Las raíces nacionales grabadas en el pavimento de una plaza   

La deriva mística del independentismo catalán se asemeja a la Joven Italia de Giuseppe Mazzini, en donde germinó la idea de pueblo elegido y perseguido

Se habla mucho de la manipulación a la que se ven sometidos los jóvenes, y no tan jóvenes, en Cataluña. Los primeros, por la vía de la escuela, los libros de texto, la televisión, la radio, los cómics, los videojuegos y, en general, la Red con todas sus posibilidades y extensiones. Los segundos –principalmente-, por la televisión y la radio afines a la causa. Una manipulación industrial de la consciencia que cuenta con tecnología, medios de transmisión y recursos humanos y económicos.   

Al respecto, conviene aclarar que, a día de hoy, ni todos los jóvenes,  ni todos los no tan jóvenes, caen en las redes de la propaganda nacionalista en Cataluña. Cada vez son menos los que muerden el anzuelo. Cada vez son menos los que se dejan engañar o los que comulgan conscientemente con el engaño. Cada vez son menos los que necesitan fortalecer la fe nacionalista. Cada vez son menos los que desean formar parte del martirologio nacionalista. Pero, haberlos haylos. La regla de oro de la superchería: no hay engaño sin autoengaño.  

El alma del pueblo  

El caso es que el mensaje –la propaganda- del nacionalismo catalán no sólo se encuentra en los libros, las películas, el teatro, los videos, los anuncios, las canciones, las paredes, la mochila, la ropa y un sinfín de artículos del merchandising nacionalista. Está, por ejemplo, en el pavimento de la plaza Assemblea de Catalunya, del barrio de Sant Andreu-la Sagrera, en la ciudad de Barcelona.  

Si ustedes visitan dicha plaza, encontrarán, grabado en el pavimento, un “elemento escultórico” –así lo denomina el Ayuntamiento de Barcelona- que responde al título Les nostres arrels. Es decir, nuestras raíces.  

¿Cuáles son las raíces de Cataluña? Ustedes las pueden leer en el grabado de dicha plaza. Un texto de vocación romántica dieciochesca que podríamos calificar de kitsch.  

Un breve resumen: “Raíces que se levantan y caminan/ raíces que nos unen/ raíces que tienen la obligación moral de escuchar la voz del pueblo/ que no tienen límites/ que perduran en el tiempo/ de un pueblo donde la honestidad es requisito imprescindible/ que son el alma del pueblo/ que no lloran una tierra, sino que luchan por una tierra que llora/ de un pueblo que por su voluntad quiere ser libre/ que vuelven a brotar/ sin las cuales un pueblo permanece huérfano”.   

Vale decir que el proyecto de remodelación de la plaza –escultura y versos incluidos- fue votado por los vecinos del barrio. Por mejor decir, fue votado –cosas del asamblearismo- por 117 votos de un censo de 28.796 personas.   

Una apoteosis que no existe  

El texto, aparecido en 2014 –fecha en que se inauguró la remodelación de la plaza de la Assemblea de Catalunya-, admite su lectura.  

1. El aparato de propaganda del “proceso” ha inculcado, en un número indeterminado de ciudadanos, la mística nacionalista de las “raíces” de una Cataluña  “moral” y “honesta” que se distingue por su “alma” y voluntad inalterable de “ser libre”. Un reflejo –incluso en el lenguaje afectado- de la mística nacionalista tradicional –la Renaixença del XIX- que habla de la “voluntad colectiva de ser”, del “estilo de vida”, del “sentido de comunidad” o de la “fidelidad a la nación”. Y el legado de Jordi Pujol: “Todo pueblo necesita une mística colectiva, algo que le vertebre y le dé sentido” (Construir Catalunya. Entre l´acció i l´esperança, 1979). Un libro, por cierto, que inicia la etapa de “fer país”.        

2. El aparato de propaganda del “proceso” no ha conseguido inculcar a una mayoría significativa la mística nacionalista, si tenemos en cuenta la escasa participación de la ciudadanía en el diseño de la plaza. Una participación insuficiente –el detalle no es baladí- que tiene lugar precisamente en el año de la consulta sobre el futuro de Cataluña.        

Una lectura que refuta la apoteosis nacionalista, pero confirma la deriva mística de un nacionalismo/independentismo catalán que se asemeja a la Joven Italia de Giuseppe Mazzini, en donde germinó la idea de pueblo elegido y perseguido. En definitiva, una religión nacional/nacionalista ad hoc acorde con el discurso y la reivindicación independentistas.  

La mística nacionalista  

Una mística que ha invadido el ámbito de la política. De dos maneras. En primer lugar, dotando de existencia a una Cataluña virtual –la tierra, las raíces o el alma- a la que hay que venerar y satisfacer. En segundo lugar, admitiendo que esa Cataluña virtual es indiscutible e inmutable, sin principio ni fin. Una suerte de misticismo nacionalista de bajo vuelo que pretende convencernos de que aquello que se piensa y se habla, existe por el mero hecho de ser pensado y hablado.  

Un misticismo que ha dado lugar a un neopaganismo mágico que cuenta con una serie de palabras clave que explicarían su permanencia –en este caso- en Cataluña: nación, país, tierra, alma, pueblo, identidad, historia o lengua. Más recientemente, independencia, autodeterminación, referéndum, preso político, exiliado o amnistía.     

Un misticismo nacionalista que acaba legalizando y legitimando una ficción. Una teología. Un camino de acceso a través del éxtasis. La nación divinizada. “Cáscaras vacías”, diría Rudolf Carnap 

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