Las generaciones muertas oprimen el cerebro de los vivos
El titular está sacado de un célebre ensayo del cual se conoce la cita que afirma que la historia se repite "una vez como tragedia y otra vez como farsa"
El título que ustedes acaban de leer está sacado de El 18 brumario de Luis Bonaparte de Karl Marx. Un célebre ensayo del cual se conoce la no menos célebre y repetida cita –por cierto, el original es de Hegel- que afirma que la historia se repite “una vez como tragedia y otra vez como farsa”.
De Lluís Companys a Carles Puigdemont
Una cita que suele utilizarse, por ejemplo, entre otros acontecimientos, para referirse a la vocación insurgente del nacionalismo catalán. Una cita que, de nuevo, ha tomado actualidad a raíz del “proceso” –el referéndum del 1-O de 2017 y la proclamación unilateral de independencia del 27 de octubre del mismo año- y de la derogación –una suerte de amnistía enmascarada- del delito de sedición del Código Penal.
En el caso que nos ocupa, la tragedia sería el golpe de Lluís Companys del 6 de octubre de 1934 y la farsa correspondería a la intentona de octubre de 2017. Las similitudes: primero, en ambos casos, el golpe; segundo, igualmente en ambos casos, la amnistía o la derogación del delito de sedición.
Existen diferencias. En primer lugar, Lluís Companys fue condenado por rebelión y los políticos catalanes de 2017 lo fueron por sedición y malversación. En segundo lugar, en octubre de 1934, el Ejército y los Mossos salieron a la calle y la rebelión se saldó con más de cuarenta muertos y un centenar de heridos, mientras que el octubre de 2017 fue incruento. De ahí, la tragedia y la farsa.
La herencia del pasado
Más allá de los datos luctuosos, interesa comparar uno y otro hecho. También, sus consecuencias. La intención: mostrar el acierto de Karl Marx. Pero, no el Karl Marx de la tragedia y la farsa, sino el que, en el mismo ensayo, sostiene que “los hombres hacen su propia historia” bajo “circunstancias directamente dadas y heredadas del pasado”. Concluye: “la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”. Vayamos a los hechos.
Unos procesos paralelos
La naturaleza de ambos hechos: “un intento fracasado de ruptura del orden constitucional español a través de un movimiento de insurgencia liderado por las autoridades catalanas, y en ambos se produce una reacción del Estado, que utiliza todos los instrumentos de defensa de la Constitución previstos en cada momento». (Enric Fossas Espadaler. La respuesta de la República ante la rebelión del 6 de octubre de 1934 en Cataluña. Revista Española de Derecho Constitucional, 120. 2020).
El nacionalismo catalán –el de 1934 y el de 2017- se alza contra la legalidad constitucional. Si el primero proclama el “Estado Catalán de la República Federal Española”, el segundo asume “el mandato del pueblo de que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de república”. Si el Estado Catalán de Lluís Compnays dura 10 horas, el Estado independiente en forma de república de Carles Puigdemont dura 8 segundos, el tiempo que tardó en suspender sus efectos.
La Segunda República suspende la autonomía de Cataluña el 1935 y designa un gobernador –durante las primeras semanas la Generalitat fue controlada militarmente: el Parlament fue confiscado por la autoridad militar y ocupado por la Guardia de Asalto, se detuvieron más de 5.000 personas, se “purgaron” 400 Ayuntamientos afectos a la causa independentista y se suspendió la publicación de la prensa también afecta a la causa- como Presidente de la Generalitat; la Monarquía parlamentaria interviene la autonomía de Cataluña el 2017 y designa como administrador al Secretario de Estado de Administración Territorial.
El Tribunal de Garantías Constitucionales de la Segunda República condena a Lluís Companys –30 años de prisión– por un delito de rebelión militar y el Tribunal Supremo de la Monarquía parlamentaria condena –13 años de prisión– a Oriol Junqueras –a Carles Puigdemont se le declara en rebeldía al haberse fugado a Bélgica– por un delito de sedición y malversación.
los abogados defensores consideran el comportamiento de sus defendidos como una suerte de sucesos políticos habituales con escasa transcendencia penal
Si en el juicio contra Lluís Companys la Fiscalía habla de una “imaginaria República federal” que no es sino una “artimaña legal de imposible realización”, en el juicio del “proceso” de 2017 el Tribunal habla de “ensoñación”. Vale decir que, en ambos casos, los abogados defensores consideran el comportamiento de sus defendidos como una suerte de sucesos políticos habituales con escasa transcendencia penal.
La victoria del Frente Popular durante la Segunda República, así como la presión pública, especialmente en Cataluña, promovió y propició la amnistía de “los penados y encausados por delitos políticos y sociales” como “medida de pacificación conveniente al bien público y a la tranquilidad de la vida nacional, en que están interesados por igual todos los sectores políticos”. Por su parte, la izquierda gobernante en España después del juicio del “proceso” propició el indulto de los sediciosos con el argumento de la “utilidad pública”.
Tragedia, farsa y algo más
De ambos procesos –tragedia, farsa y algo más– se pueden sacar algunas conclusiones. Por ejemplo: que el Estado español carece de instrumentos eficaces y ágiles –un tipo penal ajustado al caso- cuando se trata de juzgar la subversión constitucional; que el comportamiento del Estado español ante dicha tesitura es lenta, retardada, titubeante e indecisa; que las izquierdas españolas son proclives a utilizar la potestad de gracia e indultar –en su caso, amnistiar- a quienes conspiran contra el orden constitucional.
Y algo más. De nuevo, Karl Marx: “Las generaciones muertas oprimen el cerebro de los vivos” y, en consecuencia, “la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”.
Karl Marx andaba cargado de razón. Lluís Companys tras ser amnistiado (1936): “Volveremos a sufrir, volveremos a luchar, volveremos a vencer”. Los líderes independentistas en su turno de última palabra el día en que finalizó el juicio (2019): “lo volveremos a hacer”. Esas “conjuraciones de los muertos en la historia universal” de que también habla Karl Marx.