Le Pen no es el metro de platino
Están pasando tantas cosas que con facilidad se da por hecho que Marine Le Pen ya es la medida de todas las cosas. En Francia, sin duda, su victoria inapelable marcará la dinámica política –o más bien el declive– por unos años, mientras la UPM anda buscando líder con el fanal de Diógenes y los socialistas no tienen ni para salvar los muebles.
Los cronistas han presentado el encuentro post-electoral de los líderes del Partido Popular Europeo como un cónclave del pánico. Y es cierto que la nueva composición del Parlamento Europeo introduce nuevas variables y a saber si querrá dar impulso a un reformismo transparente que reconcilie a los ciudadanos con una política que juzgan distante.
Pero no estamos en los años treinta. Europa cuenta con un buen sistema de estabilizadores. De proponérselo, es capaz de transformar el evidente desafecto en un efecto de destrucción creativa.
Siempre entre bastidores, una de las personalidades más eficaces en el curso de la crisis ha sido el belga Herman Van Rompuy, actual presidente del Consejo Europeo, desde 2009. Prefiere el perfil bajo, limar aristas, propiciar consensos. Un hombre puente, un árbitro de calidad y no un metro de platino. Ha recibido el Premio Internacional Carlomagno. Conviene prestar atención a los discursos de Van Rompuy y más aún en tiempos turbulentos. Ha dicho que la Europa que era la gran procuradora de oportunidades ha pasado a ser vista como una intrusa no bien recibida. Recordó cuando Angel Merkel dijo en 2008 que, si el euro fracasa, Europa fracasa.
Cuesta imaginar que el proceso de integración iniciado en la postguerra europea pueda evaporarse únicamente porque están apareciendo nuevos populismos, a extrema-derecha y extrema-izquierda, configurando un frente eurófobo. Ese frente pretende articularse pero ya han comenzado las riñas entre los distintos líderes nacionales.
Siempre habíamos pensado en Europa –dijo Van Rompuy– como un espacio donde eliminar fronteras y tener un mercado común, pero nunca la habíamos considerado un hogar, un cobijo, y ese es el precio que estamos pagando ahora. La Unión Europea –añadió– también debe ser vista como protectora. Bueno, en realidad, en la Unión Europea existe el mejor sistema asistencial del mundo. Su mejor invento –aunque caro y hoy necesitado de ajustes- ha sido el Estado de Bienestar.
Defensor constante de la economía social de mercado, Van Rompuy sabe que la herencia del liberalismo de los años Thatcher-Reagan ha perdido mucha fuerza en la crisis de la que apenas estamos saliendo. Todo ha cambiado. Por eso la Unión Europea debiera ser considerada por los ciudadanos como un sistema protector, en el que se sientan personas y no solo consumidores.
Tiene mucho sentido, sobre todo cuando Marine Le Pen en Francia o Farage en el Reino Unido pugnan por liderar la demolición de la Unión Europea. Ese es ahora el objetivo común de la política de extremismo, sea de derecha o de izquierda.