Las turbulencias bursátiles: sobre muros y bluffs políticos
Factores políticos como el retraso del voto sobre el brexit, las investigaciones sobre Donald Trump y la obcecación con el muro han hecho caer la Bolsa
En los últimos días datos sobre la ralentización del crecimiento económico en Europa y China han acentuado las bajadas bursátiles en todo el mundo. Ya existían desde octubre motivos sobrados para vender acciones.
La Reserva Federal ha subido los tipos de interés en tres ocasiones en 2018, y pretendía hacerlo otras cuatro veces en 2019. El incremento de 25 puntos básicos del 18 de diciembre era inevitable porque Jerome Powell y los miembros del Comité Federal de Mercado Abierto de la Reserva Federal tenían que demostrar su independencia respecto a Donald Trump.
Los Estados Unidos gozan de un sólido cuadro macroeconómico
Pero el presidente de los EE.UU. tiene razón al insistir que con la inflación contenida la Fed no debe subir la tasa de fondos federales, que está en 2.25%, ni mucho menos elevarla cuatro veces en 2019. Los EE.UU. gozan de un sólido cuadro macroeconómico: el crecimiento del PIB en los EE.UU. puede alcanzar 3% en 2018 y la tasa de paro (3,7%) es la más baja desde hace cuarenta años.
Pero el endeudamiento de los estadounidenses (hipotecas, préstamos al consumo, deuda de estudiantes universitarios) es alto y el índice de Asociación Nacional de Constructores Residenciales está en el nivel más bajo desde mediados de 2015.
En el frente comercial, la pausa en la confrontación entre los EE.UU. y China hasta el 1 de marzo es claramente insuficiente para lograr un acuerdo amplio y evitar que Donald Trump aumente los actuales aranceles del 10% al 25% sobre 200.000 millones de dólares de exportaciones chinas a los EE.UU. y aplique aranceles sobre otros 267.000 millones de dólares de exportaciones chinas.
Los analistas acusan a los gigantes tecnológicos de no generar empleos de alta cualificación en las nuevas plantas
Los importadores en los Estados Unidos han acrecentado sus inventarios para poder registrar buenas ventas a finales de año y anticiparse a la entrada en vigor de los aranceles vengatorios de China. Las empresas tecnológicas tienen muchos frentes abiertos.
Los tribunales de China están dictando veredictos en casos de disputas sobre propiedad intelectual, como sucede entre Qualcomm y Apple. Los anuncios de inversiones en nuevas centrales de Google de 100.000 millones dólares (en Nueva York en 2020) o las de Amazon en Arlington (cerca de Washington DC y Nueva York) no impiden que los analistas achaquen a los gigantes tecnológicos que su repatriación de beneficios motivada por la reforma fiscal aprobada a finales de 2017 se esté empleado para realizar compras de sus acciones y repartir dividendos, y no para generar empleos de alta cualificación con nuevas plantas.
En 2018 los anuncios de compras de acciones propias han ascendido un 64%. Pero la estrategia está fracasando de manera rotunda, ya que el S&P ha caído a su nivel más desde octubre de 2017 y tanto el S&P como el Dow Jones acabarán el año con pérdidas si no se produce el denominado rally de Santa Claus.
Por si fuera poco, el índice bursátil internacional MSCI ha bajado un 4,5% en 2018 y el Euro Stoxx 50 ha descendido un 10,1% desde enero. Prácticamente todas las grandes economías acabarán 2018 con pérdidas considerables en sus índices burstátiles, que en el caso del Shenzhen Comp es del 27,3% y el de Shanghai Comp de 19,9%.
Factores políticos como el retraso del voto sobre el brexit hasta mediados de enero, las investigaciones sobre las actividades de Donald Trump y la intención del presidente de cerrar las actividades del gobierno federal el 21 de diciembre si no obtiene 5.000 millones de dólares para su muro con México han desencadenado los últimos desplomes.
El bluff del presidente es irresponsable porque incluso los líderes del Partido Republicano en la Cámara de Respresentantes y el Senado reconocen desconocer las tácticas que prepara la Casa Blanca para impedir el cierre del gobierno federal, que en caso de extenderse más allá de unos días aceleraría la ralentización de la mayor economía del mundo.
En ocasiones anteriores se ha pactado una prórroga presupuestaria in extremis que adjudica más fondos para proteger las fronteras de los EE.UU. frente a la inmigración ilegal. El Partido Republicano sabe que paralizar las actividades del gobierno – incluso las de los ministerios de Defensa y Seguridad del Territorio – resultaría impopular, pero Trump es imprevisible y los Demócratas están eufóricos después de recuperar la mayoría en la Cámara de Representantes.
La falsa recesión financiera
El único efecto positivo de la previsible desaceleración económica es la bajada de los precios del petróleo. El estado de ánimo de las empresas, sus empleados, los mercados e inversores mejorará a corto plazo si se evita la interrupción de las operaciones del gobierno de los EE.UU. y la Reserva Federal en su comunicado ofrece orientaciones creíbles sobre una esperada política de detener los incrementos de tipos en 2019.
Tanta incertidumbre genera titulares incorrectos sobre recesiones inminentes en medios de comunicación que desconocen que para entrar en recesión el PIB debe descender dos trimestres consecutivos.
Además de despejarse las incertidumbres o amenazas en el frente político, monetario y comercial, el nivel de ventas en Navidad y fin de año mostrará si los consumidores no se dejan asustar por el inevitable inicio del final de un ciclo de crecimiento sólido que en los EE.UU. empezó a mediados de 2009 y en Europa en 2010.