¿Liberalismo en el Partido Popular? ¿Dónde?

En los últimos años se ha puesto de moda «hablar sobre la economía», lo que es un excelente indicativo de que la situación del país es grave: a la mayoría de la gente la teoría económica no le interesa, y no tiene tiempo, ni ganas, de leer en profundidad sobre ella. Pero con la crisis la gente se preocupa y ha surgido un nuevo lenguaje, más somero, menos exacto, más de tertulias de la Sexta y de discurso político dado a través de un plasma, que bebe de términos de la literatura más o menos científica. Un ejemplo es la palabra liberal, y, asociado a ella, la concepción de que el Partido Popular es liberal.

Bien, este 14 de noviembre el Govern de las Islas Baleares, en las libérrimas manos populares, acaba de aprobar a toda prisa un decreto-ley para revisar a la baja el número de oficinas de farmacia autorizadas en la comunidad. El motivo es que el Tribunal Superior de Justicia de Balears está a punto de resolver un contencioso-administrativo relativo a 42 nuevas boticas ya autorizadas pero cuya salida a concurso la Administración autonómica lleva años bloqueando. Todo indica que el Tribunal va a fallar y obligar a sacar a concurso 42 nuevas oficinas, y da la casualidad de que el president, José Ramón Bauzá, regenta una farmacia en Marratxí y la familia del conseller de Salud, Martí Sansaloni, otra en Palma. Si el lector quiere pensar mal y aventurar que los ya citados liberales emplean el poder del sector público para mantener privilegios gremiales que los benefician a ellos y a sus familias, no podré culparlo por ello. Medida similar se tomó, el año pasado y en Madrid, en relación a los registradores de la propiedad.

Liberalismo equivale a intervención mínima del sector estatal en la vida económica. Liberalismo hubiera sido dejar quebrar las cajas, perjudicara a quien perjudicara, reducir el gasto público y los impuestos y no subir el IVA, eliminar normativa y trabas para las empresas, reducir la burocracia, suprimir el amparo legal a los colegios profesionales, suprimir administraciones y abrir a cualquier particular la posibilidad de montar un estanco o una farmacia. No entraré en este artículo a opinar si estas serían medidas positivas o negativas, pero hubieran sido coherentes con el supuesto liberalismo de los populares. No tomarlas es tan absurdo como para un Estado comunista lo sería permitir la existencia banca privada.

No nos confundamos: la España actual no es una sociedad que se encamine hacia un modelo liberal. Es una nación sujetada cada vez más por el poder de los oligarcas y de los sectores de población privilegiados por una administración gigantesca, cuyo objetivo es mimarlos. En ello nos aproximamos, desde el otro extremo, a China y a Vietnam.