Los catalanes, ya ni piedras, ni panes… 

'Disfrutar' de un gobierno autonómico rematadamente nacionalista puede suponer un hándicap, más que una ventaja, para obtener más y mejores inversiones

Els catalans, de les pedres treuen pans/Los catalanes, de las piedras sacan panes”. Fue esta en tiempos una leyenda urbana, o leyenda a secas, sobre la mítica laboriosidad catalana y nuestro arrollador espíritu emprendedor. Es verdad que luego empiezas a ver las cosas al trasluz y surgen preguntas. Por ejemplo, si el tremendo éxito de cierta burguesía catalana de principios del siglo XX pudo tener algo que ver con el hecho de que España estuviera ausente de los dos guerras mundiales, es decir, que se hallara en unas condiciones privilegiadas para abastecer a las naciones en guerra de ciertos productos.

Condiciones privilegiadas que se puso no poco esfuerzo para reproducir en determinados tramos del franquismo. No son pocos los catalanes cuyo pedigrí antifranquista se sustenta en una fortuna familiar acrisolada en buenos negocios (y buenos contactos) en tiempos del dictador. Le pasa hasta a la familia del actual presidente de la Generalitat republicana, Pere Aragonès… ¿no les va a pasar a otros? 

No se trata de pasar lista de vergüenzas porque cuando algo dura cuarenta años es normal que la dinámica económica se adapte. Sí podemos y a lo mejor debemos pasar lista de algunas contradicciones. Siendo no la menor de ellas una persistente disonancia, no ya entre lo que se dice y se hace, sino entre lo que se desea y se procura

Estos días hemos vivido sobresaltados y algo indignados por llamativos titulares de que dos de cada tres inversiones del Estado previstas para Cataluña no se ejecutan o se ejecutan muy, muy tarde. ¿Culpables? Sin duda en “Madrid” tiene que haber unos cuantos. Servidora se acuerda perfectamente de cómo un ministro de José María Aznar le comentó una vez: “Invertir en Cataluña, políticamente, siempre es un quebradero de cabeza. Si las cosas no se hacen o se hacen mal, es culpa nuestra, y si se hacen bien, es siempre mérito de ellos”. 

Las inversiones no deberían dependen del gobierno de turno

¿Que el tal ministro de Aznar era un cínico? Sin duda. Las inversiones no deberían depender de si “cunden” más o menos políticamente a tal o cual gobierno de turno…sobre el papel. En la práctica, claro, va muy de otra manera. En todo caso, podríamos aventurar una primera conclusión que a lo mejor a algunos no se les había ocurrido jamás y hasta les resulta desasosegante: y es que “disfrutar” de un gobierno autonómico rematadamente nacionalista puede suponer un hándicap, más que una ventaja, para obtener más y mejores inversiones. Puede ocurrir que la eterna matraca de la confrontación con “Madrid” ayude a cerrar el grifo antes que a abrirlo. 

¡Pero eso sería muy injusto! Puede. Tanto como incomprensible: ¿por qué a los nacionalistas vascos sí les sale bien lo que a los catalanes siempre les sale mal? Peor aún: ¿cómo es posible que Madrid, la Comunidad de Madrid, aventaje tanto a Cataluña en obra ejecutada, justo cuando la gobierna la archienemiga de Pedro Sánchez, Isabel Díaz Ayuso? ¿Es más eficaz el “nacionalismo” de la Puerta del Sol que el del Palau de la Generalitat? 

¿Cómo es posible que Madrid aventaje tanto a Cataluña en obra ejecutada, justo cuando la gobierna la archienemiga de Pedro Sánchez, Isabel Díaz Ayuso?

Si rascamos un poco más, descubriremos que los titulares que nos han horrorizado estos días y semanas hacen referencia a un mal endémico que viene de muchos años atrás. Décadas enteras atrás. O sea, que no es enteramente imputable al gobierno español de ahora, ni a los que había antes, si consideramos que la alternancia política en la Moncloa ha sido mucho más completa y profunda que la experimentada por ningún ejecutivo de la Generalitat. Donde, con mínimas variaciones tripartitas, desde que Franco murió, y de eso va ya para cuarenta años, vienen mandando siempre los mismos. 

En todo este tiempo, es evidente que el nacionalismo catalán primero por las buenas, un poco más por las malas después, y ya descarado separatismo en los últimos tiempos, se ha lucido a la hora de defender la que en buena lógica debería ser su prioridad número 1, que es el interés de Cataluña. Por lo que sea no han conseguido que fluyan la leche y la miel, mucho menos el oro, hacia este lado del Ebro. Muy al contrario: com més anem, menys valem. 

 ¿De qué sirve entonces, pregunto yo, alardear de que se tiene la capacidad de hacer caer al gobierno de España, si a la hora de la verdad se pone mucho más énfasis en lograr indultos para los golpistas, una carta de ajuste en catalán en Netflix o un monumento al pa amb tomàquet en medio del paseo de la Castellana, que en lograr la ampliación del aeropuerto del Prat -1.700 millones de euros en mano que se dejaron volar…-, la mejora del rodalies de la Renfe, el traslado del Hospital Clínic, qué sé yo… 

Dejadez en las infraestructuras

Claro que luego ves cómo gestiona y se administra la misma Generalitat, que abre una página web para dar ayudas a los autónomos en plena pandemia y se le colapsa en diez minutos, y se te ponen los pelos de punta. Por no hablar de la dejadez en “sus” propias infraestructuras, llámense Ferrocarriles Catalanes o la línea 9 de metro, que ya compite con las obras de la Sagrada Familia. 

Solía decir mordazmente Jordi Pujol de Miquel Roca, cuando ya lo iba queriendo hundir, que cada vez que Roca iba y venía de Madrid, volvía henchido de elogios y de palmaditas en la espalda, pero sin un duro en el bolsillo. “Siempre se olvida de cobrar”, se burlaba el todavía entonces molt honorable. Bueno, parece que esa tendencia se ha agravado, y cómo, con el incremento de la radicalidad separatista: a más independentismo, peor autonomía. Se vive en la quimera, no en la gestión. Y al final la mismísima Barcelona puede acabar viéndose oscurecida por las Hurdes o los Monegros… 

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