con las convicciones y argumentos precisos para cautivar al electorado.

La prueba de que la derecha en España ha sucumbido al socialismo imperante es que el 74% de los ciudadanos rechaza, de una u otra forma, el capitalismo, siendo, junto a Italia, el país de Europa donde un mayor porcentaje de encuestados cree que el Estado debe asegurar “un nivel de vida digno” a la población, según el estudio Values and Wordlviews de la Fundación BBVA. Mientras que el libre mercado es “el sistema más conveniente” para la mayoría de europeos, los españoles lo señalan como “la causa de las desigualdades sociales”. Que la sociedad española sea una de las más anticapitalistas de Europa da buena cuenta de la orfandad ideológica que ha sufrido la derecha por culpa de la profunda ceguera y, sobre todo, cobardía que ha ostentado su clase dirigente.

Y si el error ha estribado en girar a la izquierda en busca de votos para no salirse de lo políticamente correcto, la solución no es otra que recuperar los grandes valores que ha ido abandonando por el camino, especialmente en materia económica, donde las diferencias entre PP y PSOE brillan por su ausencia. Cuatro son los pilares que debería recuperar la familia liberal conservadora para ser digna de tal nombre.

En primer lugar, la férrea e incontestable defensa de la propiedad privada. No en vano, España ocupa un muy mejorable puesto 33 en el Índice de Derechos de Propiedad que realiza Property Rights Alliance, lejos, por tanto, de las posiciones que registran algunas economías del norte y el centro de Europa. La absoluta indefensión que sufren los propietarios de vivienda a manos de okupas e inquilinos morosos, la permisividad que otorga la ley en materia de robos y hurtos o el hecho de que la propiedad privada esté al albur del siempre difuso “interés general”, que no es otro que el de los políticos, son claros ejemplos de lo mucho que queda por mejorar en este ámbito.

El segundo elemento es el respeto a la seguridad jurídica. La sobrerregulación que padece España, con cerca de un millón de páginas publicadas cada año en los boletines oficiales, es causa de incertidumbre para empresarios e inversores, al tiempo que supone una pesada carga burocrática. Una derecha moderna y atractiva debería apostar firmemente por la aplicación de reglas claras y sencillas para facilitar la resolución de conflictos, bajo el precepto general de que los acuerdos libres y voluntarios que adopten las partes deben primar sobre el derecho positivo siempre y cuando no dañen a terceros.

El tercer pilar es la libertad económica y el libre comercio, a diferencia de lo que pregona el intervencionismo estatal y su máxima expresión, la planificación socialista. España ocupa aquí un bochornoso puesto 57 en el último ranking de libertad económica que publica The Heritage Foundation. Todo lo que sea favorecer el desarrollo empresarial y el intercambio comercial deberían ser banderas identificativas de la derecha, pues sus frutos acabarían traduciéndose en mayor renta y bienestar.

Y, por último, la puesta en marcha de un Estado reducido, pero eficiente, con unas cuentas públicas equilibradas, escaso endeudamiento y baja presión fiscal, debería, igualmente, formar parte de su núcleo programático. Un Estado respetuoso con la ley y las instituciones, austero y eficaz en su funcionamiento, cuya función no sea la de un mero proveedor de servicios tales como sanidad, educación o pensiones, sino que garantice la libertad de elección a los contribuyentes para, de este modo, transitar del estado del bienestar a la sociedad del bienestar.