Los 5 pecados capitales de España en la crisis del coronavirus
La crisis de Covid-19 en España ha sido la peor del mundo desarrollado: un colosal fracaso colectivo como país, al margen de gobiernos y colores políticos
La pésima gestión que se ha llevado a cabo en España durante la crisis del coronavirus, la peor del mundo desarrollado, constituye un colosal fracaso colectivo como país, al margen de administraciones y colores políticos.
La izquierda ansiaba con desesperación que los rebrotes prendieran con fuerza en Madrid para cobrarse así su particular pieza de caza, hasta el punto de que sus fieles activistas, los mismos que cargaban airadamente contra las manifestaciones convocadas contra Pedro Sánchez durante el estado de alarma, son los que salen hoy a la calle para protestar contra el Ejecutivo regional, sin importar el riesgo que ello supone para la salud de los madrileños.
El problema, sin embargo, es general y no entiende de partidos. España cerró el pasado mes de agosto siendo uno de los países con más infecciones y muertes por millón de habitantes a nivel global y en septiembre la situación incluso ha empeorado, ya que nueve de las diez regiones de la UE con más incidencia de coronavirus son españolas: Madrid, La Rioja, País Vasco, Navarra, Murcia, Aragón, Castilla y León, Baleares y Castilla-La Mancha.
Este desastre es fruto de cinco pecados capitales, cuya combinación y persistencia en el tiempo se ha saldado, hasta el momento, con una de las mayores crisis sanitarias y económicas del planeta. El primer gran error fue la inacción. El Gobierno no hizo nada durante semanas, a pesar de las alertas internacionales y de la trágica experiencia de Italia, el primer país europeo en ser golpeado por la pandemia.
Los que entonces advertían del riesgo eran tachados de “alarmistas”, al tiempo que el Ejecutivo y sus altavoces, con Fernando Simón al frente, se dedicaban a transmitir un mensaje de calma y tranquilidad a la población, afirmando que aquí no habría más que algún “caso aislado” o que el uso de mascarillas no era necesario.
Y todo para poder celebrar su aquelarre feminista del 8 de marzo. Si el Gobierno hubiera decretado el confinamiento tan sólo una semana antes, el 7 de marzo, se habría evitado el 80% de las muertes que causó el Covid-19 en la primera ola.
Sánchez animó a la gente a salir a la calle y “disfrutar” porque, según él, España había vencido al virus
El segundo gran error fue la falta de concienciación. En lugar de reflejar el drama de los muertos y enfermos, los grandes medios de comunicación, empezando por la televisión, se dedicaron a retransmitir una ensalada de aplausos y risas, aliñada con anécdotas y heroicas experiencias de curación, cuyo fin no era otro que ocultar la realidad.
Prueba de ello es que ha informado sobre el coronavirus más y mejor en tres días de emisión Cuarto Milenio, un programa dedicado al “misterio”, que todos los telediarios y canales juntos en seis meses.
El tercer fallo vino con el desconfinamiento. El Gobierno reabrió la economía a toda prisa para tratar de salvar la temporada turística y, justo después, se lavó las manos, dejando toda la responsabilidad a las autonomías, pero sin adoptar los mecanismos de coordinación ni las herramientas jurídicas necesarias para poder controlar de forma efectiva los rebrotes.
Y, lo que es aún peor, el presidente Sánchez animó a la gente a salir a la calle y “disfrutar” porque, según él, España había vencido al virus. Muchos españoles se tragaron la patraña, especialmente los jóvenes, y, como consecuencia, volvieron a hacer vida normal sin adoptar las debidas precauciones.
El cuarto error es la ausencia de test masivos, incluyendo los imprescindibles controles en frontera, para identificar a los infectados. La pandemia está bajo control cuando el número de test positivos es inferior al 5% sobre el total de pruebas realizadas, mientras que en España supera el 10%.
Además, a diferencia de lo que han hecho la mayoría de países, el Gobierno permitió la llegada de millones de turistas en verano sin exigir la realización de PCR previa, con los consiguientes brotes.
De poco vale el rastreo si los contactos de los infectados siguen haciendo vida normal a la espera de que lleguen los resultados
Y el último fallo, aunque no menos importante, tiene que ver con los insuficientes e ineficaces sistemas de rastreo.
Una vez identificados los infectados mediante test, es fundamental localizar a todos sus contactos estrechos para confinarlos hasta la realización de las pruebas pertinentes, lo cual exige, no sólo personal, sino avanzados mecanismos de monitorización y alerta para verificar que, realmente, cumplen con la cuarentena, bajo amenaza de pena y sanción.
España, por desgracia, está a años luz de las herramientas de seguimiento que han puesto en marcha otros países, especialmente del sudeste asiático. De poco vale el rastreo si los contactos de los infectados siguen haciendo vida normal a la espera de que lleguen los resultados.
Test, rastreo y confinamiento selectivo, junto con la higiene y el uso de mascarillas, es la única vacuna eficaz que existe, hoy por hoy, contra el coronavirus. De no llevarse a cabo, los contagios, hospitalizaciones y muertes se disparan y, como consecuencia, tarde o temprano acaban llegando las restricciones de movimiento y los cierres de actividad.