Las derivadas Puigdemont
El próximo 31 de enero conoceremos la decisión sobre las euroórdenes y también se pronunciará el Tribunal General de la UE sobre las demandas por su inmunidad
En una Cámara como la europea donde están representados los Estados, si Puigdemont no es eurodiputado español, ¿de dónde es? Y si la condición para ser eurodiputado en España es pasar por la Junta Electoral Central y jurar o prometer la Constitución y Puigdemont no lo hizo, ni quiso ¿de dónde es eurodiputado?
Estas son preguntas aisladas, pero de peso, que nos podemos hacer frente a la profunda polémica que suscita el presente y, sobre todo, el futuro de Carles Puigdemont. Igual que ocurriera el pasado mes de noviembre, este enero también se presenta como un momento importante en la historia de este ya largo relato.
El próximo 31 de enero conoceremos la decisión sobre las euroórdenes y también se pronunciará el Tribunal General de la UE sobre las demandas por su inmunidad. A partir de ahí las posibilidades están abiertas, aunque toda la estrategia de su defensa está enfocada a su retorno a España.
Regreso de Puigdemont a España
El regreso de Puigdemont solo puede tener de entrada un destino desde el punto de vista judicial: la cárcel. Lo que se haga después de esta acción, de la que es imposible salvarse es otra historia que tiene los recovecos de la justicia, que no son tantos, y las presiones de la política, que son muchas.
Volvemos a analizar, como ya hicimos el pasado noviembre, una extrapolación de lo que ocurriría desde el punto de vista político, si a Puigdemont y sus defensas, van en comandita, decidieran volver a España.
La detención sería inmediata. Es difícil pactar una vuelta que acabara en su casa, como los casos de Meritxell Serret o Anna Gabriel. La primera porque las acusaciones eran gestionables y la segunda porque su marcha fue más un espectáculo mediático ante un imposible ingreso en la cárcel.
Es de lógica que, si personas de su gobierno pasaron por prisión sin fugarse, el fugado corra un camino parecido. Esta determinación tan normal para unos representa una nueva posibilidad de movilización de los que todavía viven en 2017.
La gran pregunta, o las dos grandes preguntas ante esta vuelta, son: ¿Cuántos hiperventilados siguen hiperventilando?; y ¿Es interesante para el independentismo más municipal un retorno de Puigdemont?
Las respuestas no son fáciles porque están repletas de zonas oscuras. Ante la primera, solo habría que verlo. Aquella revolución de las falsas sonrisas fue emocional, y las emociones cambian o se trasforman. Existe cierta decepción entre aquellas personas que salían a la calle siempre que eran convocados a través de las redes sociales. Era una forma de ocupar sus vidas, sobre todo de los de 50 años para arriba, y esas ocupaciones se han ido transformando.
Sobre la reacción política ante, en concreto, las elecciones municipales, las respuestas son dispares. Si cerramos el foco y solo dirigimos el interés a Barcelona, dudo que a Xavier Trias le convenza una distorsión en la comunicación de la campaña con un Puigdemont acaparando titulares. Justamente en un momento en que su prioridad pasa por recuperar voto de todas las formaciones, también el PSC.
Por ello, Trias defendiendo a Puigdemont en un mitin, le restaría votos. Así que su vuelta antes de las elecciones municipales sería un artefacto político de consecuencias desconocidas.
Otra cosa es si ese retorno, repito con detención inmediata, trastocaría los planes de casi todos en las Generales. La respuesta es que sí. Los trazados por Pedro Sánchez, los que tienen en mente los líderes de ERC y, por supuesto, los de JxCat que, en este momento, marcan un rumbo indeciso.
Como todo es cambiante, la improvisación es la moda en la política española contemporánea. A eso nos hemos acostumbrado. Y es lo que viviremos este 2023 tan electoral.