Las intrigas de Waterloo

"Un Estado no debe estar con un Gobierno en funciones demasiado tiempo. Pero los dimes y diretes, y mentiras palaciegas del momento, [...] son entretenidas. Sobre todo, por contradictorios. Lástima que la memoria sea débil."

El resultado de las elecciones del pasado 23 de julio dio una breve tregua al independentismo más movilizado. La sensación de que las riendas del nuevo gobierno iban a estar influenciadas por las decisiones de Carles Puigdemont otorgó un vigor inesperado a un movimiento que estaba de bajada.


Debió ser una sensación muy gratificante. Bueno, lo fue, a tenor de muchas de las declaraciones llenas de entusiasmo que comenzaron a surgir de la mayoría de sus dirigentes.


Pero el entusiasmo para un colectivo que sabe actuar bien cuando el victimismo sale en la escena, no es bien recibido por todos. Dejando a un lado si han existido contactos entre gente del PSOE, o de Sumar, con Puigdemont, o colaboradores cercanos al personaje, quitándole la importancia de haberse producido, lo cierto es que la solo sospecha y el resquemor ha trastocado la lógica política de este movimiento, como era de esperar.

Lo cierto es que la solo sospecha y el resquemor ha trastocado la lógica política de este movimiento


Por un lado, entre los sectores que llevan ya años haciendo sus vidas en Waterloo y, por otro, sus compañeros de ERC, que ya negocian de forma habitual con los diputados socialistas o de Podemos.


Las palabras lo aguantan todo. Es cierto que Puigdemont repite siempre que puede que cualquier tipo de negociación no debe ser nominativa, sino colectiva. Nada para él como líder, todo para el movimiento. Pero esa posición, o es seguida con luz y taquígrafos, o siempre será sospechosa.


Así, el conocido como Consell de la República, aquel invento de Puigdemont para construir en el imaginario una estructura de estado, viéndolas venir, comenzó a denunciar internamente algunos movimientos sospechosos con algún dirigente de Sumar, en este caso y en concreto con Jaume Asens, con conversaciones no del todo transparentes.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d), y el presidente del Gobierno en funciones y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. EFE/Mariscal


No hay nada que el poder, aunque sea subsidiario, no digiera peor que el secretismo. Así, las presiones ya han sido eliminadas por el propio Puigdemont disolviendo la asamblea de representantes del Consell de la República que comenzaban a ver indigestas las negociaciones con el PSOE para votar que sí en la probable investidura de Pedro Sánchez.


Recuerden que fue Jaume Asens, entonces hombre municipal de Ada Colau, quien aconsejó a Puigdemont que el mejor país para parapetarse de una euroorden española en el caso de fuga era Bélgica.


El expresident aseguró el otro día que desmentía cualquier tipo de negociación con el PSOE, ni de estudio para encontrar vías de amnistía. Y es cierto. Asens no es del partido socialista.

Tensión en el PP por hablar con JxCat. Tensión en el PSOE por negociar con Puigdemont


La fotografía es interesante. Tensión en el PP por hablar con JxCat. Tensión en el PSOE por negociar con Puigdemont. Y sustitución de los que molestan al otro lado, el de los independentistas de Waterloo, denunciado por la propia comisión de acción política del Consell de la República, por la pleitesía con las hordas españolas. Han llegado a denunciar poca democracia interna. De los independentistas. ¡Fascinante!


Lo cierto es que la situación es muy negativa. Un Estado no debe estar con un Gobierno en funciones demasiado tiempo. Así es. Pero los dimes y diretes, y mentiras palaciegas del momento, aunque no tengan la altura ni el divertimento narrativo de Juego de Tronos, son entretenidas. Sobre todo, por contradictorios. Lástima que la memoria sea débil.

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