Lo que cae del cielo

Los restos de una estación espacial china advierte una vez más al mundo que somos incapaces de gobernar la Tierra y los cielos

Miramos al cielo buscando las estrellas o un rayo de sol y nos avisan de que un trozo de 30 metros de largo de una estación espacial china puede caer sobre nuestras cabezas. El filósofo Jeremy Naydler nos advierte, en relación a que está previsto lanzar cien mil unidades de satélites al espacio en los próximos años, “del dolor que esta inteligencia (los satélites) causará a la Tierra viva, a sus ecosistemas naturales ya las criaturas que los habitan, debido a los mayores niveles de radiación de radiofrecuencia que deberán soportar. La red de satélites tendrá un impacto ambiental que hasta el momento se ha pasado por alto”.

Satélites, estaciones espaciales y drones van colonizando la visión del cielo y van empequeñeciendo y allanando la Tierra. El trozo de la estación espacial, que corresponde al cohete chino Larga Marcha-5B Y4, activa en la imaginación de las personas la “larga marcha” que dirigió Mao Zedong para romper el cerco del ejército nacionalista al mando de Chiang Kai-shek. La caída de Larga Marcha-5B Y4 permite observar hasta qué punto la posibilidad de que la chatarra pueda colisionar en el mar o en la tierra genera una sensación enorme de asedio en las personas.

Vista de un satélite. EFE/Carlota Ciudad

Resulta paradójico que esto ocurra en el mismo momento en que los dirigentes del mundo se reúnen en Egipto para discutir de nuevo qué hacer en relación al cambio climático (COP27); la chatarra cae del cielo al tiempo que en el mundo se impulsan iniciativas para evitar la contaminación lumínica y a favor de la oscuridad, como International Dark Sky Association (IDA) fundada en 1988, la asociación Cielo buio, Coordinamento por la protezione del cielo notturno, el movimiento Jornada de la Noche o de La pérdida de la noche o la resolución de la UNESCO en 2007 para declarar que la contemplación del firmamento es un derecho inalienable del ser humano.

Las paradojas gobiernan el mundo. Salvamos millones de vida para detener la propagación de la Covid 19, mientras exponemos la vida de civiles y militares en la guerra de Ucrania. Somos capaces de reunirnos en Egipto para preservar la Tierra y protegerla de la destrucción de los seres humanos pero somos incapaces de crear las condiciones para negociar el fin del conflicto en Ucrania. Reivindicamos el derecho a ser humanos ante el avance imparable de inteligencia artificial y ansiamos el día en que se unan el cuerpo y la máquina. Buscamos la mejor forma de gestionar los residuos y vemos caer sin control la chatarra desde el espacio. Los restos de una estación espacial china advierte una vez más al mundo que somos incapaces de gobernar la Tierra y los cielos.