Lo nuevo envejece
El triunfo personal y político de Pablo Iglesias en la asamblea que ha celebrado Podemos en Vistalegre es incuestionable. Tanto como lo es la derrota, también personal y política, de Íñigo Errejón. Aunque con una alta cifra de votantes, la participación parece haber quedado muy lejos de lo esperado: solo un tercio de los inscritos han votado, pero nunca un partido político español había contado con tantos votantes en una asamblea de estas características.
En estos tiempos de pensamiento líquido y de postverdad, lo nuevo envejece mucho más rápido que hasta ahora. Lo hemos podido ver en dos casos con muy pocos días de diferencia. En un confuso ejemplo de transformismo político, Ciudadanos ha abandonado sus supuestos tintes socialdemócratas para pasar a profesar el puro liberalismo, mientras que Podemos se ha visto obligado a constatar que el tan anunciado asalto a los cielos le ha llevado a comprobar que debajo de los adoquines no está aquella playa anunciada en París en mayo de 1968 sino las cloacas y sentinas, esto es las inevitables miserias humanas.
Los dos partidos emergentes, que irrumpieron con fuerza en el mapa político español, han topado con la tozudez de la realidad. En el caso concreto de Podemos, casi como en un guiño de la historia, se da la casualidad de que el centenario de la revolución soviética de 1917 ha coincidido con una suerte de nuevo enfrentamiento o choque entre bolcheviques y mencheviques. Por suerte para todos, en especial para los segundos, la sangre no ha llegado al río y las purgas, aunque previsibles, no causarán víctimas mortales, ni tan siquiera desde el punto de vista político.
A pesar de que las tesis políticas relativamente moderadas de Errejón han contado con un apoyo sustancial por parte de las bases del partido morado, el radicalismo de Iglesias se ha impuesto con mucha claridad. Ahora parece quedar más lejos todavía la posibilidad más o menos remota de un acuerdo de las izquierdas, esto es entre PSOE y Podemos y sus confluencias.
Queda por ver qué consecuencias puede acabar teniendo esto en los actuales pactos que estas formaciones mantienen en gran número de comunidades autónomas y municipios. La radicalidad ideológica y verbal de Iglesias se compadece poco con este tipo de alianzas, aunque los apoyos recibidos por Errejón le dan alguna capacidad de maniobra para impedir que se rompan los ya muy escasos puentes de diálogo existentes.
A la espera de lo que finalmente suceda en el PSOE, por ahora está claro que el gran vencedor político de este fin de semana es, sin lugar a dudas, Mariano Rajoy. No tanto por la confirmación rotunda de su más que descontado triunfo en el congreso del PP sino porque, una vez más, se demuestra la incapacidad palmaria de la izquierda para unirse frente a la derecha.
Una vez constatada la firme apuesta de Podemos por el radicalismo ideológico, programático y verbal, el PSOE se enfrenta ahora al reto de recuperar el terreno perdido en estos últimos años y de plantear una propuesta inequívocamente socialdemócrata, pragmática y por tanto reformista. Solo de esta manera existirá en España de nuevo una alternativa real progresista y de izquierdas.