Las encuestas electorales apuntan a una Catalunya lampedusiana
El último sondeo electoral que se ha publicado en Catalunya sitúa a los dos principales fuerzas políticas del nacionalismo en un virtual empate. En términos de escaños parlamentarios estarían igualadas en el entorno de los 35 parlamentarios cada formación, y ERC sigue por delante de CiU en intención directa de voto. Aquí se pueden consultar los resultados si desean obtener el detalle, pero en síntesis son los citados.
De trasladarse esa foto fija a un resultado postelectoral, estaríamos más o menos donde andábamos en las anteriores muestras demoscópicas. El único cambio apreciable, por llamarlo de alguna manera, se produce en cómo se disputan minuto a minuto los dos partidos nacionalistas la hegemonía de la cámara. Sumados, eso sí, parece que consolidan la mayoría absoluta.
De aquí a que se produzca el verdadero sondeo, el de verdad, cambiarán cosas. Y los cambios seguro que se producirán en todos los sentidos. Dudo que con un debate tan enardecido como el que se prevé, el PSC no recupere posiciones de voto útil en el entorno de la izquierda. Por más que ahora esté purgando sus políticas de los últimos años, algunos de sus electores más tradicionales pueden decidir regresar si se clarifican las posiciones. Su pérdida por el ala nacionalista está descontada y es obvio dónde recalaran esos votos, pero el sufragio de una parte no menor de las clases populares de Barcelona y su área metropolitana parece muy prematuro y aventurado darlo ya por definitivamente perdido.
Habrá que ver hasta qué cotas electorales asciende el fenómeno del éxito de Ciutadans, detectado por las encuestas como uno de los más claros, y cuánto es a costa del PP, del PSC e incluso de ICV. Ya conocen esa teoría de los vasos comunicantes, que se puede utilizar en casi todas las formaciones del arco parlamentario.
En cualquier caso, los 135 diputados de la cámara catalana siguen muy repartidos, atomizados entre las diferentes formaciones, sin mayorías claras. Si la tendencia que recogen estos sondeos se plasmara en las urnas, la sociedad catalana no acaba de decantarse de una forma contundente por una de las fuerzas nacionalistas, ni por ambas a la vez. Resulta paradójico, lampedusiano casi, que con los cambios de rumbo que ha ido adoptando la política catalana en los últimos dos años, cuando encima de la mesa hay un debate de fondo, su plasmación parlamentaria permanezca, en grandes líneas, tan estable en términos de representación.
Con un resultado como el previsto por la encuesta, Catalunya no será fácilmente gobernable. O, incluso, algo ingobernable. De todas maneras, queda tanto por delante y se prevén tantas cosas que cualquier foto fija hoy no tiene más valor de futuro que el puro divertimento demoscópico.