Liderazgo acotado. Cuando menos es más.
La inmediatez, la poca consistencia y los cambios constantes en la política nacional, los liderazgos deben construirse a escalas más pequeñas y locales
Los entornos nacionales tienden a ser de forma exponencial más convulsos y líquidos, por lo que son una amenaza para cualquier estrategia política que pretenda mirar más allá del corto plazo. Esto representa un cambio final de tendencia en el panorama político español -lo podríamos extrapolar a otros países de nuestro entorno -y supone la construcción de liderazgos más breves y más locales para poder crecer y desarrollarse en entornos que sí pueden controlar.
Hoy, un líder nacional está bajo la avalancha diaria de noticias cada vez más sorprendentes, inesperadas y contradictorias, con una economía global devastada y la imposibilidad real de ejercer el poder más allá del propio uso del mismo.
Queda La Moncloa, queda el “Falcon” y queda toda la institucionalidad inherente, pero sin capacidad real de gestionar y con una incesante lluvia de meteoritos, algunos del tamaño de una pandemia mundial. Sin mayorías parlamentarias claras toda gestión acaba por reducirse a la propia supervivencia.
Las Comunidades Autónomas presentan unas condiciones especialmente relevantes para la generación de liderazgos fuertes
La política nacional está, por tanto, caminando a diario por un suelo poroso que no permite ni grandes saltos ni construcciones pesadas. Cualquier movimiento es un riesgo y cualquier posición política, por firme que sea, será enfrentada a consecutivas contradicciones. Pocos políticos son capaces de vivir en la contradicción constante, sin miedo a la incoherencia diaria y pocas carreras soportan tal presión.
Por mucho que se haya llegado a cierta inmunización social de estas contradicciones con la hemeroteca, ningún político o asesor querrá construir sobre declaraciones cuyo único valor es negar la anterior y estar a punto de ser negada por la siguiente, porque no aseguran un “legado” político en el tiempo que es, al final, una aspiración -más o menos reconocida en público- de cualquier político.
No pudiendo transmitir la firmeza necesaria a nivel nacional al dada la confluencia de demasiados ejes, ahora sólo se pueden dar esos liderazgos a escala más pequeña, con poblaciones más homogéneas y con menos variables. Las Comunidades Autónomas presentan por ello unas condiciones especialmente relevantes para la generación de liderazgos fuertes dentro de los partidos ya que son estabilidad frente al caos. Lo serán especialmente en dos variables que merecen ser tratadas por separado.
Comunidades Autónomas “amplificadas”
Aquellas que tienen un peso sobredimensionado en los medios de comunicación, en las que cualquier acontecimiento político pasa a ser noticia nacional. Madrid y Cataluña son representantes literales de este espacio.
Los liderazgos en estas comunidades tienen una proyección al más alto nivel en prensa y un grado de conocimiento superior a la media, lo que permite llevar al máximo de votantes una propuesta clara y directa.
Ciudadanos aprovechó en su momento esta herramienta. Si bien Cataluña presenta más ejes políticos que otras comunidades, era posible definirse con claridad en uno de ellos, en el principal. No había más inestabilidades, no había más actualidad, todo era nacionalismo y se trataba de una cuestión política seguida a diario por toda España. Con una población de votante fuertemente homogénea -por la propia polarización del independentismo- la propuesta de Albert Rivera y mas tarde Inés Arrimadas, lograron un respaldo que un liderazgo nacional no podía obtener.
Hay liderazgos que perdieron su comunidad al pretender el salto nacional y otros liderazgos que han visto caer con ellos su partido
Semejante es la situación madrileña, donde una y otra vez las dirigentes del Partido Popular (Esperanza Aguirre y ahora Isabel Díaz Ayuso) han sabido simplificar su mensaje político y señalar al gobierno nacional para definirse por simple diferenciación y aprovechar así un discurso igualmente homogéneo.
Las contradicciones políticas en Madrid son escasas para un dirigente y se resuelven con mayor facilidad al poder señalar al culpable en La Moncloa. De la misma forma que en Cataluña se señala en la misma dirección ante cualquier posible discrepancia. Desde La Moncloa, en cambio, no se puede mirar de la misma forma a Europa.
Comunidades Autónomas “silenciadas”
Nos referimos ahora a aquellas que difícilmente tienen la atención que merecen en los medios de tirada nacional. No tener de forma constante una lupa en cada uno de sus actos y depender más estrechamente de la prensa regional o local -mucho más cercana, algo que siempre facilita el trato con el político- permite ofrecer al electorado una propuesta absolutamente definida.
Con poblaciones así de homogéneas, los políticos pueden construir un relato sin fisuras, con tiempo y explicado en detalle gracias a los medios locales. Generan una solidez dentro y fuera del propio partido que compite a nivel nacional en sus respectivos Congresos internos.
Buenos ejemplos son Galicia con Alberto Núñez Feijóo o en su momento Susana Díaz en Andalucía.
Que los liderazgos locales funcionen a nivel nacional es difícil
En un caso u otro los líderes terminan convirtiéndose en “barones” de sus propios territorios donde controlan su partido y su gobierno autonómico.
Ahora bien, que esos liderazgos construidos localmente luego funcionen a nivel nacional es difícil. Es cierto que les permite crecer con más coherencia, al tener mensajes más simples y sencillos ante un electorado menos diverso y con menos «alteraciones» externas, pero el salto a la política nacional les enfrenta con unos ejes para los que no están preparados. Por eso algunos liderazgos acabaron por perder su comunidad al pretender dar el salto, otros han visto su partido caer al ritmo que caían ellos y los mas prudentes evitan ser llamados a filas y tener que competir en la Carrera de San Jerónimo