Los Convergentes han perdido el norte

En la II República, Francesc Cambó constituyó el Front d’Ordre con la intención de confrontarlo a la propuesta revolucionaria del Frente Popular.

Josep Rull nos informa, 72 años después, que CDC se inmola para crear un partido de gent d’ordre.

Permítanme que muestre mi estupefacción. Después de compararse con Kosovo, equipararse a una colonia y, finalmente, arrodillarse frente a los mismos que odian y deploran l’ordre, o sea, la CUP; ahora van y dicen que van a crear un partido de centro.

¡Pero si eso es lo que eran antaño, cuando ganaban elecciones sin bajar del bus! ¡Cuando les votaba por igual un pagés de Castellfollit de Riubregós que un trabajador de la SEAT de Martorell!

No creo que quieran volver a la normalidad dando el largo rodeo de petar la garita del peaje de Abertis, romperle el cajero a La Caixa y quitarle el concierto al colegio Viaró.

Los decretos que firmen los futuros consellers exconvergentes, por orden de la CUP, serán de todo menos normales y d’ordre.

La Convergència d’ordre era la de Trias Fargas, la de Roca, la de Recoder, la de Fdez. Teixidó…. Lo de ahora no es d’ordre. Ni tan sólo radical. Es extravagante.

En estos días parece que hemos acabado creyendo que la investidura de Mas nos llevará al Nirvana. Que en realidad la CUP son unos tipos traviesos, pero en el fondo no quieren nada de lo que propugnan.

Que nadie se equivoque, el hecho de que todos, votantes de la CUP y del resto de partidos, normales, no leamos los programas antes de votar (si lo hiciéramos quizás la abstención crecería de forma exponencial) no significa que la CUP vaya de farol o esté de broma.

Un gobierno en el que Mas es presidente y que cuenta con el apoyo imprescindible de la CUP es un gobierno títere.

L’ordre es l’ordre, y el suicidio es el suicidio. Pero…. esto no es Masada. Allí los zelotes decidieron en asamblea suicidarse antes de entregarse a los romanos.

En el caso que nos ocupa no hay una decisión colectiva de la sociedad catalana, ni voluntaria ni mayoritariamente, como demostraron las elecciones. No queremos lanzarnos a brazos de la CUP y sus propuestas anarco-cutres. A este pacto vamos forzados, engañados e inconscientes de sus consecuencias.

La independencia (a esto se han dedicado ríos de tinta, ya se sabe) es un desastre económico y una catástrofe social, pero a lo que no hemos dedicado tanto tiempo es a las consecuencias de una independencia revolucionaria.

Este no es un debate nuevo en las izquierdas radicales catalanas. Al iniciarse la guerra civil (1936-39) se abrió un agrio, y sangriento, debate sobre qué era prioritario: ganar la guerra -como defendía el PSUC controlado a distancia por Stalin– o la revolución -como defendía la FAI (sangrienta donde las hubiera)-. No hace falta recordar como acabo todo esto.

No Sr. Rull no, lo que Vd. propone no es un partit d’ordre, es enterrar un vestigio de la tangentopolis catalana antes de que termine como Unió Mallorquina, para crear algo sin ideario, sin líder y sin proyecto.

Triste final para lo que ha sido CDC pero, sobre todo, porque nos arrastrará a todos a su sinsentido.

¿Quién ocupará su espacio? ¿ERC, que hoy parece casi más d’ordre que ustedes? ¿Unió si se atreve a dejar de vacilar? ¿C’s si es capaz de pasar la crisis de crecimiento para asentarse? ¿El PPC si se quita de encima lo que encorseta de los años ’80?

No se sabe. Pero intuyo que su futuro sí está escrito. Permítanme que les diga que l’ordre sólo vendrá de la mano del fracaso de sus propósitos.

Mauricio Macri dijo la noche de su victoria electoral que haría de Argentina un país previsible que cumpliría sus compromisos. Nosotros, de la mano de los de gent d’ordre vamos en sentido contrario. ¿Necesitaremos décadas de populismo y demagogia para volver a la senda de la normalidad?

Llega un punto que hasta el tonillo de Montoro resulta reconfortante, fente al «disculpeu estem construïnt la República» que tanto mola a los de l’ordre.