Las trampas de Miquel Iceta
El 25 de diciembre de 2010, una delegación de CiU, encabezada por Artur Mas y otra del PSC, dirigida por Joaquim Nadal, firmaron un pacto para facilitar la investidura de Artur Mas a la presidencia de la Generalitat de Catalunya. Entonces ya se conocían numerosos episodios de corrupción en CiU –Maragall ya había entonces pronunciado su famosa frase del 3%– aunque no habían estallado casos como los que implican directamente a Jordi Pujol. Entonces el PSC había conseguido 25 escaños en el Congreso de los Diputados, lejos de los siete que tiene en la actualidad. El portavoz del PSC en aquel momento se llamaba Miquel Iceta.
Entonces, los líderes del PSC explicaron su abstención como un acto de responsabilidad para permitir la existencia de un gobierno en la comunidad autónoma. También se explayaron en considerar que la abstención no era un apoyo al gobierno de Artur Mas y que ejercerían la oposición constructiva pero contundente. A fin de cuentas, ¿cómo iban a apoyar a un partido conservador y nacionalista, una antítesis del PSC?
¿Porqué no afectaba a la dignidad del PSC abstenerse para permitir gobernar a Artur Mas y es inadmisible que el PSOE lo haga con quien ha ganado por dos veces consecutivas las elecciones generales en España? Sencillamente porque entonces, el PSC, tal y como explicó públicamente, actúo para establecer la normalidad de que quien había ganado las elecciones pudiera gobernar –dado que los abstencionistas no podían formar una mayoría alternativa– y ellos erigirse en oposición.
¿Cuantas elecciones tiene que ganar el PP para que el PSOE, sencillamente, le permita gobernar?
Con el histrionismo que le caracteriza, Miquel Iceta, gritaba en un mitin reciente: «¡Pedro [Sánchez] líbranos de Mariano Rajoy!» Tal vez hubiera sido más lógico gritar ¡Votantes del PP, liberadnos de Mariano Rajoy!
¿Por qué actuar de distinta manera con el PP de cómo lo hizo el PSC con Artur Mas?
El razonamiento es aparentemente sencillo. El partido de la corrupción no puede gobernar España. Es decir, una apreciación particular, la de los partidarios de un «no es no» indefinido, como afirmaba César Luena, entienden que las responsabilidades políticas ciertas, visibles, indiscutibles del PP en casos de corrupción, no tienen redención política posible. No han fijado un plazo en el que el PP pudiera redimir sus culpas y volver a gozar del derecho que tienen todos los demás partidos a gobernar.
No han determinado cuantas elecciones más debería ganar el PP para dejar de estar demonizado. No es que a los ciudadanos no les importe la corrupción, lo que sucede es que las alternativas que les han ofrecido no han sido suficientemente atractivas. Por eso tantos han votado al PP de Rajoy «a pesar de». La manera de evitar esta circunstancia es hacerlo mejor en las siguientes en elecciones, no bloquear las instituciones.
En derecho político, está universalmente reconocida la bicefalia entre responsabilidades políticas y penales. Las segundas las establecen los tribunales de justicia, que pueden castigar con penas de privación de libertad y también con inhabilitación para cargos públicos.
Las primeras, las responsabilidades políticas, las ejercen los ciudadanos en las urnas. Y quedan extinguidas con el pronunciamiento de los electores, con el cumplimiento, en su caso, del castigo de sus votos, al igual que las penales quedan extinguidas con el cumplimiento, en su caso, de las penas.
¿Qué alternativa tiene Miquel Iceta, partidario de unas nuevas elecciones, si el PP repite resultados o incluso, como prevén las encuestas, los mejora? ¿Seguirá, en ese caso, estigmatizado como alternativa de gobierno el PP, aunque repita o aumente su ventaja electoral?
Otra pregunta para Miquel Iceta: el PSC llegó a tener veinticinco diputados en el congreso en dos ocasiones, cuando el partido lo dirigía Raimon Obiols y Pasqual Maragall. En las últimas elecciones generales el PSC logó siete diputados. Ha quedado relegado al cuarto puesto en el ranking electoral de Cataluña, sumido prácticamente en la irrelevancia. ¿Cuantos escaños más necesita perder Miquel Iceta para revisar las políticas del PSC?
Si la persistencia a negar el pan y la sal es indefinida, pueden llegar a rozar el ridículo electoral, si no lo han hecho ya.
Los representantes del PSC en el Comité Federal del PSOE asistieron a la reunión del domingo pasado, donde el propio Miquel Iceta, que la encabezaba, utilizaron su turno de palabra, se pronunciaron en contra de la abstención y votaron en consecuencia. Hubo un resultado que afirman no estar dispuesto a acatar.
¿Qué significa democráticamente formar parte de un organismo de dirección, participar en una votación legítima y negarse a acatar el resultado? Sencillamente es hacer trampa. Es romper las reglas del juego democrático.
Asistieron al máximo órgano del PSOE entre congresos, votaron y perdieron. Al igual que ha anunciado Donald Trump, sólo respetan los resultados si ganan. Como es sabido, el PSC forma parte, con voz y voto, de los órganos de dirección del PSOE. Por el contrario, el PSOE no tiene ni voz ni voto en la dirección de los socialistas catalanes.
Una situación de clara ventaja del partido que lidera Miquel Iceta, que tiene autonomía en las decisiones de ámbito catalán y sin embargo puede influir e influye en las decisiones del PSOE. Los delegados del PSC a los congresos del PSOE tienen idénticos derechos que los delegados de cualquier rincón de España.
¿Qué sentido tiene continuar con esta situación, si los miembros del PSC, cuando pierden, no respetan el resultado democrático del Comité Federal?
La pregunta se la hacen muchos dirigentes y militantes socialistas que no entienden la deslealtad de los representantes de los socialistas catalanes. ¿Qué debe hacer la dirección del PSOE con ese desacato, rebeldía y falta de responsabilidad democrática? ¿Deben seguir participando los militantes del PSC en las decisiones del PSOE, algunas tan importantes como la asistencia a los Congresos o el ejercicio de su voto para la elección de secretario general del PSOE? ¿Cómo confiar que en el futuro, cuando no les gusten las decisiones de los órganos de decisión legítimos del PSOE, respetarán los acuerdos de la mayoría?
La crisis que se avecina no tiene precedentes en las relaciones del PSOE y del PSC. La ruptura de la relación entre los dos partidos seguro que es mala para los dos. Pero hay quien piensa que las siglas del PSOE en Cataluña no tendrían muchos problemas para mejorar la situación del PSC que solo aporta siete escaños al grupo parlamentario en el Congreso.