Los catalanes prefieren los partidos radicales

Las elecciones del pasado 27 de septiembre ofrecen una lectura inequívoca: los partidos y coaliciones más radicales han conseguido los mejores resultados. La expresión radical no tiene que ver con su posición dentro de la derecha o izquierda política, tal y como se interpretaría en casi todas las naciones del mundo, sino que hace referencia a las características de la relación entre Catalunya y España. Sin duda, éste ha sido el principal motivo de voto de la mayoría de los ciudadanos, tal y como pretendía Artur Mas, quién ha tenido la habilidad de imponer su agenda política a los líderes de las otras formaciones 

Los partidos y coaliciones que se presentaron a las pasadas elecciones pueden ser agrupados en tres grandes bloques:

Nacionalistas catalanes (72 escaños). Este grupo estaba constituido por Junts Pel Sí y la CUP. Ambas formaciones pretenden la independencia de Catalunya. Su mensaje es muy claro, diáfano y bastante nuevo. No hay ninguna posible doble interpretación, tal y como sucedía con la promesa de un Estado propio con la que concurrió Convergencia a las elecciones del 2012. Era la primera vez que en Catalunya un partido de derechas se presentaba con dicho mensaje.

Catalanistas (27 escaños). Lo integraban PSCUnió y Catalunya Sí Que Es Pot. Los tres están a favor de un aumento de las competencias del gobierno de Catalunya y de una mejora sustancial de la financiación. No obstante, hay importantes matices que los diferencian. El PSC pretende conseguir los anteriores objetivos mediante la generación de una nueva Constitución. En cambio, Catalunya Sí Que Es Pot está a favor de celebrar un referéndum después de que el Estado español realice una nueva oferta competencial. El mensaje es antiguo, dado que un simulacro de referéndum ya se celebró el 9 de noviembre de 2014 y la asunción de más competencias y mejor financiación ha estado en el programa de la mayoría de formaciones políticas catalanas desde las segundas elecciones autonómicas.

Nacionalismo español (36 escaños). En este bloque estaban PP yCiutadans. En líneas generales, pretenden que continúe el status quo actual. Incluso, están a favor de la recentralización de algunas competencias autonómicas. No obstante, entre ambos partidos hay sustanciales diferencias. El primero es visto por muchos electores como una opción antigua, desfasada y corrupta, el segundo como una alternativa nueva, moderna y limpia de corrupción.

Entre las diferentes alternativas, las formaciones que mejores resultados han obtenido han sido Junts Pel Sí, quién ha ganado las elecciones; Ciutadans, que ha conseguido 16 escaños más y se ha convertido en la segunda fuerza política, y la CUP que ha más que triplicado el número de parlamentarios obtenidos. Las tres son coaliciones o partidos radicales, en el sentido anteriormente indicado de la palabra.

La única formación de dichas características que ha tenido un mal resultado ha sido el PP. No obstante, el motivo es muy sencillo: una campaña calamitosa. No del candidato Albiol, que ha seguido una línea coherente para conectar con sus electores potenciales, sino de sus compañeros de Madrid. La falta de contundencia de éstos respecto al reto independentista le ha pasado una gran factura. 

Las dudas de Mariano Rajoy sobre si los catalanes mantendrían o no la nacionalidad española, el cambio de opinión de Linde (el gobernador de Banco de España) sobre si era posible o no un corralito en una Catalunya independiente y la falta de argumentos de Margallo, en el debate con Junqueras en 8TV, sobre los numerosos peligros económicos que puede conllevar para los catalanes la independencia de Catalunya, convirtieron al PP en un partidario involuntario de las tesis independentistas. 

El resultado observado probablemente habrá dejado perplejo a numerosos analistas internacionales de gran prestigio, pues los ganadores han hecho exactamente lo contrario de lo que ellos han recomendado a sus clientes durante las últimas décadas.Entre dichos analistas, existen importantes discrepancias sobre las características de la publicidad efectuada durante la campaña electoral, la manera de afrontar un debate, la vestimenta de los candidatos, etc. No obstante, casi todos ellos están de acuerdo en un aspecto: la conveniencia de evitar la realización de propuestas radicales y de postular medidas de carácter más centrista que las ofrecidas en anteriores contiendas electorales. 

En otras palabras, durante muchos años han aconsejado a sus líderes diseñar programas que contengan promesas muy generales, que permitan a prácticamente todos los ciudadanos creer que les van a beneficiar, y esquivar casi cualquier concreción de las mismas. Esta manera de proceder tiene como objetivo ampliar su espacio electoral, sin perder el históricamente conquistado. Así, ganó Blair en el Reino Unido en 1997, George Bush en EE.UU en el 2000 y Lula en Brasil en 2002. 

Por tanto, debido a las anteriores razones, queda claro que a los catalanes les gustan las opciones radicales. Es posible que sea un opinión momentánea, derivada del reciente padecimiento de una profunda crisis económica, social y política, o un cambio estructural. El tiempo lo dirá. Lo que sí está claro es que en el terreno político, Catalunya ahora sí que es diferente. No sólo respecto a España, sino a casi cualquier país del mundo.