¿Liderar Europa?
Se dice que Francia representa a una democracia moribunda. ¿Cuáles deberían ser las prioridades del futuro presidente francés?
Se están reuniendo los cuatro estados más grandes de Europa, que no quiere decir que sean los más grandes estados, para ver si hay luz donde sólo hay humo. Hablamos habitualmente de España el estado fallido y enfermo, junto con Italia, dos de cuatro. ¿Y Francia? Con unas presidenciales polarizadas entre extrema derecha y extrema izquierda, sólo Macron podría representar una opción sensata. ¿Acaso está dispuesto a aplicar el programa reformista que le reclaman las pocas mentes lúcidas del vecino norteño?
Una vez más, al que considero un referente intelectual, Jacques Attali, ha promovido un debate abierto titulado “France 2022” de cara a consensuar un listado de prioridades reformistas de una Francia que vive una situación muy preocupante: más del 20% de los jóvenes están en el paro; la deuda pública llegó al 100% del PIB; el déficit exterior es más del 8% del PIB. Estas son las reformas propuestas:
1. Aumentar el acceso a la educación infantil y escuelas primarias, para facilitar la buena integración de los futuros ciudadanos en una república secular y fraternal.
2. Crear un ingreso universal para la formación de parados de nivel superior. Ningún joven sin aprendizaje concreto y pagado. Apoyo a las rehabilitaciones de vivienda para su dignificación.
3. Hacer de la prevención en la salud y la propia autoestima una prioridad, tanto en los sistemas de seguridad social, como en la escuela y al trabajo.
4. Equiparar las condiciones al final de la vida laboral de todo el mundo, de forma que el inicio de la jubilación sea el inicio de una segunda parte de la vida laboral al servicio propio y de la comunidad.
5. Dar al ejército, la policía y la justicia los medios para garantizar la seguridad de todos.
Sería recomendable que Merkel, o su posible sustituto Schultz, miren más hacia el norte y el este para establecer alianzas más complejas con los estados pequeños
6. Destinar parte de la fiscalidad hacia la lucha contra la emisión de carbono y marcar la protección de suelos, mares, subsuelos como un asunto de prioridad nacional.
7. Promover el espíritu empresarial y emprendedor con una política de incentivos fiscales . E intentar el regreso a Francia de los talentos que marcharon al extranjero.
8. Reafirmación en los términos estrictos de la laicidad, y aplicarla a todas las culturas que hoy integran a Francia.
9. No permitir que la deuda pública sea superior al 100% del PIB.
10. En Europa, promover la creación de una policía fronteriza común y una defensa común.
11. Hacer de la francofonía una institución fuerte, capaz, de participar en el desarrollo y el mantenimiento del estado de derecho en los países del Sahel.
12. Compromiso para asegurar que el mandato del próximo presidente, elegido en 2022, será de siete años no renovables; reducir a la mitad el número de parlamentarios; y sustitución del Consejo Económico y Social por una cámara de las generaciones futuras, a cargo de la voz de las nuevas generaciones, con los miembros menores de 30 años.
Sólo Macron podría representar una opción sensata. ¿Acaso está dispuesto a aplicar el programa reformista que le reclaman las pocas mentes lúcidas del vecino norteño?
Los reformistas franceses son, sin embargo, escépticos. Los actores políticos con una predominancia de la vieja guardia de los partidos del régimen y con nuevos actores de signo populista, sólo activan los temores y pasiones más primitivas del electorado. Y proponen soluciones del siglo XIX. Francia es un país que tiene en su ADN el colbertismo, esta intervención enfermiza del Estado en la economía al dictado de una casta despótica y autocalificada de ilustrada. Y así desde la época de los reyes absolutos, pasando por las diversas repúblicas e imperios.
Este colbertismo tiene como contrapartida un alto corporativismo de los cuerpos de Estado, que no permiten flexibilizar y modernizar sus funciones. Y comporta también una anemia de la capacidad de emprendimiento de la sociedad civil.
Los pocos reformistas lúcidos tildan a Francia de democracia moribunda y economía en decadencia. «Nuestro país ya no puede contentarse con pequeñas frases y minúsculos proyectos” dice Attali.
Con este panorama sería recomendable que Merkel, o su posible sustituto Schultz, miren más hacia el norte y el este para establecer alianzas más complejas y quizás incompletas (no querrán ser todos) con los estados pequeños que son grandes Estados. Muchos de los cuales, especialmente los nórdicos, ya hace tiempos que innovaron su Estado del bienestar y su economía. Que Alemania despierte, porque le tocará liderar, no imponer, sumando a los pequeños Estados innovadores. Sin esta operación, las resistencias de los tres diplodocus del sur que asisten a las reuniones con Alemania (con tres presidentes sin autoridad moral) bloquearán la necesidad de cambio en todo Europa. Un cambio para salvarla.