Las ciudades después de la pandemia
En una era de mayor movilidad laboral y mayor presencia del trabajo a distancia, las ciudades deben replantear sus políticas públicas si no quieren verse rezagadas a un segundo plano
La primera ciudad fue seguramente Damasco, allá en el año 9.000 antes de Cristo. Hoy en día, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y las estimaciones apuntan que, en el año 2025, esta cifra aumentará hasta los 5.000 millones de personas.
En principio, parece extraño que, existiendo una ingente cantidad de territorio del planeta sin habitar, los humanos decidamos amontonarnos en unos pocos lugares. En el año 1992, solamente un 1,9% del territorio de los Estados Unidos estaba pavimentado o edificado (Burchfield et al. 2006). En Europa, un territorio mucho más denso, sucede algo parecido. Solamente en 33 áreas de un km² viven más de 40.000 personas (Rae, 2008).
Las ciudades son, por definición, la “ausencia de espacio físico entre las personas”, en palabras del economista de Harvard Edward Glaeser. Facilitan que consumidores y empresas compartan infraestructuras (un aeropuerto, por ejemplo), mejoran la probabilidad y la calidad de los emparejamientos entre trabajadores y empleadores y facilitan el aprendizaje, así como la generación y difusión de ideas productivas. La renta per cápita de las regiones más densas de la Unión Europea duplica la de las menos densas (Duranton y Puga, 2004). Son las denominadas economías de aglomeración.
Pero las pandemias amenazan nuestro modelo urbano. En una economía agrícola, el principal activo era la tierra per cápita. Cuando desaparecía una tercera parte de la población europea a causa de la peste, quedaba mucha más tierra por repartir. Los ingresos se disparaban y los supervivientes se enriquecían – algunos historiadores vinculan dicho enriquecimiento al inicio del Renacimiento. En la economía actual, saber servir un flat white con una sonrisa es un refugio seguro en el centro de Londres, Shanghái o Barcelona. Pero estos trabajos pueden desaparecer de la noche a la mañana durante una pandemia al convertirse en un peligro potencial.
Las pandemias amenazan nuestro modelo urbano
La otra amenaza que acecha a las ciudades es el teletrabajo. En Estados Unidos la mitad de los trabajadores ha vuelto a la oficina, pero la otra mitad ha optado por seguir trabajando en remoto. Esta tendencia afecta principalmente a las oficinas de alta gama: el 80% de las oficinas en Manhattan permanecen vacías (PNYC, 2022). Aún está por ver si la tecnología consolidará esta tendencia.
En su libro La tercera ola, el neoyorquino Alvin Toffler predecía la desaparición de las oficinas. Su obra fue publicada en un tiempo en que el uso generalizado del coche había animado a las familias a abandonar las zonas más densas. Su tesis esgrimía que los rascacielos se quedarían vacíos igual que había sucedido con las fábricas textiles urbanas en los 60 y 70. Pero se equivocó. Lo que se le escapó a Toffler es que las buenas ideas generan riqueza y tenemos buenas ideas cuando nos rodeamos de personas listas.
De hecho, el clúster económico más destacado del siglo XXI se desarrolla justamente en aquel sector que tendría que haber trabajado mejor en remoto: Silicon Valley. La densidad, la proximidad, nos permite compartir habilidades. En la economía del conocimiento, estar en una misma sala importa. ¿Será la tecnología capaz de replicar este fenómeno en una sala de Zoom?
En la economía del conocimiento, estar en una misma sala importa
Emmanuel y Harrington (2021) hicieron un estudio enviando a trabajadores chinos de un call center a su casa y comprobaron que no eran menos productivos teletrabajando. Sin embargo, la probabilidad de ascender se desplomaba a la mitad. ¿Qué supone ascender para un trabajador de un call center? Pues que le tocan los clientes difíciles. ¿Cómo va a aprender si está solo en casa? ¿Cómo va a ver su jefe resolviendo un caso difícil? Con el teletrabajo se pierde la comunicación sincrónica y el conocimiento tácito asociado a ella. Siete de cada diez profesionales con estudios superiores están trabajando en remoto, total o parcialmente. Pero solo trabaja en remoto un 5% de quienes tienen menos estudios que la formación secundaria. El teletrabajo parece estar reservado para las élites.
La nueva competición entre ciudades
Pese a la incerteza sobre su impacto a largo plazo, estas nuevas tendencias apuntalan la competencia entre ciudades por atraer talento. Una ciudad exitosa no está destinada a serlo para siempre. La actividad de arrendamiento de oficinas en ciudades como Miami o Nashville se ha duplicado en los últimos dos años. Washington, Nueva York y Chicago, por el contrario, han recuperado algo más de la mitad de la actividad pre-Covid. Algunas zonas de San Francisco se parecen más a Detroit que a las de un hub tecnológico. París central es hoy menos activa que el resto de Île-de-France. El teletrabajo facilitará a buena parte del talento más cualificado la libertad de moverse.
Existen distintos factores que limitan el crecimiento de las ciudades. Algunos son restricciones físicas, como la cercanía al mar o las montañas, que limitan de forma natural su expansión. Sin embargo, las políticas gubernamentales también pueden frenar el crecimiento de las ciudades. Es el caso de las regulaciones relativas a la disponibilidad de suelo. El acceso a la vivienda es uno de los factores más relevantes para el crecimiento de una ciudad. Agilizar la concesión de licencias urbanísticas, destinar suelo dotacional a nuevas promociones a escala metropolitana, aumentar el parque público de alquiler o reforzar la seguridad jurídica en el mercado de la vivienda podría ayudar a aumentar la oferta disponible.
Las políticas gubernamentales también pueden frenar el crecimiento de las ciudades
Otro coste al que se enfrentan las ciudades es el provocado por los desplazamientos y el impacto medioambiental asociado. Así pues, reducir la penetración del vehículo privado en el centro urbano y mejorar la oferta de transporte público colectivo o las alternativas de micromovilidad bajo demanda parecen estrategias razonables.
La pandemia ha redibujado la geografía urbana. En una era de mayor movilidad laboral y mayor presencia del trabajo a distancia, las ciudades deben replantear sus políticas públicas si no quieren verse rezagadas a un segundo plano. La competición entre ciudades está servida.