Las elecciones no fueron europeas para los catalanes
Tampoco lo fueron estrictamente para los españoles, que han dejado un bipartidismo herido de muerte, que han votado teniendo en cuenta más la política interna que cualquier otra consideración o estériles y vacuos debates como los protagonizados por el machismo de un insulso Arias Cañete y una choni de la política como Valenciano. Y, cierto, tampoco lo fueron para los franceses, griegos, alemanes… cada uno ha aprovechado la construcción democrática de la Unión Europea para pasar cuentas en clave nacional.
En Catalunya, además, está lo nuestro: proceso sí o no, mejor el original o la copia, la izquierda moderada que camina con muletas… Claro, difícil sería que los ciudadanos fueran a unas elecciones europeas sin pensar en el monotema que todo lo invade y todo lo ocupa desde hace más de dos años.
Con independencia de los resultados de votos a partidos, es obvio que una participación del 47,4% del censo no permite decir que la ciudadanía catalana esté absolutamente impregnada ni tan siquiera hiper movilizada por el debate soberanista. El aumento de participación en Catalunya es obvio que tiene tintes de ese tenor, pero ni de lejos supone una auténtica llamada de atención o aviso a nadie.
O quizá sí, a quienes desde un supuesto nacionalismo moderado pusieron en marcha el proceso y ahora se han visto superados por la versión menos edulcorada de sus tesis. Si ellos admiten que la votación de ayer tenía una clave de debate interno difícilmente podrán sentirse confortables en el gobierno de Catalunya después de ver que quienes van más lejos en su principal y casi única motivación política y lo hacen sin tantos complejos son preferidos por la población.
Así que los votos de los catalanes no eran europeos, ni las sonrisas de los dirigentes de CiU en la noche electoral eran más que la teatralización de una derrota que ni es dulce ni conviene al futuro político de la formación. Por más que hablara de victoria del bloque soberanista, de mensaje a Madrid y a Bruselas, Artur Mas no es el líder que los catalanes prefieren de manera mayoritaria para su futuro. Todo continúa, dijo anoche, pero él es quien lo tiene más difícil en ese cometido. Y eso también lo saben ahora en Madrid y en Bruselas, que también daban por descontado que en Catalunya las elecciones no eran únicamente europeas.