Lo que Rajoy no cuenta sobre los parados y los cotizantes
España tiene realmente un problema con su modelo productivo. En sus mejores momentos, antes de la crisis de 2007-2008, cuando el conjunto de la economía española crecía por encima del 3% del PIB, la tasa de paro no era inferior al 10%, un porcentaje que causa pavor en los países del entorno europeo.
A las puertas de unas elecciones generales de enorme trascendencia, Mariano Rajoy ha querido apostarlo todo por la economía, por la mejora de la situación, que, ciertamente, es muy distinta a la de 2011. Principalmente, lo es porque el Banco Central Europeo (BCE) ha permitido que los países del sur de Europa puedan financiarse con cierta facilidad.
Pero el problema subsiste, más allá de la reducción del paro y del leve aumento del número de cotizantes. Con los datos de octubre, el total de afiliados a la Seguridad Social se sitúa en 17.221.567 personas, 530.947 más que en los últimos 12 meses. Es cierto: es el tercer año consecutivo en el que se incrementa la afiliación en el décimo mes del año. Eso no se puede poner en duda.
Sin embargo, sirve de poco para sostener todo el sistema de bienestar. Los dirigentes políticos ya han iniciado una especie de subasta, sobre las mejoras que podrán realizar, pero nadie, y el primero Rajoy, explica con precisión que el aumento de los puestos de trabajo no solucionan nada, si éstos siguen siendo trabajos con bajos salarios, en sectores poco productivos.
Y es que en los nueve primeros meses de 2015, los ingresos de la Seguridad Social, calculados por Hacienda, han sido de 75.266 millones de euros. Pero en 2011, el último año en el que se superaron los 17 millones de cotizantes, como ahora –Rajoy superará por muy poco el nivel de 2011 cuando llegó a la Moncloa, aunque en ese lapso la situación empeoró mucho– los ingresos eran de 3.200 millones más.
¿Por qué? Por el lado del gasto, el Estado paga más pensiones, un 10% más que en 2011. Y en lado de los ingresos, la gran diferencia hay que buscarla en la reducción de los salarios. Los nuevos contratos ya no cobran como sus predecesores. El trabajador cotiza menos, y el que se jubila tiene una pensión más alta, porque en los últimos años se incorporan trabajadores que han tenido mejores sueldos.
No parece que todo eso sea sostenible. El economista Miquel Puig lo explica con brillantez en su libro Un bon país no es un país low cost (Edicions 62) –se traducirá al castellano– al señalar que las cosas nunca pasan por casualidad.
Los gobernantes en España han tenido éxito –sostiene– en su objetivo de crear muchos puestos de trabajo, pero sin reducir el paro. ¿Por qué? Porque han sido puestos de trabajo de mala calidad, en sectores extensivos en mano de obra –construcción– que lo que han provocado es un aumento de la inmigración y el fracaso escolar –estudiantes que vieron la posibilidad de ganar dinero sin necesidad de formarse.
Por todo ello, también habría que pedir responsabilidades a los empleadores, a los que han apoyado ese modelo, junto a los propios gobernantes, aunque unos más que otros. ¿Se hablará de todo esto en la campaña electoral?