Lliures, ¿el partido para el post-procés?
Comienza el baile. Los próximos meses serán ya decisivos. El presidente catalán, Carles Puigdemont, podrá disponer de los presupuestos para 2017, después de la decisión de la CUP, que ha condicionado su apoyo a las cuentas a la convocatoria del referéndum de autodeterminación.
Y, debido a la propia debilidad interna del soberanismo, y a la falta de valentía de sus principales protagonistas, nadie puede retroceder: patada hacia adelante, como sea, y a por la consulta soberanista, en una carrera entre el PDECat y Esquerra Republicana, conscientes, sin embargo, de que no quedará otra alternativa que la llamada a elecciones, aunque se vistan de elecciones constituyentes.
El soberanismo ha llegado muy lejos, pero necesitará mucho más tiempo si de verdad pretende alcanzar sus objetivos. De forma subterránea, aunque asoma en ocasiones con más descaro, lo que se ha puesto en juego en Cataluña en los últimos años es la lucha por la hegemonía política.
Artur Mas consideró que podía alcanzar la mayoría absoluta, con el adelanto electoral en noviembre de 2012, y le salió mal. No quiso rectificar, y con él ha caído también la ex Convergència. El PDECat es ahora mismo un partido desdibujado, sin una ideología clara, sin liderazgo, y acomplejado ante el empuje de la izquierda, sea la de Esquerra Republicana o la de Els Comuns, de Ada Colau. Ni sabe cómo defender el espacio electoral que representaba, ni como ejercer de oposición en el Ayuntamiento de Barcelona, que podría ser una plataforma de futuro.
Pretender seguir adelante con el proceso soberanista sería de una enorme miopía, porque no existe una mayoría social en la sociedad catalana, que, a lo sumo, se ha dividido en dos grandes bloques, como manifiestan todas las encuestas. ¿Pero en qué momento asumirá esa realidad el PDECat? ¿Tras una dura derrota electoral?
El movimiento Lliures, que se decanta por transformarse en breve en un partido político, se ha definido como «el primer partido post-procés de Cataluña». Lo ha explicado Roger Montañola, en el acto del pasado jueves en la presentación del proyecto político en Girona. El movimiento, impulsado por Antoni Fernández Teixidó y Muntañola, va cobrando forma, con la incorporación de distintos profesionales, ajenos a la política profesional, que se atreven a decir ‘no’ a «todo lo que se está viviendo hoy en Cataluña», en palabras de Daniel Alonso, miembro del grupo promotor en Girona.
Las palabras de Montañola, sin embargo, son ilustrativas de un deseo, pero también de una necesidad que interpela a toda la sociedad catalana. «Lliures será el primer partido post-procés en Cataluña, y lo será porque este país debe recuperar el empuje, el realismo y el gobierno en positivo».
Esa es la cuestión. En foros económicos, y con responsables de grandes multinacionales, el debate sobre el proceso sigue siendo secundario. Se considera que, por ahora, no ha pasado nada. Sin embargo, también se señala que lo importante es el coste de oportunidades, es decir, qué habría hecho Cataluña en todos estos años si los esfuerzos se hubieran dedicado a otros ámbitos.
Esa idea les permite decir que las cosas no son evidentes en el corto plazo, sino a medio y a largo. Y que sólo se podrá evaluar las consecuencias de la parálisis política en Cataluña de aquí a unos años. Y todos esperan que no lo tengan que lamentar.
Lliures trabaja para el día posterior, cuando se afronte la necesaria rectificación. ¿Puede ser el partido que la protagonice? Puede ser un instrumento que ayude, necesario, pero todo dependerá de cómo asuma la realidad el PDECat.
En unas elecciones, con resultados dispares, pero con toda probabilidad con Esquerra Republicana en una posición hegemónica, todos los esfuerzos serán vitales para armar, desde el catalanismo, un centro-liberal que sea capaz de presentar una alternativa.
Lo que ocurre, como en otros ámbitos de la vida, es que pocas veces se rectifica antes de que llegue la catástrofe. Lliures lo lleva apuntando. ¿Hay alguien más?