Lo que esconde el plan
El objetivo medioambiental sirve para justificar un renovado e intenso dirigismo estatal, cuyas consecuencias serán muy negativas tanto para el crecimiento económico como para el bienestar de la población en caso de llevarse a cabo.
La estrategia nacional “España 2050” que ha elaborado el Gobierno de Pedro Sánchez no sólo incluye predicciones y algunos de los retos que deberá afrontar el país a largo plazo, sino que se configura como un programa electoral en sentido amplio, de ahí su importancia. Es el plan económico y social que defiende el PSOE y buena parte de la izquierda patria, ya que avanza muchas de las medidas que pondrán en marcha los socialistas y sus socios en los próximos años en caso de ejercer el poder.
En este sentido, uno de los apartados más relevantes es el destinado a la consecución de una sociedad “neutra en carbono” y “resiliente al cambio climático”, puesto que el Gobierno desgrana aquí el profundo y perjudicial intervencionismo que pretende aplicar con la excusa de la lucha contra el calentamiento global.
Cambio de careta tras la caída de la URSS
La izquierda se vio obligada a mutar tras el colapso del comunismo soviético y ahora su ideario ha sustituido la lucha de clases por la defensa del medio ambiente y de ciertos colectivos que, en teoría, sufren bajo la bota capitalista, desde mujeres y homosexuales hasta minorías raciales.
El objetivo medioambiental sirve para justificar un renovado e intenso dirigismo estatal, cuyas consecuencias serán muy negativas tanto para el crecimiento económico como para el bienestar de la población en caso de llevarse a cabo. El gran peligro que esconde el plan “España 2050” es el de una economía controlada por el poder político para evitar un supuesto desastre climático cuya certeza, sin embargo, sigue siendo muy cuestionable.
Frenar el apocalipsis que nunca llega
“El cambio climático es ya inevitable, pero estamos a tiempo de evitar sus efectos más destructivos e impedir que estos condicionen el bienestar de las generaciones presentes y futuras”, según advierte el documento. El Gobierno parte de esta premisa para tratar de completar la descarbonización total de España a mediados del presente siglo, pero ocultando en todo momento el enorme coste que supondría semejante objetivo.
Ahora que el precio de la luz está por las nubes, los españoles deberían ser muy conscientes de que la disparatada factura que pagan hoy es consecuencia directa de esa lucha contra el cambio climático y, más concretamente, de la errónea política energética que se ha desarrollado en los últimos 20 años.
La intención de Sánchez, lejos de corregir, es ahondar aún más en el error. Así, entre otras muchas medidas que incorpora el citado plan, destacan las siguientes:
- Fijar objetivos de reducción de emisiones y uso de recursos para cada sector, lo cual elevará el precio de multitud de bienes y servicios a base de impuestos y el pago de derechos de CO2.
- Establecer una cuota que obligue a las empresas a alcanzar un porcentaje mínimo de materiales reciclados en la producción de bienes.
- Disparar la fiscalidad ambiental, especialmente en materia de energía y transporte, encareciendo, por tanto, la electricidad y la movilidad de personas y mercancías.
- Aumentar los aranceles a la importación de productos cuya producción no se ajusta a los estándares ambientales que fije el Gobierno de turno.
- Sustituir los vehículos de combustión por coches eléctricos, mucho más caros e ineficientes, al menos de momento.
- Subir los impuestos al combustible y al vehículo privado.
- Elevar la tributación del transporte aéreo, llegando a establecer nuevos impuestos sobre los billetes de avión para encarecer su uso e incluso prohibiendo los vuelos domésticos.
- O reducir el consumo de carne y otros alimentos de origen animal, al tiempo que se fomenta la agricultura y ganadería ecológicas, también más caras e ineficientes.
Todo ello se traducirá, de una u otra forma, en un aumento artificial y generalizado de precios, pero, sobre todo, en un preocupante intento de planificación económica cuya intensidad podría agravarse con el paso del tiempo hasta niveles muy peligrosos en caso de que termine calando este discurso político.
El plan del PSOE se parece mucho a la “economía verde” que ha tomado como emblema el partido de Íñigo Errejón. Los nuevos verdes son los rojos de antaño y, aunque se presentan con otros mensajes y objetivos, su receta sigue siendo la misma, un control cada vez más férreo del estado sobre la economía y la sociedad a costa de la libertad y la propiedad de todos.
Fracasó entonces y volverá a fracasar ahora. En primer lugar, porque parten de un supuesto falaz, que no es otro que el apocalipsis climático. Este tipo de predicciones abundan desde hace décadas, pero nunca se cumplen.
“El capitalismo es la mejor forma de proteger la naturaleza. Son los países capitalistas, no los socialistas, los que cuidan más el medio ambiente”.
Son falsos profetas dedicados a extender el miedo entre la población para justificar así sus programas liberticidas. En segundo término, porque, por mucho que digan lo contrario, el mundo es hoy más verde y limpio que tiempo atrás, gracias al aumento de la riqueza. La masa forestal de Europa, por ejemplo, ha crecido de forma muy sustancial en el último siglo.
Y, por último, porque el capitalismo es la mejor forma de proteger la naturaleza. Son los países capitalistas, no los socialistas, los que cuidan más el medio ambiente. No por casualidad, Suiza registra la mejor nota en desempeño medioambiental del mundo. El plan de Sánchez conseguiría justo lo contrario y lastraría la riqueza y el desarrollo de los españoles.
Este artículo corresponde al último número de mEDium que puede adquirirse en este enlace