Las purgas de septiembre
El escarmiento a Campuzano busca lanzar un mensaje claro a las filas del separatismo: solo en la ortodoxia hay vida política
Lola García explicaba en la presentación de su muy recomendable libro El hundimiento que una característica clave para entender el «procés» fue el “tenim pressa”. Todo sucedió de forma vertiginosa hasta llegar al lento pero inexorable declinar que el «procés» vive hoy. En realidad lo que García explicó es aplicable a todos los aspectos de la política.
La política, hoy, es comunicación y a alta velocidad. En la semana que la Diada tenía que abrir una “tardor calenta” explota el «Mastergate» y el mismo 11-S dimite una ministra y al día siguiente en lugar de hablar de la pos Diada y el desentierro de Franco se lía parda con la tesis de Pedro Sánchez.
El plan de los «indepes» fracasó porque el «procés» vive de la comunicación; si no acaparan titulares pierden fuelle y llevan mal que se hable de otra cosa que no sean ellos mismos y su monotema.
El separatismo vive un septiembre complejo. El objetivo de paralizar Barcelona del 11 de septiembre al 1 de octubre ha sido abandonado, incluso la huelga general del 1-O está en cuestión a día de hoy y además su unidad se limitó a la tregua del 11-S por la tarde en la concentración de la Diagonal.
Que el Parlament sigue cerrado por su incapacidad de gestionar la suspensión dictaminada por la justicia de los diputados prófugos y en concreto de Carles Puigdemont no es noticia, simplemente porque en Cataluña se explica poco pero el numerito de la moción presentada en el Congreso por el grupo del Pdecat y retirada unas pocas horas más tarde pone de manifiesto la falta de estrategia del separatismo y la divergencia de intereses entre actores.
El Pdecat parecía políticamente muerto tras el golpe de mano de Puigdemont y Quim Torra al crear la Crida pero no lo estaba. En el Congreso tuvo el valor de poner blanco sobre negro lo que parecía que sus colegas de ERC, como Joan Tardà y quizás incluso Oriol Junqueras, pedían: diálogo.
La Moncloa se ofrece y la obstinación «indepe» hace el resto
En paralelo desde el ministerio de Fomento se anuncia el fichaje del exconseller convergente y exalcalde de Olot, Pere Macias, como responsable de cercanías en Cataluña. La lectura parecía obvia: la parte realista del Pdecat, tras el golpe de mano hacia la radicalidad absoluta de «Torramont» por un guiño a Sánchez, apostaba por la tercera vía.
ERC con un ataque de cuernos, porque el PSOE no solo habla con ellos sino que se dedica al poliamor político, anuncia su abstención. Horas más tarde la nueva líder de Puigdemont en Madrid, Míriam Noguera, desautoriza a Carles Campuzano y la moción se retira. La mayoría de líderes del mismísimo entorno de Puigdemont se enteran del sainete por Twitter y se las ven y se las desean para responder a la prensa.
La Moncloa celebra su nueva victoria sin tener que realizar concesión alguna; ellos se ofrecen y la obstinación «indepe» hace el resto.
En el separatismo el escarmiento a Campuzano busca lanzar un mensaje claro a sus filas: solo en la ortodoxia hay vida política. El que se desvíe un centímetro del «cedeerreismo» está fuera y no ocupará lugar alguno en las listas municipales de la próxima primavera.
Los presos preventivos son rehenes de este clima, ¿Cómo buscar una estrategia procesal de defensa en búsqueda de su absolución si el Twitter purificador de Puigdemont y las terminales «kandaharescas» del separatismo irreductible escudriñarán con lupa cualquier síntoma de debilidad o flaqueza a sus ojos puros?
Otoño llegó caliente, efectivamente, pero mucho más en el microcosmos «separata» que en la vida real. Ahora bien, que nadie se confíe que a los CDR se les escapa un “mastegot” en el momento menos previsto.