Lo del Rey no es broma
Los círculos de poder en Madrid están demasiado confiados con "amansar a la fiera" de Podemos, un error que ya cometieron en Barcelona con el procés
Los catalanes sabemos bien que durante años la frase más repetida en los cenáculos de gente importante e influyente de Barcelona sobre la amenaza de secesión era “no llegará la sangre al rio, al final se echarán a atrás, viven demasiado bien para meterse en líos”. Esta predicción se basaba en un deseo más que en un argumento sólido dado que todos los pasos que los nacionalistas daban iban en dirección contraria.
El cariz que está tomando la política española convierte al procés catalán en una precuela. Pablo Iglesias ocupa el papel de los independentistas, y los socialistas –en Moncloa– hacen el mismo papel que los socialistas catalanes, que no es otro que moverse entre la complicidad o esconder la cabeza bajo tierra.
Iglesias no tiene virtud alguna ni como pensador político ni mucho menos como gestor, pero se caracteriza por verbalizar abiertamente sus deseos y sus objetivos. Ampara la ocupación, muestra orgullo por ser comunista, tiene por objetivo derrocar la monarquía y afirma que la Venezuela actual es una democracia. Nadie puede llevarse a engaño, Iglesias no esconde sus objetivos, ni miente.
La respuesta a Iglesias en los círculos de poder e influencia en Madrid es la misma que el independentismo tuvo en Barcelona: en un primer momento la curiosidad, la complicidad en voz baja, la financiación a oscuras mediante alguna fundación interpuesta. Luego vino el reconocimiento como interlocutor válido, después el posicionamiento público de gran parte de la clase dirigente catalana al lado del independentismo, y al fin, como en Revolución en la Granja, dicha revolución devoró y arruinó todo lo que se le puso por delante. Los que ayer daban palmadas en la espalda a Junqueras hoy tienen la sede de su empresa en Madrid o Valencia.
En Madrid está sucediendo con Podemos lo mismo que pasó con el independentismo en Barcelona. Cuando Sánchez les abrió las puertas del poder, la clase dirigente institucional y económica se alegró públicamente de la vicepresidencia de Iglesias: “El poder amansa a las fieras”, decían. Cuando Podemos pidió el incremento de impuestos, la clase dirigente dijo “ahí está Europa para impedirlo”, y estamos a pocos días de que Podemos y el PSOE se carguen los incentivos a los planes de pensiones y a las mutuas médicas, así como de incrementar el IVA de las escuelas privadas. La clase dirigente, que se cree inmune, que cree que nada ni nadie les puede substituir, está a punto de descubrir, que tras la gestión administrativa y sin ideología de Rajoy ha llegado un gobierno que cree que el IVA sí se puede utilizar ideológicamente para atacar, y si puede ser, destruir a las escuelas privadas y con ellas los valores de las familias que eligen estos centros.
Podemos: el comunismo como meta
Podemos sabe por qué quiere suprimir las desgravaciones, dado que el castigo a los planes de pensiones privados aboca a un incremento del déficit de la seguridad social, a un mayor coste del sistema de pensiones pero sobre todo supone una represalia a los autónomos y todos aquellos que eligen esta forma de ahorro y que perciben a Iglesias como un peligro. La cuestión clave es que Podemos cree que ahorrar es propio de élites extractivas e ilegítimo cuando, en realidad, ahorrar es una virtud accesible para aquellos que triunfan fruto de su esfuerzo.
Podemos no solo se caracteriza por su claridad en la exposición de sus objetivos sino por la rapidez en la que quema etapas. En poco más de un año ya plantea abiertamente la abolición de la monarquía, es el resultado lógico de su propuesta –en la que tiene el apoyo del PSOE– de rescritura de la Transición. Tras hacer un Regreso al futuro de la historia del último tercio del siglo XX, ahora su aspiración es instaurar la España que hubiera resultado de la continuidad de Negrín y Lluís Companys con la tutela soviética.
La aspiración de Iglesias es instaurar la España que hubiera resultado de la continuidad de Negrín y Lluís Companys con la tutela soviética
Soraya Saénz de Santamaria 24 horas antes de la celebración del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 afirmaba que en Cataluña jamás habría ni votación ni urnas, lo que pasó lo sabemos todos. Ahora la clase dirigente madrileña cae, una vez más, en la misma trampa de negar la realidad.
Hay una campaña contra la monarquía. El objetivo no es solo la figura física e institucional del Rey, Iglesias quiere una Casa Ipátiev incruenta. El fin de dicha campaña es la instauración de un nuevo régimen, con una clase media empobrecida, sin capacidad de ahorro fruto de una fiscalidad aún más voraz y sin opción de poder transmitir sus valores de generación en generación para así irla difuminando a cuanta más velocidad mejor. En esta campaña es clave suprimir la figura regia que encarna la Constitución y el régimen de libertades.
La política de amenaza y amedrentamiento que lleva a cabo Podemos se resume en la frase de Pablo Iglesias en el Congreso a Pablo Casado: “Ustedes nunca más estarán en el Consejo de Ministros”. Es un calco de la política separatista plasmada en el Programa 2000 de Pujol basado en silenciar al disidente y en condenar al ostracismo al discrepante.
Las democracias fuertes son aquellas que son exigentes y vigilantes con los gobernantes. Podemos, con la complicidad de Sánchez, busca postrar a la sociedad frente a su poder. Negar el peligro, no ver el iceberg que supone el ataque frontal, sin nocturnidad, al Rey es autoengañarse y conceder a Iglesias, y a lo que su exabogado llamó frente a un tribunal Mafia, mucha ventaja y la posibilidad de que, al igual que sucedió con el independentismo, o bien lo consigan o bien –tal como ha pasado en Cataluña– dejen el país tan maltrecho que sea irrecuperable por mucho tiempo.