Lío premeditado para fomentar la abstención
Una de las grandes paradojas de la Cataluña oficial independentistas es que excepto en 2017, las elecciones autonómicas siempre han sido poco concurridas, con menos participación que las elecciones generales para elegir el muy odiado Gobierno de España
A lo largo de la historia el poder siempre se ha resistido a tener contrapesos. Luis XVI receló de los Estados generales, el Zar de la Duma y los presidentes de todas las ideologías, en todos los países, en todos los tiempos, han tramado contra la acción de la justicia buscando su obstrucción o dilatar la evaluación de los hechos. En los Estados Unidos permiten que el presidente el último día de su mandato indulte a quien quiera, Barack Obama lo hizo con más de 300 personas y Donald Trump con un centenar largo. En España somos más modestos, Jesús del Gran Poder indulta a un preso al año. El objetivo, excepto en el caso de este último -que es la piedad- es siempre el mismo: tener un poder absoluto y auto exculparse de cualquier responsabilidad.
En la semana que ahora finaliza, el independentismo catalán ha señalado a todos aquellos que han recurrido a la justicia para denunciar lo que consideran una vulneración de derechos fundamentales. En este caso al sufragio, debido a que alguien sin poder para hacerlo -un presidente en funciones- desconvocó una elección que se iba a llevar a cabo debido a que el Parlament se ha había declarado incapaz de elegir a un presidente de la Generalitat que substituyera a Quim Torra tras su inhabilitación.
Oriol Junqueras, el mismo que está maniobrando junto al gobierno de Sánchez-Iglesias, para que la justicia le indulte, en este caso se rasgó las vestiduras por la intervención de la justicia aceptando unas medidas cautelares y habló de “un nuevo 155”. La justicia, para Junqueras, solo debe intervenir para darle la razón. Por cierto, sería propio de un guion de Albert Boadella en su serie Som una Maravella que quien presento la petición de cautelares haya sido un ex mosso de escuadra.
«El independentismo catalán ha señalado a todos aquellos que han recurrido a la justicia para denunciar lo que consideran una vulneración de derechos fundamentales»
En realidad, lo de Junqueras es un pensamiento lógico para alguien, como él, que centró su doctorado en la Edad Moderna, tiempos previos a la revolución francesa que dio pie a los estados contemporáneos y a la separación de poderes.
En noviembre muchos se reían del proceso electoral en los Estados Unidos. Es muy europeo mirar con un cierto halo de superioridad a los norteamericanos, pero los Estados Unidos han podido realizar todo su proceso y aquí, aún no sabemos que va a suceder.
Los independentistas podrán defender su decreto de anulación del 14-F
El TSJC no ha dicho que las elecciones vayan a ser el 14-F, sino que por ahora a la espera de lo que decidan, el proceso no se puede paralizar y que el 8 de febrero decidirán. La fecha no es caprichosa, nuestro sistema judicial es muy garantista y los plazos lo que hacen es, precisamente, ofrecer a los independentistas la posibilidad de defender su decreto de anulación de las elecciones del 14-F.
Si el 8 de febrero el TSJC acepta el recurso y los argumentos del independentismo gobernante, la campaña quedará paralizada y con ella el voto por correo, el voto exterior, los debates, etc. ¿Qué tipo de país es aquel en el que no somos ni tan solo capaces de organizar una votación con garantías democráticas y de salud?
«¿Qué tipo de país es aquel en el que no somos ni tan solo capaces de organizar una votación con garantías democráticas y de salud?»
La cuestión fundamental es que el independentismo es, como siempre, el ganador de esta situación que ni tan siquiera es propia de una república bananera. No subestimemos a las repúblicas bananeras, allí sus autócratas cuando fijan una fecha electoral, las elecciones, o mejor dicho las no elecciones, se llevan a cabo porque tienen todo preparado para hacer todas las trampas oportunas para mantenerse en el poder…. A Junqueras, Borras, Aragonés, etc., ya les gustaría parecerse a Mugawe o a Maduro o a Díaz Canel. Aquí ni eso.
La participación suele ser escasa (excepto en 2017)
Una de las grandes paradojas de la Cataluña oficial independentistas es que excepto en 2017, cuando el momento dramático llevo a una votación con el 85% de participación, las elecciones autonómicas siempre han sido poco concurridas, con menos participación que las elecciones generales para elegir el muy odiado Gobierno de España.
Las victorias electorales del nacionalismo desde 1980 se han basado en una participación baja, bajísima, en la que la participación en Vic o Berga dobla la de Santa Coloma de Gramanet o Mataró. El nacionalismo ha hecho creer, premeditadamente, a muchos catalanes nacionalistas que esto de la Generalitat no va con ellos, que no hace falta votar, y muchos han acabado creyendo que, efectivamente, la Generalitat es de otros pero no de ellos y que las elecciones no les afectan porque la Generalitat se la han hecho sentir ajena. Es un chollo para privilegiados del que muchos no forman parte.
«Las victorias electorales del nacionalismo desde 1980 se han basado en una participación baja, bajísima, en la que la participación en Vic o Berga dobla la de Santa Coloma de Gramanet o Mataró»
El galimatías del 14-F y el 30-M, el legítimo temor al contagio, el desanimo por la pandemia infinita de la que no solo salimos más fuertes, sino más débiles de moral y con el bolsillo vacío, el divorcio creciente entre la casta nacionalista, formada por funcionarios públicos de la Generalitat, ayuntamientos nacionalistas, empresas públicas de la Generalitat y jubilados residentes fuera de Tabarnia frente al resto de la sociedad catalana, la proliferación de siglas, las listas llenas de frikis como Canadell y unos debates ininteligibles para gran parte de la población llevarán a una abstención elevada, y con ella, a la caída de la participación entre los no nacionalistas, justo lo que desean fervientemente Aragonés, su jefe Junqueras, Puigdemont, su archienemiga Laura Borràs y sus sicarios con chalet en Bolvir y Begur de la CUP.
Porque a fin de cuentas para ellos las elecciones son una molestia, un contratiempo, en su derecho divino sin contrapoder alguno de mantenerse en el poder.