Las esperanzas del ‘moderado’ Puigdemont
La política catalana vive una extraña placidez. Hay movimientos, soterrados, tomas de posición, como en las guerras de desgaste, pero todo está a la espera de lo que ocurra en el conjunto de España. Aunque el Govern de Junts pel Sí, que preside Carles Puigdemont, tiene una hoja de ruta clara, con 18 meses por delante para aprobar las llamadas estructuras de estado, la prudencia es la tónica, y la voluntad real es que en Madrid alguien se ponga al telefóno, y que no se trate de otra broma, como la que protagonizó una radio catalana con Mariano Rajoy.
Un interlocutor, es lo que quiere Carles Puigdemont, que tiene una gran ventaja respecto a otros dirigentes de Convergència, como el propio Artur Mas, y es que siempre militó en el campo independentista. Puigdemont es un activista, un hombre convencido de que Cataluña debería disponer de instrumentos propios de un estado para ofrecer mejores servicios a sus ciudadanos. Pero, por esa misma razón, nadie le acusará de ser un traidor y se toma su tiempo. Espera a ver qué sucede en la política española.
Puigdemont trasladó esa voluntad de esperar, aunque con buenas dosis de escepticismo, al presidente del Círculo de Economía, Antón Costas, con quien se reunió este jueves en el Palau de la Generalitat. Fuentes conocedoras del encuentro aseguran que Puigdemont mostró su disposición a entablar un diálogo con el gobierno español que se pueda constituir, por lo menos para poner en común aquellas cosas en las que no habrá posibilidad de acuerdo, como el referéndum de autodeterminación que se reclama.
El hecho es que el independentismo, con Puigdemont a la cabeza, está esperanzado, y esa impresión surgió en la reunión del President con Costas, en relación con la figura de Pedro Sánchez. Más allá de la lectura oficial, de las declaraciones sobre las insuficiencias del acuerdo alcanzado entre el PSOE y Ciudadanos, el gobierno catalán cree que se podría establecer una buena relación con Sánchez que aliviara la situación de Cataluña.
El camino por recorrer es amplio: desde los 23 puntos que presentó Artur Mas a Mariano Rajoy en la pasada legislatura, hasta una solución algo más definitiva para la deuda de la Generalitat, que pasa también por un nuevo modelo de financiación autonómica que recoja, como mínimo, el principio de ordinalidad.
Por el momento, Puigdemont busca cómo convencer a la CUP para aprobar los presupuestos de 2016, que se encuentran prorrogados. Si ello es imposible, el presidente catalán no rechaza dialogar con otros grupos parlamentarios, especialmente Catalunya sí que es pot, la marca en la que se integró Podemos en Cataluña.
¿Desconexión? Por ahora paciencia, mucha paciencia. «No va a haber proclamación de la independencia sin que haya una pantalla democrática, esto es voto de la gente, y eso es más del 50%, y en eso trabajamos. En esta legislatura vamos a tener que sacar adelante las leyes que nos hemos comprometido a sacar adelante», aseguró este jueves en una entrevista en la Cadena Ser.
Pero veamos. Las tres leyes que se acordaron con la CUP, en la declaración soberanista del 9 de noviembre, y que se debían impulsar en el plazo de un mes, una vez el gobierno catalán estuviera constituido, se han ralentizado. La Mesa del parlamento catalán aplazó el martes su tramitación, exhibiendo prudencia después de que los servicios jurídicos de la cámara aseguraran que no se podía utilizar la vía de la ponencia conjunta con sólo dos grupos a favor, Junts pel Sí y la CUP.
Ahora se busca el concurso de Catalunya Sí que es pot, pero no se quiere pisar el acelerador sobre la ley de ordenamiento jurídico, la hacienda propia y la seguridad social del supuesto estado catalán, las leyes de la desconexión.
Ahora bien, el movimiento soberanista sigue ahí. No se ha ido. Lo que pide Puigdemont es que haya alguien al otro lado, y, a partir de ahí podrían llegar diversas soluciones.
En Madrid, los portavoces del independentismo no variarán el guión. Francesc Homs, por parte de Junts pel Sí, y Gabriel Rufián y Joan Tardà, por parte de ERC, tienen el voto del ‘no’ preparado para la investidura de Pablo Sánchez, en primera y en segunda vuelta.
Pero todo es susceptible de cambiar. Hay esperanza en el gobierno catalán, de hecho, se quiere tener esperanza para apostar por alguna salida viable, convencidos todos de que la vía independentista es mucho más complicada.