Las cláusulas suelo y la picaresca
Son tiempos en los que triunfan los populismos. En el mundo anglosajón campan a sus anchas. Hasta ahora –veremos qué sucede en la próxima década– el Reino Unido y Estados Unidos eran dos grandes democracias, con las que no se podía competir, y menos dar lecciones desde España. Pero la experiencia del brexit, después de elegir un brexit duro, como ha hecho la primera ministra Theresa May, y la victoria de Donald Trump indican que los electorados están dispuestos a apoyar las respuestas fáciles a retos complejos y difíciles.
En España se puede correr ese camino. Algunas señales se dan en esa dirección con las críticas frontales a todo lo que venga del mundo de la banca. Sin duda ha cometido excesos. Es cierto que el sistema financiero ha sido uno de los grandes responsables de la crisis mundial que se desató entre 2007 y 2008, con la colocación en los mercados de productos financieros que ni los propios venderores entendían. El último en explicar cómo sucedió y qué salidas se pueden trazar a partir de ahora es Mohamed A. El-Arian, asesor económico jefe de Allianz, empresa matriz de Pimco, y ex director adjunto del FMI. Lo hace en su último trabajo, Lo único importante, cómo evitar el próximo, e inminente, colapso financiero (Deusto).
Pero también se debe recordar la importancia de que todos los ciudadanos, en sus múltiples facetas de la vida –se es a un mismo tiempo o en diferentes etapas vitales ahorrador, demandante de un crédito, consumidor hedonista, deudor, propietario o arrendatario— sean responsables.
Y eso choca con las reacciones que se han producido en España, por parte de activistas, partidos políticos y distintas asociaciones, sobre las cláusulas suelo.
El Gobierno del PP y el PSOE han llegado a un acuerdo –importante, de cara a otros que puedan llegar– por el que se establece un mecanismo extrajudicial para la devolución de las cláusulas suelo. Todas las entidades estarán obligadas a informar a todos los clientes que las tenían de que se ha abierto ese proceso de reclamación, y que siempre será voluntario. Es decir, quien lo rechace, seguirá disponiendo de la vía judicial.
Pero el mecanismo que se estable tiene en cuenta la posición de cada entidad. Puede ocurrir –y ocurre– que algún banco crea que la devolución no es procedente, como recoge el texto acordado, y, entonces, «comunicará las razones en que se motiva su decisión, en cuyo caso se dará por concluido el procedimiento extrajudicial».
Si creen que esas cláusulas suelo no fueron opacas, la ley no les exigirá que devuelvan el dinero. Uno de esos bancos que entiende que no lo fueron es el Banco Sabadell. Otra entidad, el BBVA, relaciona su posición con los tipos de cliente que ha podido tener, y aunque está condenado por el Tribunal Supremo, de forma específica, tiene en cuenta que una parte no menor de sus clientes son profesionales ligados al sector, como notarios, o registradores de la propiedad u otros profesionales. Y se supone que entendían perfectamente la cláusula suelo, por lo que no se consideran obligados a devolver esas cuantías.
El asunto afecta a un volumen importane de ciudadanos, a 1,4 millones de clientes. Pero, ¿en qué medida una parte sustancial de ellos sabía perfectamente lo que contrataba?
La cláusula suelo no es condenable. Es una garantía de la entidad para asegurar un margen de negocio, en el caso de las hipotecas con interés variable, la mayoría de las que se suscribieron en España en la última década. ¿Puede ocurrir que ahora muchos de ellos se acojan al mecanismo extrajudicial que se ofrece –mejor que probar suerte en los juzgados, siempre lentos– aunque eran perfectamente conocedores de lo que firmaban? Esa es la picaresca que abunda en España, y de la que alertaban los bancos. A pesar de los errores cometidos, que pocos ponen en duda, las entidades financieras también deben ser escuchadas.
Veremos cómo avanza ese proceso, y qué parte, finalmente, de los potenciales afectados buscará beneficiarse ahora de ese acuerdo.